Opinión

Doña Cayetana y Feijóo en la escalera

La marquesa de Casa Fuerte, doña Cayetana Álvarez de Toledo, portavoz del PP de Pablo Casado, permanece instalada en unos tópicos sobre los gallegos que imaginábamos superados, salvo en gentes poco instruidas, nada viajadas y sin lecturas. No es el caso que nos ocupa, visto el currículum. Pudieran ser influencias de la lectura de Mafalda, aunque seguramente no figuró en sus preferencias, o de los estereotipos argentinos sobre gallegos, ofensivos casi siempre.

Doy por constatado que Feijóo no le cae bien políticamente: cuestión de centralidad del gallego frente a una portavoz de Pablo Casado empeñada en anclar el mástil de la bandera en la derecha de verdades eternas, la pura y dura, de «espíritu burlón y alma quieta». Doña Cayetana debe saber cuándo Feijóo sube o baja una escalera, incluso en la sede popular de Génova. Basta con una mínima observación. Últimamente parece que solo sube, aunque ella no lo vea.

La señora marquesa entiende como indefinición situarse y moverse por los espacios de la templanza, en conclusión personal mía. Ese entendimiento y ejercicio de la política que hizo posible la Constitución de 1978 y la ley de Amnistía. Posiciones que faltaron o no encontraron eco en la España que se resistió a entrar en la modernidad. Quienes hacen bandera de constitucionalismo no deberían olvidar que fue la disposición al encuentro, que implica cesión, la que trajo el mayor período de libertades y prosperidad a este país.

Que no le gusta Feijóo lo deduzco en la lectura de una entrevista en El Confidencial. Ni una mínima expresión de reconocimiento al éxito electoral de su compañero de partido. Ella mide los triunfos porcentualmente. Pasar de un diputado a dos representa una subida del cien por ciento. Si Feijóo creciese porcentualmente así, en Galicia tendrían que ampliar el salón de plenos del Hórreo. Que no le cae bien Feijóo y sus posiciones por la centralidad, la lleva al recurso del manido tópico sobre el gallego en la escalera, no se sabe si sube o baja. Según ella, y para quedar plenamente retratada, tal tópico es algo que le gusta a los defensores de las identidades. Supone una novedosa aportación a la antropología cultural y a las teorías más rancias de los nacionalismos políticos: meter en la cesta de la identidad cultural los tópicos que se alimentaron en el pasado aislacionista y lejano. Ni se le ocurrió a Vicente Risco para imaginar una Galicia como nación. Hay tintes xenófobos, llamémosle a las cosas por su nombre, en esos estereotipos que nacieron del desprecio.

Recurrir hoy a ellos no es una carta de presentación para sumarse al debate de Harper’s en contra del "uso perverso de causas justas para estigmatizar personas". Más bien, el recurso a los tópicos es una forma rancia que trae al presente condimentos de las estigmatizaciones del pasado.

Quien fue reconocida por «sus logros profesionales, compromiso con la sociedad y su potencial para contribuir a forjar el futuro del mundo» debería entender la tendencia a buscar la centralidad en la política, desde la derecha o desde la izquierda, como la vía para construir civilización y futuro. La centralidad o la templanza no es indefinición.

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