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El otro final del Camiño

Las joyas del Camino - Rodrigo Cota

El final del final del Camiño es Fisterra. Ya antes de la cristiandad era un lugar místico que albergaba un templo celta dedicado al dios Sol y donde se celebraban numerosos ritos precristianos, como el de la fertilidad, un mito muy replicado aún hoy en Galiza. Dicen que Décimo Junio Bruto, cuando conquistó nuestras tierras se acercó a conocer el fin del mundo y quedó asombrado al ver cómo el Sol se sumergía en las aguas infinitas, lanzaba un último destello y se apagaba hundiéndose en el mar.

Si ya era lugar de peregrinación desde antes de que los geógrafos griegos lo encontraran, imagínese con el auge del Camiño de Santiago. En la Edad Media, como hoy, la peregrinación a Fisterra era una especie de epílogo glorioso tras la llegada a Compostela, un segundo final, que los llevaba de la tumba del Apóstol al lugar donde se acababa el mundo para dar paso al entonces llamado Mar Tenebroso, cosa que sin duda tenía algo de emocionante y algo de terrible, pues generaba muchas preguntas existenciales y ninguna respuesta cabal.

Hoy Fisterra ya no es un lugar tan misterioso, pero sigue siendo el punto más occidental del continente europeo y sea por ello o por mantener la tradición el camino a Fisterra está repleto de peregrinos. No sé qué porcentaje de los que llegan a Compostela siguen a Fisterra, pero no hace mucho que estuve por Louro, por Muros, Carnota y por ahí y aquello era un desfilar imparable, o sea que la cifra debe ser considerable.

Las joyas del Camino - Rodrigo Cota

Con buen tiempo se pueden aprovechar ratos libres o paradas para disfrutar de sus kilométricas playas. También hay mucho patrimonio histórico, luego le recomiendo un par de visitas, pero antes permítame una observación a modo de consejo sensato. Cuando uno llega a Fisterra puede hacer aquello que le venga en gana, pero no es buena idea recurrir a tradiciones, algunas reales y otras recientemente inventadas, sea plantar fuego a la ropa o a la mochila, hacer montoncitos de piedras o tirar una lata de cerveza al mar a ver si flota. Váyase al Faro de Fisterra, que dicen que es el segundo lugar más visitado de Galiza tras la Catedral compostelana y reflexione, cante, baile, rece, lo que le plazca, pero no queme cosas ni participe de costumbres atávicas o nuevas que carecen de sentido, al menos hoy. Normal que un peregrino medieval quemara su ropa como un ritual de renacimiento, pero no, no lo haga.

Fisterra queda a poco menos de cien kilómetros de Santiago, cosa de cuatro etapas o tres si tiene usted pocos días o le gusta el rápido caminar. Yo lo haría en cuatro porque esa ruta pide sosiego y siendo una etapa que se hace al nivel del mar no requiere mayores sacrificios. Se hace paseando mejor y un día más permite disfrutar de las maravillas que nos ofrece el fin del mundo.

Yo me haría un hueco para conocer la iglesia de Santa María das Areas, una maravilla románica fundada el el S. XII y que tras posteriores reformas y ampliaciones quedó románica, gótica y renacentista, un poco de todo. Eso ya nos da cierta idea del auge de la peregrinación con Fisterra como ampliación del peregrinaje a Compostela y de cómo se mantuvo a lo largo de los siglos y ahí sigue.

En una excavación reciente aparecieron los restos de un antiguo baldaquino en el que aparece un apóstol Santiago regordete y ataviado con todos los atributos y gadgets de un peregrino: túnica, sombrero, concha de vieira, bordón, túnica. Y la iglesia guarda en su interior una de las figuras de Cristo más impactantes, según quienes lo han visto en otros tiempos o ahora, el Santo Cristo de Fisterra o Cristo do fin do mundo, del que se decía que le crecían el pelo y las uñas y sudaba cuando tenía calor. Hay muchas leyendas y milagros atribuidos a este Cristo crucificado: que unos sarracenos se burlaron de él y dejó a uno de ellos inmóvil. Cuando sus compañeros infieles lo vieron se llevaron tremendo susto, imagínese, y prometieron convertirse a la única religión verdadera y al ver que sus palabras eran sinceras, los dejó ir a todos, incluyendo al señor que se había quedado inmóvil y que recuperó todas sus funciones vitales y motoras.

El viaje, por supuesto, también puede hacerse en sentido contrario, aunque yo qué quiere que le diga. Mejor la ruta Compostela- Fisterra, que es lo que toca. Sí hay gente, que yo la he visto, aunque no tanto como los que sólo hacen el camino de ida, que regresan a Santiago a pie, o a Santiago o a donde sea que van a coger un tren.

Y ya que anda por ahí, hágase un poco el antropólogo y pregunte a los lugareños sobre la leyenda del rey de Duio, muy entroncada con el mito del Apóstol y la historia de la Raíña Lupa, y haga apuestas sobre dónde está ubicada la ciudad hundida o asolagada de Duio. Si es que de Fisterra se aprovecha todo.

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