Opinión

Invasión

ESTA VEZ no son ovejas merinas trashumantes que invaden cada año, como simbolismo tradicional, las calles de Madrid, lo que ocurre desde hace seiscientos años, sino jabalíes en manada correteando confiadamente por la urbe de la capital del reino, dando fe a que su invasión se generaliza, sea cual sea el escenario de su presencia. El aumento desmedido de la población de los cerdos salvajes, incluida en la lista de las cien especies más dañinas del mundo, está originando verdaderos quebraderos de cabeza para su control y, sobre todo, por el peligro que representa, no solo para las cosechas y zonas habitadas, sino para la seguridad en las carreteras. Que los accidentes de tráfico con jabalíes se hayan disparado en Galicia casi un setenta por ciento en dos años, y cerca del cincuenta por ciento en España, certifica la evidencia. Este incremento debería bastar para que se asumiesen prevenciones serias, garantizando un mínimo de seguridad a los automovilistas, pero la sensación es de que se mira hacia otro lado. No es fácil, pero si no se intenta cortar la avalancha, jamás se conseguirá reducir el riesgo cierto. Es seguramente lo que desean los grupos ecologistas radicales, ofuscados con sus indefendibles teorías. Ante todo y sobre todo está la vida de las personas.

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