Opinión

Permanencia y clientelismo

LA LARGA permanencia en el poder de un mandatario o de un partido es clima y abono propicio para la corrupción y la siembra del clientelismo como forma de ganar voluntades y votos. Es una auténtica perversión de la democracia y una anulación de la imprescindible autonomía de la sociedad civil. A esta, en todo caso, se la instrumentaliza en favor del poder y sus consignas por la vía de las ayudas discrecionales y los entramados de intereses que se crean.

Es una rémora para el avance económico y social. España, en los poderes locales-provinciales, autonómicos y hasta centrales, ofrece claros ejemplos de esa realidad en tiempos de democracia. A mayor proximidad de poder, mayor riesgo de enraizamiento de las redes clientelares. Hablar de la permanencia del histórico caciquismo, por ejemplo al referirse desde fuera a la Galicia rural como un anacronismo, es una forma de colocar una venda sobre los ojos para ocultar esta otra realidad, tan caciquil como el peor de los pasados. No sucedió solo en la Cataluña convergente de los Pujol.

El caso de la presunta corrupción con el dinero del paro en Andalucía está en vía judicial. Será ahí donde se determine si hubo o no delitos y quiénes son responsables. Pero lo que es evidente es que en Andalucía, y en otros muchos espacios, incluidos ámbitos gallegos, faltó y falta la autocrítica por la perversión política que es innegable en esas situaciones de décadas de poder de un mismo color. Y esto, con independencia de las responsabilidades judiciales que pueda haber o no.

El clientelismo fue —¿es?— una forma de hacer política en Andalucía y fue un freno para el desarrollo de esa región. A la hora de hablar de solidaridad interregional, habrá que contemplar la gestión de los recursos y evaluar resultados después de ingentes fondos europeos y financiación solidaria. La buena gestión de los recursos es la vía de salida del atraso.

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