Opinión

Tensiones en la vuelta

UN TRIMESTRE después de la moción de censura de Sánchez a Rajoy, que fue recibida entonces como un alivio, la reentrada llega con una variada carga de incertidumbres políticas y con un estado de opinión alimentado con tensiones. La estrategia de acentuar hasta el límite de la confrontación los elementos de desencuentro se adueñó, a izquierda y derecha, de la política española.  Cuando no hay gestión, es táctica sectaria, de objetivos electorales. Vuelven debates que parecían enterrados en la tumba de la historia. La cuestión catalana acentúa las grietas. Y el esperpento de la documentación para la rehabilitación del viejo hospital de Lugo muestra las vergüenzas de la falta de gestión. Los consensos, acuerdos y pactos de la transición se resquebrajan. Más que una superación de aquella transición, que aportó el más largo período de libertades que conoce este país, estamos ante una estrategia de desmantelamiento de cuanto se valoró como logro histórico, desde la reconciliación nacional que lanzó el PCE en la noche del franquismo. No es lo mismo dar por cumplida la tarea de la transición, como un objetivo alcanzado, que desmontar aquellos consensos que buscaron enterrar en la historia los demonios de los enfrentamientos civiles que impidieron la incorporación de España a las libertades y al progreso social y económico. Es un desandar caminos. Incluso los militares han reaparecido de nuevo en la polémica. Franco se convierte en monotema, quién lo iba a sospechar, casi 43 años después de su muerte. Esta activación es más que frivolidad. Es una irresponsabilidad de altos riesgos. Para retirar el cadáver del dictador de la tumba, que él se construyó con el sudor de los presos políticos, no era necesario, ni aconsejable, recrear escenarios cerrados por acuerdo prácticamente unánime de los testigos y víctimas directas de la barbarie.
 

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