Opinión

Échenles un galgo

LOS LADRONZUELOS o raterillos, en libertad pero con asuntos pendientes con la justicia (propios de su oficio), suelen disponer de un dilatado espacio de tiempo entre los hechos delictivos y el precisado para comparecer ante el tribunal o juez que los sentencie, paréntesis que les brinda un generoso campo operativo, con posibilidad de fuga incluida. Échenles un galgo, como apunta el refrán. Por eso, de muchos de ellos nunca más se sabe. Nadie puede sustraerse de la acción de la Justicia, pero la lógica también concibe que no van a estar esperando, meses o años, para acabar en el trullo, pudiendo gozar de la preciada libertad. ¿Culpables? Sí que lo son, lo mismo que quienes rezagan el proceso y su comparecencia para sentarlos en el banquillo. No es por tanto extraño que dos autores de sendos atracos en Lugo, perpetrados en febrero y julio de 2017, casi dos años uno de ellos, hayan dado plantón cuando se les llamó al juzgado, aunque fuese para rebajar su pena. ¿Cómo es posible que un procedimiento penal tarde tanto tiempo en resolverse? Cierto que hay otros muchos casos peores, como cierto es que todos ellos denotan un desfavorable funcionamiento de los juzgados, sea por las razones que sea.

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