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King África, Machado y Serrat (divertimento musical)

King África caminaba lastimosamente. Meses atrás, su agente se lo hizo ver y se lo demostró con recortes de revistas y capturas de imágenes de un montón de famosos, unos en pleno esplendor y otros en franca decadencia, haciendo el Camiño para recuperar su renombre. Una actividad que, más allá de estar de moda, acrecentaba la fama de cualquier figura pública, ya fuese un noble, un protagonista de la prensa rosa, un torero, un cantante, familiares de presidentes norteamericanos, artistas surcoreanos, o, como era el caso, creadores de hits veraniegos cuya fama había ido decreciendo.

KingportadaAllan Duffy, verdadero nombre de la marca King África, había luchado como un león para llegar a ser King África. Antes de él, existía una banda argentina con el mismo nombre que había cosechado algunos éxitos en Latinoamérica, liderada por un cantante que actuaba bajo el alias de Dero. De alguna manera que a Allan Duffy, Argentino también, le resultaba muy larga e incómoda de explicar pero que en pocas palabras se resume en que unos productores avispados que eran los dueños de la marca, disolvieron a la original banda King África y contrataran a Allan Duffy, cuyo nombre real seguramente tampoco es ése, cosa que no tiene importancia. Seguramente se llama Reinaldo Cadenas, o algo así. Nadie lo sabe.

El nuevo King África triunfó durante años y vendió millones de copias de grandes éxitos, como Bomba, Paquito el chocolatero y tantos y tantos otros, siempre versiones de temas populares que ya habían funcionado en otros tiempos con sus intérpretes originales. Era notoria su capacidad para chillar palabras de no más de dos sílabas sin desafinar demasiado y el público valoraba con entusiasmo esa estética que tanto se apreciaba entre los artistas obesos que visten túnicas, como Demis Roussos, quien alcanzó gran fama con su inolvidable Triki, triki, triki.

Pero los años habían pasado y las ventas de la obra de King África habían bajado. El reguetón estaba acabando con el verdadero talento de grandes artistas veraniegos, como Georgie Dann o el propio King África. Las tendencias, las modas, cambiaban, y los gustos de las nuevas generaciones iban por derroteros desconocidos y nunca antes explorados. Fue reflexionando sobre estas cuestiones como el agente de King África discurrió que no quedaba otra idea con mayor potencial que poner a su mejor artista a hacer el Camiño.

El agente de King África era de la vieja escuela, por eso era agente de King África, pero no desconocía las herramientas más elementales de los nuevos tiempos, como Google, y fue así como comprobó que cada artista o personaje de renombre que hacía el Camiño adquiría inmediata notoriedad. Lo habían hecho la hija de Bill Clinton, Martin Sheen, Juan Pablo II, Stephen Hawking, sí; Angela, Merkel, David Bisbal, Tita Cervera. Algunos habían hecho una etapa, o media; otros se habían hecho cien o cientos de kilómetros. Cualquier persona popular que hacía el Camiño gozaba de una cobertura mediática instantánea y gratuita.

Cuando se planteó el asunto en serio, tras unas charlas preliminares, el agente del artista y su equipo calcularon que King África podría caminar como mucho 100 metros diarios, lo que significaba que para hacer el mínimo oficioso de 100 kilómetros tardaría mil días. Dos años y medio, a ojo. La operación la hicieron tras analizar varios vídeos de él en el escenario. En un concierto de hora y media recorría un total de 60 metros mientras gritaba "¡Boooomba!" una y otra vez, o "¡Eh, eh, eh!". De ahí llegaron a la conclusión de que sin el subidón de adrenalina que ocasionaba la presencia del público y caminando sin chillar, 100 metros diarios era un objetivo difícil pero probable. Como a causa de la pandemia el mundo del espectáculo se había venido abajo, y no sabiendo lo que la situación tardaría en resolverse, 1.000 días de Camiño no parecían demasiados.

King África caminaba pesaroso al principio. El primer kilómetro, que lógicamente le llevó 10 días se le hizo largo, muy largo. Y los siguientes igual. A alguien, no sabía el artista si al agente, a alguien de su discográfica o a alguna promotora, se le había ocurrido que llevara una inmensa mochila, pues cualquiera de un tamaño natural parecería pequeña a espaldas de su corpulencia. Acababa cada una de la 1.000 etapas bufando, poniéndose y quitándose la gorra, sacudiéndose la túnica para ventilar el cuerpo.

Y funcionó. Siempre funciona. Es la magia del Camiño. Un admirador lo reconoció un buen día, como si no fuera la persona más reconocible del mundo, y subió un vídeo y unas fotos a las redes sociales, que se hicieron eco del asunto. También es reseñable que lo identificó no sólo por su vestimenta, sino además porque a cada rato, siguiendo las recomendaciones de su agente, que veía que la cosa no salía adelante, recorrió aquel día los 100 metros gritando: "¡Boooomba!".

La noticia de que King África estaba haciendo el Camiño la recogió un medio local gallego y pronto estaba por todas partes, también en su Argentina natal, desde donde saltó a toda Latinoamérica. Poco a poco, King África empezó a recorrer cada vez más metros diarios: pasó de 100 a 200, luego a un kilómetro. Y por el camino le iban saliendo bolos a los que cada vez acudía más gente, sobre todo porque tardaba semanas en llegar a cada nuevo destino.

El tiempo que le sobraba lo dedicó a protagonizar un documental sobre su experiencia en el Camiño y a promocionar marcas que patrocinaron su andadura. Espoleado por el éxito mediático, apuró el paso y al cabo de un par de meses ya era capaz de hacer hasta 10 kilómetros diarios si no había repechos.

Triunfó luego con una celebrada versión de Cantares, famosa canción de Serrat sobre versos de Machado. King África aparecía en el vídeo rodeado de bailarines y bailarinas gritando: "¡Golpe a golpe, verso a verso!". Siempre en adelante pensó que aquel éxito inesperado era un milagro del Apóstol, y no le sobraban razones, pues no cabe otra explicación alternativa. Vendió en unos meses más que Serrat en toda su vida.

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