Opinión

Yo también soy Roberto, Celestino y Miguel

VARIAS FACULTADES de la Universidade de Santiago han sido el escenario elegido por los radicales de Acción Antifascista para colgar panfletos en los que se insulta y amenazaba a los profesores Roberto Blanco Valdés, Celestino García Arias y Miguel Caínzos López, tildándoles de "profesores fascistas da USC" y se les advierte que "estais no nosso ponto de mira". No es la primera vez que acosan a estos profesores, pero el caso de Roberto Blanco es el peor. Le han tapiado y atornillado la puerta de su despacho en la Facultad, y hasta atacado su domicilio en varias ocasiones. Su pecado imperdonable para estos inquisidores nacionalistas, defender la constitución, la unidad de España y sobre todo la libertad para pensar y expresarse con libertad. 

Roberto y sus colegas son víctimas de la enfermedad crónica de la humanidad, qué más ha enfrentado a personas y las naciones, no querer dar la razón a los que se consideran en su posesión. Ellos han comprobado en carne propia el precio a pagar por renunciar a ser seguidistas de los violentos, aquellos que viven dominados por la creencia de que todo el mundo debería pensar como ellos, olvidando que pretender siempre la razón consume gran cantidad de energía, al tiempo que nos impide disfrutar de los demás.

Es paradójico que se ataque a profesores universitarios precisamente en la universidad. El lugar idóneo para descubrir que aceptar las ideas de los otros es en realidad más sencillo de lo que parece, y basta con tener presente que hacerlo no significa adoptar o validar las opiniones contrarias. En las aulas donde se debería aprender lo que decía Hypatia de Alejandría "defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de manera errónea es mejor que no pensar...."

Estos profesores creen con George Orwell que si la libertad significa algo será, sobre todo, el derecho a decirle a los demás lo que no quieren oír, y que ser libres es ser valiente, ya que a menudo es más fácil hacer ciegamente lo que te dicen que ser uno mismo, porque “la libertad es un lujo que no todos pueden permitirse” (Otto von Bismark). Son perseguidos por pensar y opinar distinto, y en particular por su visión crítica, que para algunos supone una suerte de agravio, de ofensa suprema, porque ellos siguen a Voltaire cuando afirma “proclamo en voz alta la libertad de pensamiento y muera el que no piense como yo”.

En nuestros días la libertad de pensamiento tiene dos graves enemigos, el pensamiento único y el políticamente correcto. Ambos son lo contrario al atreverse a pensar, y con su proliferación podemos deducir que si todos piensan igual es que ninguno está pensando, por lo que urge ser disidente de estos conceptos que causan un ambiente irrespirable de intolerancia y de falta de moderación.

Me declaro enemigo de los que quieren imponer su pensamiento y detesto el linchamiento de los que defienden honradamente sus ideas. Declaro mi odio a las trincheras ideológicas y a los sectarios, mi desprecio intelectual a esos nuevos inquisidores, y todo mí afecto y solidaridad a los que tienen el valor de defender sus ideas sin amedrentarse. 

A Roberto, Celestino y Miguel, les es de aplicación aquello que el filósofo Fernando Savater decía de otros profesores que eran también acosados por sus ideas en el País Vasco, “no son víctimas, sino luchadores", porque al igual que ellos defienden la dignidad de la universidad.

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