Opinión

Pintadas

‘Could you say me why Astano non fai barcos?’ (‘¿Podrías dicirme por qué Astano no hace barcos?’). Ferrol, años noventa. Contemplo por primera vez la gloriosa pintada en una foto de Pablo Romero

Pintadas
photo_camera Pintadas

AHÍ VA UNA de mis tres favoritas: En un momento dao, todos al tejao. La vi hace años en la fachada de una casa okupa de Lavapiés.

La segunda remite a mi infancia: Libertad para el mono del quiosco. Entonces, seguro que escribieron kiosko, pero dale con la RAE. Quizás era Liberad al mono del kiosko, aunque tal vez sea una contaminación de la orca Willy. En Hispanoamérica, por cierto, titularon la película Liberen a Willy. En Portugal y Brasil podría haber sido O senhor poderia fazer o favor de libertar Willy. Aquí —pasan los años en la diáspora y aquí sigue siendo Galicia y casa, Carballo—, Ceibade a Willy, poder popular.

La pintada no tiene gracia fuera de contexto, aunque cuando se explica una coña, pierde el chiste: junto a la ventanilla del quiosco de Alfonsa, luego de su hijo Alfonso —no confundir con el Kiosco Alfonso de A Coruña, porque en el que nos ocupa sólo se exponían helados y, como diría Rajoy, los chuches, que nosotros llamábamos golosinas—, había una máquina expendedora de bolas, que contenían pequeños juguetes. El atractivo residía en la parte superior, donde un mono enjaulado llamaba la atención de los críos. El mono hablaba. Quizás era un chimpancé. Un mono de peluche que, por ejemplo, decía: "Hola, ¿quieres ser mi amigo?". Quizás afirmaba, no lo recuerdo ahora: "Hola, quiero ser tu amigo". Pero tengo la certeza de que, al cabo de unos segundos, insistía: "Si me hablas, te hablo". No recuerdo haberle hablado.

El caso es que alguien pintó y pidió en un muro de bloques de hormigón de la zona escolar que liberasen al mono del quiosco. Quizás, aquí y ahora, no esboce ninguna sonrisa, pero a mí, más que simpático, me parece genial. Me imagino que a algunos de los que no les hace ni puta gracia serán fanes fatales de Breton, Duchamp, Buñuel, Huidobro, Dario Fo o David Lynch. Y de los surrealistas, los patafísicos, los dadaístas y de esa chavalada que hacía paridas sin sentido alguno, por desamor al arte, de cuyo nombre no me acuerdo y tampoco voy a molestarme ahora en acordarme. Para mí todos los ismos estaban encerrados tras aquellos barrotes.

Me acordé de todo esto de las pintadas cuando leí un reportaje de Sonia Vizoso. La pintada nunca llegué a verla en Santiago de Compostela, pero me la contaron, no sé si Arturo Vizcarra o Xurxo Chapela. Rezaba: Conxo, capital da movida mental.

Ahora que hago mala memoria, cuando hablaba de las paridas del arte, no me refería a quemar un millón de libras, como hicieron en 1994 Bill Drummond y Jimmy Cauty en la isla escocesa de Jura. Un trabajo, más que de artista, de artesano, porque prendieron los billetes de cincuenta libras uno a uno. Menudo curro. Obviamente, años después, Drummond se arrepentiría de aquella obra inflamada de arte. Hay una película: Watch the K Foundation burn a million quid (Vea como la Fundación K quema un millón de quids). Lo de quid es como decir ouro en vez de euro. O talego en lugar de mil pesetas. O ‘bin laden’ en vez de billete de quinientos euros, porque yo tampoco lo he visto.

A lo que me refería era a los situacionistas, quizás a Guy Debord, a la Angry Brigade y a toda la pesca, aunque creo que me estoy haciendo la picha un lío y en realidad quiero hablar de otra peña de cuyo nombre sigo sin acordarme. Gente que salía a la calle, tiraba unas octavillas con no sé qué escrito y a follar, que para eso eran artistas. Llevo una semana sin parar y durmiendo poco, por lo que me falla la memoria y entonces pasa lo que pasaba cuando no había internetes, ni móviles, ni oráculos de Google, que ahora resulta que todos somos muy listos y tuiteamos como si no hubiese mañana lo que hemos robado o descubierto hace un minuto.

Pero qué desgraciados e hipócritas somos. Antes, por lo menos, cuando alardeabas, todo se quedaba en una cultura del Tentaciones, que consistía en echarle un ojo al suplemento de los viernes y enterarte de qué iba el rollo. Previamente, otros leerían La Naval o La Luna de Madrid; y, quienes sabían, tenían y podían, la New Musical Express y demás revistas extranjeras molonas. Ahora todo va a toda hostia y yo no soy capaz de encontrar a los niñatos esos, aunque acabo de caerme de la burra: ojo, que los de la Brigada Iracunda ponían bombas. Servando Rocha ha escrito para La Felguera el libro Nos estamos acercando… La historia de Angry Brigade. 

Su octavo comunicado rezaba así: "Hermanos y hermanas, ¿cuáles son vuestros deseos reales? ¿Estar sentados en la cafetería, con la mirada distante, vacía, aburrida, bebiendo un café que no sabe a nada o, quizás, volarla o prenderle fuego". Ya hablaremos de otros libros de La Felguera, que también publica la revista Agente Provocador, autodenominada "el órgano de expresión de la generación salvaje". La editorial de Servando sí que es una joya de la contracultura. Cuando encuentre un momento, ya perseguiré a esos jovenzuelos artistillas para encerrarlos en una jaula expendedora de bolas para que ellos soliciten nuestra amistad y algún grafitero con gracia o carente de ella reivindique un secuestro sin posibilidad de rescate.

Comentarios