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El filón del bipartito

Casi diez años después de su desaparición, Feijóo y el PPdeG siguen explotando la veta de la efímera Xunta de PSdeG y BNG

HASTA EN VEINTE ocasiones, tirando por lo corto, hizo referencia Alberto Núñez Feijóo al Gobierno bipartito de la Xunta en la última sesión de control en el Parlamento gallego. En más o menos la mitad de las ocasiones citó directamente la que hoy por hoy constituye ya una de sus palabras talismán, mientras que otras veces optó por sinónimos o expresiones que evocaran aquel Ejecutivo de coalición PSdeG-BNG que gobernó Galicia entre 2005 y 2009, con Pérez Touriño y Anxo Quintana como cabezas visibles.

Hoy faltan menos de seis meses para que se cumplan diez años de la extinción de aquel entonces experimento político que había supuesto el fin a la era Fraga, protagonizando uno de los grandes cambios de la historia gallega contemporánea. Pero ni siquiera el paso de una década consiguió meter aquella efímera Xunta en el cajón.

La razón es que Feijóo la ha convertido en su escudo preferido contra la oposición y la sesión del control del miércoles es el mejor ejemplo. Se cuentan con los dedos de las manos los plenos en los que el presidente no cita al bipartito, pero en el último llevó su estrategia al extremo.

→ Un recurso polivalente

El bipartito como arma defensiva contra los ataques de socialistas y nacionalistas tiene dos virtudes innegables: su polivalencia, ya que sirve para abordar cualquier área de gestión; y su efectividad, ya que independientemente de su rendimiento electoral, construye argumentaciones difíciles de rebatir o que, por lo menos, la oposición no acaba de encontrar el modo de hacerlo. De hecho, es una estrategia bastante parecida en algunas cuestiones al populismo localista que usa Abel Caballero en Vigo: cala en la gente y es difícil de desmontar.

El miércoles se comprobó. Feijóo despachó las críticas a la privatización de la sanidad vertidas por Ana Pontón del siguiente modo: "Dous directores xerais de Sanidade [del bipartito] eran directivos de Povisa e agora resulta que están xestionando hospitais privados en Galicia". Después, con Leiceaga, aplicó la misma receta: "Non cumprimos o plan de infraestruturas (...) porque tivemos que pagar 1.100 millóns do burato das contas de 2008 e 2009; todas as autovías do bipartito deixáronse con peaxe na sombra". Y hasta con Luís Villares, que en 2005 estrenaba su plaza de juez ajeno a la política, se le escapó una vez el "bipartito" al referirse a la ley de ese Gobierno que responsabiliza de la política antiincendios a los concellos y no a la Xunta. Lo dicho: sirve para cualquier tema y, en ocasiones, construye argumentos que callan bocas.

Además, Feijóo perfecciona la técnica hasta límites insospechados al implicar directamente a Leiceaga y Pontón en aquel Gobierno, pese a que técnicamente no formaban parte de él sino que estaban en la Cámara. "Vostedes en catro anos non fixeron nada na área sanitaria de Vigo", le dijo a la sarriana; o las "débedas que nos deixaron vostedes", le espetó al político de Noia.

→ Debate improductivo

Pero también hay una cara negativa de esta realidad que se vive cada quince días en el Pazo do Hórreo: cuando es el bipartito el protagonista de los debates estos suelen ser los menos productivos del curso político. Lo habitual, de hecho, es que se traduzcan en un intercambio de cifras y datos entre la situación de la Galicia actual que gestiona Feijóo y la que heredó en 2009. Y es que el arte de la estadística es tan goloso y moldeable, por parte de unos y de otros, que al ciudadano le resulta imposible descifrar la realidad a través de él.

Aunque hay una cosa que sí llama la atención sobre el bipartito, ese Gobierno al que nada más extinguirse calificó de "nacionalsocialista" el diputado popular Daniel Varela en un desafortunado juego de palabras: lo utiliza mucho más el PPdeG para atacar al PSdeG y el BNG que estos dos partidos para presumir de él.

Me decía Ana Pontón recientemente que una de las claves de la derrota del bipartito radicaba en que cuatro años del PP en la oposición no habían sido suficientes para desgastar su poderosa estructura galaica. Pero visto lo visto, casi le convendría reflexionar sobre la idoneidad de que aquel Gobierno de coalición progresista no durase ocho años; porque si con cuatro el PPdeG es capaz de sacar petróleo de él, no me quiero imaginar con otros tantos...

 

Paco Vázquez y Albert Rivera.El acercamiento de Paco Vázquez a Ciudadanos Galicia que no es tal

"NO TENGO NOTICIAS de que él quiera ni de que haya habido ningún contacto". Con esta rotuntidad zanjaba el número dos de Ciudadanos, José Manuel Villegas, los rumores sobre la posibilidad de que el exalcalde socialista de A Coruña Paco Vázquez fuese su cabeza de cartel en mayo. Solo unos días después, el dirigente gallego Laureano Bermejo dijo justo lo contrario: que el exembajador ante la Santa Sede colaborará para el programa sin cerrar la puerta a su candidatura. Una reflexión que, en realidad, es más fruto de un deseo que de una realidad, ya que la implicación real de Vázquez con Cs es nula, por mucho que en 2014 apadrinase la llegada del partido a Galicia junto a Rivera.

 

Un juego entre traidores en Lalín
EN OCASIONES parece que la batalla electoral de las municipales solo se disputa en las ciudades, cuando en realidad el peso poblacional y político de las villas medias en Galicia es más que relevante. De cara a mayo, entre todas ellas hay un escenario que se presenta especialmente atractivo: Lalín. Allí se verán las caras el alcalde, Rafa Cuíña, de Compromiso por Galicia, y el exregidor popular José Crespo, que perdió en 2015 por apenas 200 votos. Se trata de un duelo que reúne todos los ingredientes de la política, con dos enemigos íntimos que en estos cuatro años no han hecho más que empeorar su relación, hasta el punto de que los roces pasaron ya de lo político a lo personal. La razón de fondo es que ambos se consideran traidores. El alcalde acusa a Crespo de ‘apuñalar’ en su día a su padre, el delfín de Fraga Xosé Cuiña, algo que él niega siempre, la última vez el pasado julio en el congreso local del PPdeG. Y Crespo acusa a Rafa Cuíña y su familia de traicionarlo al cambiar el PP por CxG pese a tener su palabra de que no lo haría.

 

El espacio rupturista respira tranquilo
FINALMENTE GANÓ Antón Tone Gómez Reino las primarias de Podemos Galicia y el espacio rupturista hoy agrupado bajo la marca En Marea respira tranquilo. En el fondo, ninguno de los actores de la alianza parecía fiarse de Carolina Bescansa, a la que consideraban un tanto imprevisible, lo que generaba incerteza sobre la apuesta del partido morado por la actual estrategia. Sobre el papel, Tone es cofundador de este experimento de fusión y, como tal, es uno de los guardianes de su esencia. Lo que ocurre es que, superado el susto inicial de las primarias de Podemos, En Marea debe vencer a partir de ahora otras desconfianzas: las que genera que una figura mediática y emergente como Gómez Reino pueda desembarcar en Galicia con aspiraciones, sobre todo de cara a 2020. En esa carrera ya hay otras personas y, aunque sea pronto, habrá que ver hacia dónde evolucionan Podemos Galicia y su líder en los próximos meses. Al fin y al cabo, cuando se cierra un conflicto interno, el ADN de En Marea le empuja a buscar otro.

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