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La carne como sentido

Se celebra el centenario del nacimiento de Lucian Freud. La National Gallery organiza un recorrido por su universo artístico, desde los años cuarenta hasta sus últimos retratos, en la primera década del siglo XXI.
Lucien Freud (EFE)
photo_camera Lucien Freud (EFE)

Una familia judía en el Berlín de 1933 cruza a tiempo la frontera, aunque no al completo. Poco antes, uno de ellos es arrojado al amanecer a la destructora nazi. El abuelo permanece en Viena, pero pronto se reunirá con el resto en Londres. No tienen dificultades para adecuarse a su nueva vida de exiliados porque forman parte de una burguesía intelectual que logra mantener su estatus durante las catástrofes. No es únicamente por el dinero. Es la estela que deja a su paso, allá donde va, Sigmund Freud, el abuelo. El nieto es otro cantar. 

Pisa Londres por primera vez con once años. Se llama Lucian y su madre lo adora y adivina su talento. Su padre desaprueba lo que hace, esos deseos, a la vez torpes y certeros, de convertirse en pintor. No sabe inglés y en el internado se aísla. Le gustan más los animales que las personas, pasa más tiempo con los caballos que en las clases. Definitivamente. Quiere estar solo. Ingresa en varias escuelas y es expulsado al cabo de un tiempo. Al final, encuentran para él una escuela poco estricta en cuanto a horarios y normas en la que se le permite, por así decirlo, seguir su instinto. Es allí donde empieza a despuntar. Tras una breve estancia en la marina, durante la cual se dedica a pintarles tatuajes a los marineros, a su regreso prosigue sus estudios en otra escuela y viaja a París donde conoce a Picasso y a Giacometti. Se desmarca de su familia, emprende el camino contrario. Adiós a la moderación, a los buenos modales, a la moral al uso. Bienvenido el exceso. Laurie Lee, poeta y escritor británico escribió en su diario: "Este joven loco y desagradable apela a una especie de anhelo de corrupción. Le gustaría ser libre de eso, pero no puede". Comienza a apostar compulsivamente. Mantiene relaciones tumultuosas con multitud de amantes. Vive en tugurios, que son más una caverna que un hogar. En 1948 se casa con Kitty Garman, con quien tiene dos hijas. No serán las últimas.

El matrimonio se rompe y al año siguiente se casa con Lady Caroline Blackwood. Diversifica espacios, podría decirse que se fragmenta. Los bajos fondos londinenses con la alta sociedad a la que accede a través de su esposa. Contrae deudas. No se compromete con nada ni con nadie. Pinta retratos. De sus esposas, de sus amantes, de sus amigos, de sus modelos. En un momento en que el mundo se encamina al pop art, Lucian Freud insiste, reconduce, replantea, hace saltar por los aires la pintura figurativa. "Mi obra es totalmente autobiográfica. Es sobre mi persona y lo que me rodea".

Los hermanos Kray son conocidos por su curriculum. Robos a mano armada, extorsión, asaltos y asesinatos. Lucian Freud les pide dinero

A menudo trata de colarse en un hipódromo disfrazado de otro. Le prohíben la entrada. Él insiste, una y otra y otra vez. Una noche pierde un millón de libras. Consigue préstamos de los gemelos más famosos del East End, el territorio en el que reina el hampa londinense y domina el espíritu cockney: barrio obrero, bajos fondos, acento indescifrable, dirty business (negocios sucios). Los hermanos Kray, conocidos por su curriculum. Robos a mano armada, extorsión, asaltos y asesinatos. Lucian Freud les pide dinero. Ellos le conceden su deseo. 

Durante los años 50 su carrera profesional avanza, se consolida. Si bien hasta ese momento su pintura no traspasa fronteras, en 1954, representa a Gran Bretaña en la Bienal de Venecia junto a Francis Bacon. A partir de ahí y ya entrando en la siguiente década, los retratos van adquiriendo esa pulsión, cruel, intensa, doliente, por la que será mundialmente famoso. Y en los años 70, siendo él profesor de la Slade School of Fine Arts, el artista consagrado conoce a Celia Paul, alumna de 18  años, de gran talento, enorme ingenuidad, belleza propicia para un conquistador. Se hacen amantes. Ella se pierde poco a poco ante el abismo del genio y la verdad del hombre. "En realidad me interesan las personas en tanto que animales", dice él, que empieza, de algún modo, a pintar así, con esa mirada única, intensa, grotesca: "Quiero que mi pintura funcione como carne. Para mí, la pintura es la persona que ejerce sobre mí un idéntico efecto que la carne".

