Opinión

Tomar nota

¿HAY VOLUNTAD real por parte de Quim Torra y lo que él representa en el independentismo catalán de abrir vías de diálogo con el Gobierno para desatascar el conflicto? El inmovilismo, de una parte, que se pudo denunciar con Rajoy en la Moncloa, hay que denunciarlo ahora, y con más fundamentos, en la parte independentista catalana que representa Torra. En vísperas de la entrevista con Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España, aquel incrementa los gestos, el tono y la frecuencia de su bronca.

 "Toma nota", dice en un tuit sin desperdicio para ver que nada ha cambiado por parte del secesionismo radical, ante el apoyo del ministro de Asuntos Exteriores al embajador de España en Washington por la intervención que tuvo tras la provocación del presidente de la Generalitat. La respuesta del señor Borrell fue de manual: un embajador de España está obligado a decir lo que dijo Morenés, y el Gobierno a apoyarlo, ante los ataques al sistema democrático español por parte de Torra. Si el camino para el diálogo sobre el problema catalán lo pretende trazar el fundamentalismo nacionalista de Torra, no hay salida.

El otro fundamentalismo nacionalista, revestido de uniformismo centralista, ya demostró su incapacidad para entender como unidad plural —unidad y plural— una España diversa. A la apuesta del presidente Pedro Sánchez por el diálogo con la Generalitat que preside Torra, que reiteró tras la reunión con el Consejo de Europa y una entrevista con Angela Merkel, le falta una mínima formulación, firme y segura, de lo que son condiciones básicas para el diálogo: disposición para escuchar y renunciar. Capacidad para el encuentro. En el escenario actual solo se ve buena voluntad de un lado, para no hablar de "buenismo", y exigencia de que le den la razón y lo que pide desde la intransigencia y la mala educación. O hay puentes abiertos que permanencen ocultos, o todo apunta a un fracaso inmediato y a que el conflicto siga abierto, salvo que se acceda a lo que no se puede acceder.
 

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