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El Pico Sacro y sus mil leyendas

El Pico Sacro. TANIA SOLLA
photo_camera El Pico Sacro. TANIA SOLLA

Si hay algún lugar en Galiza que mezcle y remezcle las leyendas sobre el Apóstol, sobre sus supuestos periplos gallegos en vida y sobre su llegada una vez decapitado en Palestina, es el Pico Sacro. Es una maravilla antropológica, un geroglífico sin solución. Todos los mitos xacobeos caben en el Pico Sacro. Cae al pie del Camiño si hace usted la ruta ourensana que enlaza con la Vía de la Plata. Si no ha elegido usted esa variante, no se preocupe. Queda a 12 kilómetros de Compostela y es más que recomendable aunque usted tenga que desviarse antes o después de coronar la etapa final.

Como pocos otros lugares señalados del mito fundacional Xacobeo, en el Pico Sacro hay algo de todo. Se menciona en el Códice Calixtino como Illicinus, un monte sagrado que como sucede en los lugares más antiguos relacionados con el Camiño, tiene un origen pagano. Y como Santiaguiño do Monte y otros emplazamientos, fue reconvertido en un lugar cristianizado en el que con el paso de los siglos es complicado distinguir o acomodar la tradición religiosa con la transmisión oral y se vuelve imposible reconciliar las diversas e imaginativas versiones sobre su pasado y su relación con la prédica del Apóstol Santiago en Galiza y el posterior traslado de sus restos a nuestro país tras su decapitación.

Una vez participé en la grabación de un documental sobre la Raíña Lupa y al llegar al Pico Sacro se me revolvieron todos los relatos hasta el punto de perder todo sentido. Según las diferentes tradiciones orales -hay cientos-, el lugar fue escenario de una pelea a muerte entre los apóstoles del Apóstol Santiago y un fiero dragón a que vencieron valerosamente; o era el lugar donde se emplazaba el castillo de Lupa, o lo que sea, da igual. La cima del monte, de poco más de 500 metros de altura, es espectacular porque no hay nada más alto a la vista. Parece el Everest. Y allí a lo alto hay dos enormes rocas entre las que hay un estrecho pasillo que las divide y que según una de las mil leyendas, era el pasillo de la Raíña Lupa. También allá arriba de todo hay las entradas a unas cuevas que, se decía, comunicaban directamente al Pico Sacro con la tumba del Apóstol en Compostela.

Lo cierto es que no, lo que en absoluto debe desanimarnos a conocer el emplazamiento. Cuando rodamos aquel el documental, una obra que yo describiría como menor, inconclusa y difusa, entraron tres personas por una de las bocas de la cueva. Yo no entré por tres motivos: uno, que soy gordo; otro que soy cobarde y un tercero, que mi papel consistía en permanecer junto a la entrada de la cueva y saludar a un extra que ejercía de supuesto peregrino y pasaba por ahí con una camiseta de las cervezas Nasa, uno de nuestros delirantes patrocinadores. Pues entraron los tíos en la cueva y al cabo de unos minutos aparecieron por la entrada de la otra cueva, que queda a cosa de treinta metros. Por el camino sólo encontraron los huesos de un perro muerto, espero que accidentalmente, y un murciélago que andaba por ahí despistado y escapó como si el Joker estuviera asediando Gotham City.

No hay conexión subterránea entre el Pico Sacro y la tumba del Apóstol, pero tanta religión, tanta tradición y tanta leyenda dejan un poso histórico. Durante el ascenso hay una pequeña capilla originaria del S. IX y que conserva algunos elementos de sus orígenes románicos. Y una vez que usted llega arriba todo los demás da igual. Si las leyendas son creíbles o no, si algunas tienen un pase y otras no. Cuando atraviesa usted ese pasillo en el que hay que transitar de uno en uno en medio de dos rocas descomunales, se siente como una Raíña Lupa recorriendo sus dominios.

Se dice que esas rocas eran los cimientos de un castillo. Es imposible, pues se encuentran en la cima del monte, en un pico, que por algo le llamamos Pico Sacro y sobre eso no cabe ni un castillejo hecho con piezas de Lego. Si acaso, dada su ubicación estratégica y el campo visual que ofrece, sería un punto de observación. Tampoco hay evidencias lógicas ni arqueológicas que apunten en esa dirección, pero le digo yo una cosa, fíese de mí. A medida que usted va subiendo, que en una perspectiva opuesta a la que nos ofrece la formidable ilustración de Tania Solla se llega a la cúspide por unas escaleras, le juro que dará crédito a cada una de las leyendas apostólicas, a cada mito sobre la Raíña Lupa y a lo que se le ocurra por el camino. Y cuando atraviese el pasillo de Lupa y se asome a la cueva, usted misma creará una nueva leyenda, un nuevo mito, un nuevo relato y una nueva versión.