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La felicidad

Puerta del Sol en Fin de Año. AEP
photo_camera Puerta del Sol en Fin de Año. AEP

ESTOS DÍAS, usted va por la calle y numerosas personas le desean un feliz año nuevo. Como es natural, usted corresponde de igual manera, pues estamos en fechas de cordialidad y desprendimiento. Non son más que dos palabras, feliz año, que repetidas con regularidad anual expresan el deseo de que a cualquier conocido o desconocido le vayan bien las cosas. Yo este año me voy tomando la molestia de preguntarme si a toda la gente a la que me encuentro le ha ido mejor o peor. En muchos casos lo desconozco, pero en otros sí, y veo que muchos siguen igual o estaban mejor antes. Empiezo a pensar que lo de desear un año feliz es como echar un mal de ojo.

Es lo que tiene vivir en comunidad. Si uno vive solo en medio de un monte, en plan Rambo, puede irle un año mejor que otro. Dependerá sobre todo de él, de los bichos que cace, de los frutos que recolecte y de las multas que le pongan los del Seprona por hacer una cosa y la otra. Pero si usted vive en sociedad, lo normal es que le vaya como a la media de los demás. Si va bien, es bueno para todos, y si va mal, mal para todos. ¿Que suben el peaje y la electricidad? Mal para todos, salvo para Amancio Ortega, que no sufrirá quebranto alguno, pues se lo puede pagar; y para Sinaí Giménez, que va siempre por carretera y pincha la luz de un poste.

El año es feliz cuando lo es para la mayoría. Lo demás son estadísticas

El año es feliz cuando lo es para la mayoría. Lo demás son estadísticas. Cifras que nos dan. Ahora las cadenas de televisión se llenan de economistas que nos dicen si nos va bien o mal, como si no lo supiéramos. Saca un tío una pizarra, se pone a escribir columnas de cifras, siglas, signos como un loco, va dibujando flechas de aquí para allá, se pone a subrayar números, calcula cuatro porcentajes, hace tres sumas, dos restas y alguna multiplicación y cuando usted está tratando de entender qué significa la primera cifra, en tres minutos el experto ya ha calculado si está viviendo usted un año feliz. Luego salen los líderes políticos y nos dicen que nos va muy bien o muy mal, según sean Rafael Hernando o Gabriel Rufián. Pero ni uno ni el otro saben si yo he tenido un buen año. Al menos no me lo han preguntado, ni sé de nadie al que hayan llamado para interesarse. Ellos hablan de los ciudadanos como si fuéramos personajes de un juego de estrategia. Ellos sí pueden decir lo que les dé la gana porque han tenido un buen año. Hasta Albiol puede salir mañana y decir que a pesar de todo, éste no ha sido un mal 2017. Ha cobrado como senador y conservará en adelante su acta de diputado.

Cierto que la felicidad no proviene del dinero. Conozco a gente infeliz que tiene mucho, pero no conozco a nadie que sea feliz sin un céntimo, o trabajando con un contrato temporal a media jornada, con una pareja en el paro y algún que otro niño que chilla pidiendo pan. Si repasamos la última década, España ha entrado en estado de infelicidad. El humor ha desaparecido de nuestras vidas, cuando no ha sido condenado en los juzgados; los grandes medios se han entregado a causas innobles dejando la información a un lado; los sindicatos se han convertido en viejas glorias; la corrupción política es comparable a la de un país centroafricano en el que se hacen casas con excrementos de vaca. Ganamos lo mismo que antes, o menos, o nada, y nos hacen gastar más. Cuando todo ello deja de ser una cifra en una pizarra y nos afecta a todos, a nuestros bolsillos y a nuestro estado de ánimo, el nivel de felicidad baja. Y es por eso que si usted hace el ejercicio de repasar la lista de la gente a la que ha deseado hace un año un feliz 2017, nadie lo ha tenido. Tampoco hace falta que se sienta usted culpable. Usted sólo expresó un deseo, más o menos protocolario, y si no se cumple, pues no se cumple.

La gente era más feliz hace 20 años, o 10. Se luchaba contra el mileurismo, que quién nos lo diera hoy, se luchaba por la igualdad de derechos. Hoy se lucha por sobrevivir, por llegar a fin de mes, por mantener un techo. No es fácil tener un año feliz. Pero habrá que intentarlo. A pesar de todo, la felicidad es el único objetivo que debiera movernos. Todo tendría que girar alrededor de esa meta. Intentar ser feliz en un mundo infeliz puede lograrse. Eso dice una amiga que tengo que escribe libros de autoayuda. Dicen que la felicidad depende de cada uno. Que usted y yo somos orugas que tendremos que convertirnos en crisálidas para acabar siendo unas bellas mariposas. Y dice que eso puede hacerse en cosa de semanas. No sé si tendrá razón, pero si es el caso, tenga usted un feliz y próspero 2018.

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