Opinión

Innovar para sobrevivir

 

HACE UNAS decenas de años, cuando las prendas de ropa manufacturada –trajes, americanas, pantalones y abrigos– empezaban a llegar al mercado, un sastre que ejercía el oficio en una ciudad gallega se percató de que su clientela era cautivada por el buen diseño y calidad de la ropa de fábrica. Entonces tomó la decisión de cerrar la sastrería, contactó con las mejores marcas de ropa del mercado y reformó el local para reabrirlo como un comercio de confección que fue un referente de moda masculina.

Por aquella época un veterano cerreteiro tenía las mejores parejas de bueyes de la comarca que le acreditaban como buen transportista de mercancías, desde madera hasta piedra, grano o hierba seca. Cuando llegó el primer tractor a la aldea vio que bueyes y carros no podían competir con su potencia y fue al concesionario más cercano a comprar el más potente. Con esa máquina diversificó el trabajo alternando el transporte mixto con tareas agrícolas y en poco tiempo adquirió dos camiones para llevar mercancías por las rutas del país.

El problema del taxi es complejo y la solución pasa por replantear su modelo de negocio que tiene que convivir con estos y otros competidores

Ya en los años 80, cuando abrieron las grandes superficies comerciales, un veterano comerciante, sabedor de que su ultramarinos no podía competir con aquellos monstruos, reformó su local que reabrió especializado en productos de alta gama –embutidos, carnes, verduras, vinos, licores...– de las mejores marcas nacionales. Con esa medida mantuvo muchos viejos clientes y captó a otros que buscaban los productos de su nueva línea de negocio.

Estos tres ejemplos, tan viejos como reales, eran la avanzadilla de la revolución digital que ahora trae nuevos competidores a todos los sectores. Reparen en la prensa escrita, las librerías, las agencias de viajes, la telefonía, la ingeniería, la fotografía, el transporte aéreo... Esa revolución también llegó al sector del taxi que lleva años en conflicto con los VTC de Uber y Cabify, que también llegarán a Galicia.

El problema del taxi es complejo y la solución pasa por replantear su modelo de negocio que tiene que convivir con estos y otros competidores. Como hicieron en su día el sastre, el carreteiro, el comerciante y hacen ahora los afectados por las tecnologías que, en lugar de quedarse parados viendo la tormenta, reaccionan innovando para poder sobrevivir en este nuevo marco competitivo.

Revelarse contra el progreso con protestas violentas es perder la razón y pretender eliminar la competencia es cerrar el conflicto en falso. El miércoles más.

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