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Ourense no es un asunto menor

Rueda tiene encarrilada una transición, la del baltarismo, a la que todos temían y que le permite ampliar su control territorial del partido
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photo_camera Luis Menor y Manuel Baltar no escatimaron en los últimos días elogios mutuos. EFE

pocas cosas conserva ya la política actual de la de antaño, aunque quizás la más relevante sea su ilimitada capacidad para sorprender. Acaba de ocurrir con la Diputación de Ourense, donde el PPdeG fue capaz de solventar la transición de la saga Baltar en un par de semanas y sin mucho ruido –externo–. La profecía vaticinaba que el finiquito de los Baltar supondría el fin del poder del PPdeG en Galicia, aunque hasta ahora nada más lejos de la realidad. Es curioso cómo se puede resolver una operación de tal calado de forma quirúrgica y sin hemorragias. Pero la política es así. Y en Ourense, más.

→ La transición

La relación entre los Baltar y el PPdeG fue siempre simbiótica: ambos se necesitaban para sobrevivir. La maquinaria electoral ourensana aportaba votos y, a cambio, la dirección gallega no interfería en ese territorio. Hubo tiempos en los que era así en las cuatro provincias, que funcionaban como virreinatos independientes. Pero el partido fue domando poco a poco los territorios, con la muerte de Cuiña, la pérdida de poder de Cacharro y el desembarco de Feijóo con el terreno coruñés controlado por su padrino político Romay Beccaría. Faltaba solo Ourense, donde la marcha de José Luis Baltar Pumar en 2010 le brindaba una ocasión inmejorable al PPdeG para completar su operación. Pero los Baltar le ganaron el pulso a Feijóo y a su candidato, Jiménez Morán, así que Manuel Baltar se hizo con el control del partido, primero, y de la Diputación, después, para continuar con el legado de su padre y forzando a la cúpula gallega del PP a mantener una relación simbiótica que duraría 35 años.

En realidad, duró hasta que el propio Manuel Baltar se pegó un tiro en el pie. Protagonizó escándalos y polémicas que se fueron tapando o en las que se miraba hacia otro lado, pero la última explotó en plena campaña electoral, con unas multas de tráfico injustificables... Así que Baltar llegó tocado a las urnas y salió de ellas tambaleándose. La pérdida de la mayoría absoluta en la Diputación y el difícil equilibrio que exigían los pactos para mantener la institución, que pasaban por exponer al partido al escarnio público por tener que tragarse sus promesas electorales y llegar a acuerdos con Jácome, acabaron por sentenciar al barón ourensano. Él mismo renunció a presidir el ente –cuentan que se arrepintió de hacerlo tan pronto– regalándole a Alfonso Rueda un doble triunfo: el de conservar la Diputación de Ourense y el de hacerse, a través de ella, con el control político de la provincia que más se resistió a Santiago.

→ El sustituto

El líder del PPdeG ejercerá ese control a través de Luis Menor, una persona de su máxima confianza desde que lo tuvo a sus órdenes en la Xunta desde 2009, primero como jefe territorial de Presidencia en Ourense y después, entre 2014 y 2019, como director Xeral de Emerxencias e Interior en la consellería que dirigía él mismo.

Nacido en Pereiro de Aguiar en 1964, este licenciado en Derecho y experto en criminología tiene plaza de funcionario como secretario judicial, aunque lleva tiempo dedicado a la labor pública. Cuando salió de la Xunta lo hizo para ser candidato en su concello natal, donde consiguió la mayoría absoluta en 2019 y repitió en las elecciones del pasado 28 de mayo.

Tras esa fecha, cuando los cimientos del baltarismo empezaron a requebrajarse, el nombre de Menor irrumpió con fuerza en todas las quinielas. Por un lado por su sintonía con Rueda, pero por el otro por su propio perfil, el de un político con capacidad de gestión, con mano y diálogo, con nervio y colmillo político cuando hace falta y, sobre todo, un hombre sin enemigos. Ese es precisamente una de sus grandes virtudes: con Luis Menor es difícil tener problemas. Una condición que tiene también una cara B: acostumbra a pasar desapercibido, algo que no podrá mantener en la Diputación.

→ La tensión

Y si una de las virtudes de Menor es la discreción, la de su partido también. La transición de poder en la Diputación de Ourense pudo parecer sencilla desde fuera, pero internamente estuvo repleta de tensión y pulsos, como por otra parte es lógico cuando se trata de poner fin a 35 años de apellido Baltar en la institución. Sin embargo, el PPdeG tiene facilidad para ajustar cuentas con silenciador, políticamente hablando. Las mismas tensiones que el PSdeG pregonaría con altavoces, el PPdeG las zanja con una foto de abrazo y sonrisas de Rueda, Baltar y Menor. Hay elecciones en 15 días y toca remar juntos.

Básicamente ocurrió lo que tenía que ocurrir: que Manuel Baltar intentó dejarle la Diputación a alguien de su órbita. Es lo lógico, porque el todavía presidente hizo una campaña, presentó un programa, adquirió compromisos y le gustaría que, con él o sin él, se cumpliesen la mayoría de ellos.

Por eso afloraron tensiones en los procesos de elección de diputados provinciales entre baltaristas y oficialistas, por simplificar con etiquetas. Dicen que las alarmas para el baltarismo sonaron cuando quedó fuera Ana Villarino, la alcaldesa de Oímbra y una de sus personas de confianza. Entonces, Baltar habría tratado de marcar territorio en la designación de los seis diputados del área de Ourense, pero ahí comprobó que su capacidad de influencia, incluso con la ayuda de su padre, ya no era la de antaño. Suele pasar que cuando se pierde el poder, desaparecen también muchos aliados.

A Baltar le hubiese gustado que lo relevase en la Diputación César Fernández, alcalde de Ribadavia, o incluso Plácido Álvarez, de Muiños. Pero la operación de transición ya estaba en marcha y era imparable. Será Luis Menor.

→ El poder

Los liderazgos se forjan ganando elecciones y conquistando territorios. Y eso es justo lo que hizo Alfonso Rueda en su primer año: ganar el 28-M y apuntalar territorio a nivel orgánico. En Ourense, ayudado también por la fortuna, dio un golpe en la mesa. Se da por hecho que Luis Menor se convertirá también con el tiempo en líder provincial del PP, lo que brindará a Rueda el dominio de Pontevedra y Ourense. A Coruña está contenta con dos vicepresidentes en la Xunta y Lugo es la tierra prometida: da votos y no da problemas.

Pese a todo, hay cuestiones pendientes. Rueda y Prado desactivaron el riesgo de una escisión en Ourense, algo así como una reedición de Centristas de Galicia, pero falta saber qué ofrecieron a Baltar a cambio. Huele a senador por designación autonómica, aunque siempre se habló de su sueño de ser eurodiputado.

También hay que completar la transición a nivel orgánico con un congreso provincial y, sobre todo, asentar el posbaltarismo. Y eso no es un asunto menor.

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