Opinión

Asegurar la normalidad

EN ESTA SEMANA llega el invierno, la lotería como acontecimiento nacional, estaremos en la puerta de la Navidad y se celebra un Consejo de Ministros en Barcelona, que debería ser un acontecimiento normal y sosegado, como corresponde a unas jornadas que se suponen de paréntesis de todas las tensiones. Puede verse, sin embargo, como doblemente extraordinaria es esa convocatoria en la capital catalana. En una valoración positiva, es extraordinaria la iniciativa de llevar a la Ciudad Condal la reunión del Gobierno de España. No se practica la presencia del Gobierno por la España de las autonomías salvo con motivaciones electorales: el Prestige en Galicia, con José María Aznar, en una crisis que no supo medir aquel gobierno popular, o ante las elecciones andaluzas últimas . No sirvió para salvar a Susana Díaz la presencia del Gobierno con Pedro Sánchez en Sevilla. Y es extraordinaria también por los interrogantes que abren las circunstancias de orden público que puedan rodear esta reunión del próximo viernes en Barcelona.

El Gobierno está obligado a lograr por acción y por previsión de anticipación que no sean los acontecimientos de orden público en las calles los titulares que abran los informativos dentro y fuera de España. Nadie discute el derecho a manifestarse pero sí que bajo ese paraguas de las libertades se pretenda por algunos el control social y político de una sociedad en un sistema democrático. Resulta curioso que también en este caso los extremos están más cerca de lo que parece: el nacionalismo secesionista catalán considera una provocación esta reunión del Gobierno en territorio catalán y el nacionalismo uniformista español opina lo mismo: no debería irse el Gobierno a Barcelona. Lo ven como una concesión. Estas salidas de Madrid deberían formar parte de una normal práctica periódica, con o sin problemas extraordinarios.

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