Blog | Arquetipos

El otro Eduardo Halfon

Escribe libros que nos mueven a otro lugar. Es otro el que escribe, siendo él. Sus historias son de todos, siendo solo suyas. Se lee como si se leyera un interior en conflicto. Atrapado. Y libre

Eduardo Halfon
photo_camera Eduardo Halfon

"YO NUNCA sonrío para las fotos", dijiste. Sin embargo, sonreíste para las fotos. No para todas, es cierto, pero lo hiciste. Estuvimos de acuerdo en que entrevistar es difícil se aborde desde la parte que se aborde. Preguntar lo mismo y contestar lo mismo es el camino más sencillo para construir un otro que pregunte y, sobre todo, un otro que conteste. Fue la voluntad de ambos ser lo más fieles posible a nuestros yos, al menos en eso quedamos, sin decirlo en alto. O me pareció a mí que había ocurrido algo así.

Venías de estar en la librería Rafael Alberti hablándoles a los miembros de un club de lectura sobre Duelo, tu último texto, editado por Libros del Asteroide. Casi al principio, aunque invitaste a los presentes a que hablasen más que tú, introdujiste una frase que negó toda posibilidad de pensar que quien estaba ahí sentado era otra cosa distinta a un escritor. Sé que siempre que tienes ocasión matizas que también eres ingeniero. Sí. Pero en esa introducción habló el escritor y, al igual que haces en tus libros, creaste, como quien no crea nada, como quien solo dice, casi sin querer —cuánto hay ahí de delicadeza— el clima que se expandiría por toda la estancia. En mi libreta apunté la frase: "Todos mis libros son historias prohibidas". Hay mucho de reto, hay mucho de búsqueda, hay algo también, quizá mucho, de desolación. Encuentro un grito que no gritas.

Necesitas, dijiste un poco más tarde. "Yo necesito un lector cómplice". Y seguiste diciendo: "Yo te quiero dar a ti, lector, pequeñas historias muy mías, muy personales que, a través de la ficción, se elevan a un plano más universal". Porque escribes ficción, no autobiografía. Entonces no eres tú, es el otro. La otra voz es la que cuenta a través de un personaje que se parece a ti. Porque tú no fumas, o muy de vez en cuando. Porque tú no viajas en el Saab color zafiro que es el coche que siempre te presta tu amigo para acudir a una historia. Porque tú no precisas siempre ayuda de una mujer que sabe. Porque tú no sonríes para las fotos.

"Ese personaje está en búsqueda de algo, duda, se contradice. Esa voz no surge de la nada, se empieza a dar". Se da cuando te vas o cuando vuelves o cuando, en ese trayecto confuso, empiezas a preguntarte si existe un pertenecer y, en caso afirmativo, dónde estará o dónde estuvo. Te fuiste de Guatemala y creciste en Norteamérica. Vienes y vas, incómodo, "desubicado", dices tú. "Cuando yo empecé a escribir, empecé en inglés; he ido recuperando la lengua, no tanto mi lengua materna como mi lengua de infancia". Ahora, en español, vas armando, cuento tras cuento, lo que algún día puede que se cierre y se acabe. O puede que se agrande, que se multiplique. "Escribo porque estoy desubicado", repetiste.

¿Sabes lo que es un chapín?, me preguntaste. "Así se llama a los guatemaltecos". Clases de chapín, editado por Fulgencio Pimentel, se vendía en la Feria del Libro de Madrid de este año con el resto de libros de Eduardo Halfon que se desplegaban ante Eduardo Halfon, ubicado en el interior de una caseta, dispuesto a firmar sus libros. Se extendían también ante el lector o ante el curioso que se asomaba para ver cómo era, de cerca, alguien que escribe. Oh gueto mi amor es un libro ilustrado por David de las Heras que acaba de sacar Páginas de Espuma. Un relato de un chapín que además es judío que además es estadounidense que además es ingeniero que además es profesor que además es escritor y que fue publicado, en su día, como parte integrante de otro libro titulado Signor Hoffman. Los relatos que escribes forman parte de algo. "Hacen un todo", dijiste. Hay un abuelo judío polaco, hay un antes y un después de cada descubrimiento de lo prohibido. El personaje que eres, que no eres, se presta a llevarnos por un camino que nos va a sorprender. "Yo me sorprendí como todos ustedes", dijiste, y "en todos mis cuentos se me va imponiendo la historia" y "quiero crear una ilusión, como un mago".

Un proyecto de existencia; un quehacer, la vida. Entre un Halfon y otro Halfon la vida humana se va desarrollando, transcurre, se va gestando como si estuviera dentro de un concepto filosófico de Ortega y Gasset. Como si sus libros fueran el cometido dentro del cometido. "Escribo todos los días. Y de pronto surge una frase, un párrafo, de pronto me pide que lo continúe". De repente, la prohibición, ese impulso. La desubicación, ese estado.

Señalé que había poesía en tus textos y me respondiste que tú no lo llamarías poesía, que "es más lirismo que poesía". Hay lirismo en tus textos, entonces. Un tono, un ritmo, una voz, que rodean al personaje. "Busco esa musicalidad; hay ciertas músicas para ciertos textos". Tocas el piano, me contaste, y te gusta la idea de que un violín suene en alguna parte. La misma otra parte que dejas para que el lector partícipe concluya él mismo las historias que escribes. Ese espacio en el que nunca se dice todo porque decirlo todo es imposible. "El relato necesita que el lector lo cierre y que ese cierre suceda en otro lugar; el relato termina en otra parte, no en la página". Otra parte, otro final, otro Eduardo Halfon.

"Mi narrador necesita un mecanismo para ver más allá de lo que él no puede ver". Porque está escondido o hundido o perdido o enterrado o prohibido. En Biblioteca Bizarra, editado por Jekyll & Jill, escribes sobre ti viendo lo que no puedes ver, porque es imposible. Crónicas del otro.

Puede que, en algún momento, resulte innecesario seguir buscando. Mientras tanto, la verdad de ese día fue que me preguntaste más tú a mí que yo a ti. Puede que estuviéramos de acuerdo en que entrevistar es difícil sea cual sea el lado en el que te toque estar. A veces, sin decirlo, coincidimos en el mismo lado y otras, probablemente, no.

Hay un mago desubicado creando ilusiones y puede que seas tú. "Trucos para crear en ti una relación emocional, para buscar una verdad extática, como decía Herzog". Eso escribes, eso cuentas y todo eso, sin querer, está en la foto que tengo yo de tu sonrisa.

Comentarios