Opinión

El patio político nacional

LA SENTENCIA de la trama Gürtel y la moción de censura alborotaron el teatro político, también en Galicia, y esta columna no puede dejar de comentar algunas impresiones, solo algunas, que percibe un espectador desde la mirilla virtual del escenario.

Uno. En España la justicia es lenta, pero funciona. Queda probado que no al dictado del PP o de Rajoy, como dicen los independentistas, sino desde la independencia que da la división de poderes, que también juzgará la rebelión de los secesionistas.

Dos. Los hechos juzgados son de la etapa de Aznar al frente del PP. Por eso asombra ahora el silencio de quien daba lecciones abroncando a todos. También a su sucesor, que no supo, no quiso o no pudo limpiar la corrupción que le dejó, que abochorna e indigna. Por esa dejadez Rajoy, que alcanzó buenos resultados gobernando, perdió crédito político y tendrá difícil rearmarse.

Rivera ejerce de Torquemada contra la corrupción de Rajoy. Pero cuando Aznar le invitó a conferenciar en FAES —junio, 2017— no hizo alusión alguna a la Gürtel

Tres. Sánchez busca un protagonismo que parece será efímero al presentar la moción sin recabar aliados y apoyos. Le pierde una ambición desmedida y el ansia de llegar a la Moncloa, que tiene la recompensa de una pensión vitalicia. ¿Cómo puede garantizar estabilidad con un gobierno apoyado por 84 diputados? El no a Rajoy que comparte con la oposición no es un programa de gobierno.

Rivera ejerce de Torquemada contra la corrupción de Rajoy. Pero cuando Aznar le invitó a conferenciar en FAES —junio, 2017— no hizo alusión alguna a la Gürtel, a Bárcenas, a Matas, a Rato y a más episodios que florecieron en el aznarismo. Mala memoria o doble rasero.

Iglesias agita las aguas para revolver el río y pescar, incluso a Sánchez. La moción hizo olvidar su proceder acomodaticio que Manquiña expresaría con la sentencia "como te digo una cosa, hago la otra". Y los independentistas ponen precio a sus apoyos. Les interesa un gobierno débil y seguir viviendo a cuenta del Estado que quieren destruir.

Cuatro. Los mercados que nos prestan divisan inestabilidad institucional y política e incertidumbre económica. Eso espanta a los inversores, encarece la deuda, merma el crecimiento, la creación de empleo... Es la cuenta que pagaremos todos.

Cinco. Los partidos mayoritarios, incluido el PP, aprovechan esta situación en beneficio propio. Van a lo suyo mientras el país está inmerso en la crisis de Estado más grave desde la Transición y puede precipitarse al abismo. Pero, parafraseando lo que dijo Unamuno a Millán Astray, parece inútil pedirles que piensen en España.

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