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Un año de libros

EMPECEMOS por advertir que esto no es una clasificación: no hay una copa de campeón por la que pelear y no se accede a ningún tipo de torneo continental para libros si uno queda entre los tres o cuatro primeros. La que sigue es una lista sin apenas valor y ya no digamos rigor, dispuesta sin más orden que el de mi habitual desorden. Son títulos que he descubierto o redescubierto a lo largo de este año, acomodados a trompicones por toda la casa como gatos adoptados a los que se les da un nombre, un collar desparasitador y un cuenco lleno de cereales. Algunos han terminado en la estantería de mi habitación y otros parecen moverse con vida propia por los rincones, depositados sobre el radiador del cuarto de baño un día y descalabrados al siguiente bajo la cama. Ahí va, en definitiva, una simple lista de libros que enseñan y entretienen, que cumplen esas dos funciones de la literatura a las que suele aludir un Eduardo Mendoza ninguneado de mala manera en este resumen, seguramente por pura envidia: ¿saben qué? Que se joda.

El millor dels mons, de Quim Monzó. Editorial Quaderns Crema

Imagen para el blog de Rafa Cabeleira (31/12/17)Suele decir mi querido Juan Tallón que hay muchas maneras de reírse y que, leyendo a Quim Monzó, se ríe uno de manera nerviosa. Me parece una definición excelente para poner en valor el modo en que el autor catalán nos va envolviendo de un cierto tedio hasta que un suceso inesperado nos empuja a sufrir y reír a partes iguales. De su mano, la lectura se convierte en un plácido viaje en tren que se ve interrumpido por la muerte del maquinista al que, tras una ajustada votación entre los pasajeros, se termina sustituyendo por un mono medianamente amaestrado. Se recomienda ataviarse para su lectura con una buena manta, un tazón de tila y media botella de vodka, a ser posible de importación.

La isla del Tesoro, de Robert Louis Stevenson. Editorial Debolsillo

Febrero es un mes excelente para revisitar la más grande historia de piratas jamás escrita si exceptuamos algunos ensayos sobre la última gran crisis financiera y los programas electorales de los partidos políticos. La lluvia azotando las ventanas y el silbido del viento surcando las calles realzan la magia de un libro que todo el mundo debería leer mil veces antes de morir, eso en el caso probable de que no sea posible seguir leyendo después de muerto, quién sabe.

No es país para coños, de Diana López Varela. Editorial Península

Si usted es lector habitual de estas páginas ya conocerá las particularidades de su autora: una feminazi con tacones, una desquiciada muy cuerda que nos enfrenta con lo peor de nosotros mismos haciéndonos reír para no tener que llorar. El suyo es un ensayo en forma de relato o quizás todo lo contrario (nunca se sabe con Diana de por medio) que conviene echarse a la boca en primavera, como esas alergias adorables sin las que uno no sabría vivir. Lo peor del machismo y lo mejor del feminismo se van alternando en un libro que pone en valor el carácter reivindicativo de incansables luchadoras como Diana, mujeres que exigen la igualdad por las buenas pero que, no lo duden, serían capaces de conseguirla por las malas.

La gran caza del tiburón, de Hunter S. Thompson. Editorial Anagrama

Adoro a este fulano, no lo puedo evitar. Sus relatos se van ensartando en tu cabeza como cuchilladas, pequeñas dosis de una droga potentísima que te van acercando a su extraña percepción de la realidad. Periodismo gonzo no es más que un concepto que intenta clasificar a un personaje inclasificable, el tipo de escritor que todos querríamos ser al menos durante un año de nuestras vidas pues no hay suficientes clínicas de desintoxicación para tanto advenedizo literario entre los que, por supuesto, me incluyo. Cada vez que vuelvo sobre sus páginas, no sé por qué, siento unas ganas irrefrenables de robar un coche y comprarme un sombrero Panamá.

Plataforma, de Michel Houellebecq. Editorial Anagrama

Nadie como el autor francés para dibujar un personaje infame e insípido, rebozarlo en una carrera de sexo patético, viajes exóticos y conceptos filosóficos hasta convertirlo en ser entrañable, casi un referente vital. Si usted, como yo, siente que su existencia languidece en el patetismo, déjese abrazar por la prosa exacta de Houellebecq: ya verá como al terminar de saborear la última página se siente mejor, un hombre nuevo, un tipo que sigue siendo mediocre y vulgar pero que viene de realizar un viaje que le cambiará para siempre la vida.

Volveremos, de Noemí López Trujillo y Fany Vasconcellos. Editorial Libros del K.O.

La última crisis económica dejó tras de sí un panorama desolador que las autoras van retratando con una cámara Polaroid. Jóvenes que se vieron obligados a coger la maleta y salir de sus países en busca de una vida mejor, a veces solo digna, se dejan retratar en un libro que funciona como un álbum de fotos, como un refugio para los recuerdos de quienes no se conformaron con presumir de miseria por puro patrioterismo, por mera estupidez.

Los días felices, de Mara Torres. Editorial Planeta

No diré nada que pueda arruinarles la experiencia maravillosa de viajar de la mano de Mara Torres a los cajones más oscuros de su memoria, la de la autora y la suya propia, pero sí me permitiré el lujo de hacer un pequeño spoiler: no se dejen engañar por el título.

Hombres de Armas, de Terry Pratchett. Editorial Debolsillo

El segundo título de la saga Mundodisco no es más que la confirmación de todo cuanto nos encontramos en el primero, ¡Guardias, Guardias! Dragones, trolls, enanos, licántropas, orangutanes bibliotecarios y una ácida representación de nuestro mundo trasladado a un universo fantástico del que uno no sale indemne. Cada vez que cierro el libro me preguntó por qué no se propone a Pratchett como lectura obligatoria en los colegios e institutos, pero luego recuerdo en manos de quién reposa el sistema educativo actual y no puedo parar de reír. Si todavía no sabe que regalar a su sobrino protodelincuente por su dieciocho cumpleaños ya lo ha encontrado: cualquier libro de Terry Pratchett. Estos y otros títulos los encontrarán en la infinidad de librerías desperdigadas por esta Pontevedra nuestra, coqueta y adorable; pequeños templos de conocimiento pero a la vez divertidas discotecas, casi unos antros de perdición. Y recuerden, siempre, la máxima de John Waters: "Si vas a casa de alguien y no tiene libros, no te lo folles".

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