Opinión

Riesgos populistas

LAS MOVILIZACIONES sociales y políticas que siguieron a la polémica sentencia de La Manada consiguieron desplazar del foco de primer interés el anuncio del final de Eta. El cierre del terror etarra, aunque ya estuviese asumido, es un hecho relevante en el acontecer de la España de los últimos sesenta años. En cuanto a la sentencia de Pamplona, parece obvio que marca un cambio en la visión de la violencia sexual hacia la mujer. Parece obvio igualmente que hubo políticos que en el afán de incorporarse a un estado de opinión no supieron dar la talla. Tendrá que haber modificaciones legislativas pero tendrán que salir del trabajo sereno de los expertos y no de las declaraciones oportunistas del portavoz partidista de turno.

La sensibilidad que se le exige a los políticos y a sus organizaciones hacia los cambios sociales implica que den respuestas desde la reflexión en el marco de sus posiciones y desde la responsabilidad de quienes gobiernan o aspiran a gobernar. Esa deseable permeabilidad hacia los cambios no significa una carrera desenfrenada por colocarse al frente de la manifestación. Cuando un ministro de Justicia critica o cuestiona a los jueces algo esencial, en algún punto del sistema, algo está fallando. La respuesta que siguió por parte de algunos partidos y algunos políticos, sobre todo en quienes tienen responsabilidades de gobierno, tuvo tintes populistas: se subieron a la movilización solo por el temor a quedar descolocados social y políticamente.

Esto es oportunismo y populismo. Frente al final de Eta hay un discurso que es incuestionable: fue el Estado de derecho el que venció a los pistoleros y a su organización. Y el final no debe borrar el dolor y la injusticia de esos crímenes. Pero eso no implica negar la realidad positiva de este acontecimiento. Este anuncio de final de terror representa algo muy esperado, tanto para la sociedad vasca como para toda España.

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