Y mientras, en otra parte cerca de allí:

"Mi madre se quedó impresionada cuando me vio. Tenía el pelo enredado, estaba pálida, sucia y con mala cara. Se echó a llorar. Mi romance con un hombre mayor le daba miedo. Yo no podía tranquilizarla porque sentía, como ella, que mi amor por Lucian crecía y era como una enfermedad. Me propuse olvidarlo y centrarme de nuevo en mis proyectos".

Pero no lo hace. 

"Yo estaba siempre en vilo, esperando que Lucian me llamara. Me había dicho que iba a escribirme. Todas las mañanas, cuando tenía que pasar el cartero, corría hacia la puerta. Mientras bajaba las escaleras me decía que no tenía que desilusionarme si no había carta de Lucian y todas las mañanas, después de revisar las cartas me invadía la desesperación y no podía trabajar ni hacer nada".

Lucian Freud pinta por la noche, de pie, mientras mantiene a sus modelos en posiciones complejas, incómodas, caricaturescas

Lucian Freud pinta por la noche, de pie, mientras mantiene a sus modelos en posiciones complejas, incómodas, caricaturescas. El tiempo que haga falta. Puede tardar un año en dar por finalizado un cuadro. Día tras día, las y los modelos se someten al estricto régimen de un hombre poderoso. La pregunta es por qué. La respuesta, si es que la hay, permanece oculta. "Muchas de las mujeres que posan para mí, tienen algún tipo de carencia en su vida y es llenada cuando se encuentran conmigo. Hay un darles algo en mi pintura a ellas. Y necesito que ellas desarrollen dependencia hacia mí, para que así, sigan volviendo".

"En el otoño de 1980 Lucian me pidió que posara para él. Era la primera vez que posaba para él o para cualquiera y no sabía con qué iba a encontrarme. Me pidió que me desvistiera y me acostara en la camita de bronce de su estudio. La situación me acomplejaba y tenía que acostarme en posiciones incómodas y para nada típicas mías. Lucian colocó el atril a unos pasos de la cama. Se ubicó muy cerca y me miraba desde arriba. El cuerpo me pesaba y me sentía indeseable. Me sentía expuesta, la sensación era horrible. Lloré en todas las sesiones. Para consolarme, él me decía que le gustaba muchísimo. Pero no le creía: ahí mismo, en el atril, tenía la prueba de lo que sentía de verdad".

Su fama se expande durante los 80. Norteamérica se fija en él. Europa ya está rendida. Su representante estadounidense se ve obligado a pagar las deudas de juego: 2,7 millones de libras. Acepta. Sus retratos comienzan a venderse por 30 millones de dólares.

Celia Paul es hoy una pintora de prestigio. Tuvo un hijo con Freud y estuvo a punto de autodestruirse real y metafóricamente en distintas ocasiones a lo largo de los diez años que estuvo a su lado. Él nunca dejó ni de pintar, ni de pintar como quería, ni de ejercer su fascinación abusadora sobre el resto de las personas con las que se relacionaba. Pintó a su madre, a algunos de sus hijos, a sus amantes. Realizó algún encargo famoso y se autorretrató en múltiples ocasiones: cada vez que consideraba que le había ocurrido algo importante. Como un diario pictórico.

Es uno de los artistas esenciales del siglo XX con un universo único, angustioso, por momentos indescifrable y por momentos lúcido.  

 Reconoció a catorce hijos. Se dice que tuvo cuarenta. Se casó siete veces. Se dice que tuvo quinientas amantes. Es uno de los artistas esenciales del siglo XX con un universo único, angustioso, por momentos indescifrable y por momentos lúcido.  En una ocasión, dijo: "No quiero retirarme. Quiero pintarme a mí mismo hasta la muerte". Un 20 de julio de 2011 le sobrevino el final. No estaba pintando, pero casi. Tenía 88 años y ya se había convertido en una leyenda.

 "Cuando murió sentí la necesidad de expresar lo que su ausencia significaba para mí. En el año 2012 pinté un cuadro y lo llamé Pintora y modelo. Es una referencia a un cuadro del mismo título que Lucian terminó de pintar en 1987. Yo soy pintora y modelo. Y ahora soy también el sujeto de mis propios cuadros".

Celia Paul tiene ahora 63 años. Mucho tiempo atrás, Lucian Freud había declarado: "Pinto gente, no por lo que quisieran ser, sino por lo que son".

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