Opinión

¡Manos arriba!

UN ATRACO siempre es un atraco, pero hay maneras y modos, incluido el que el asaltado se humille ante el atracador para ofrecerle el botín. No es lo mismo que un forajido se juegue el bigote, o algo más, que plantarse en la ventanilla sabiendo que no será necesario encañonar o cargarse al cajero, bien sea porque (el cajero) es lerdo, le carcome el miedo o es connivente para el reparto de la rapiña. ¿O no es un remedo de ‘¡manos arriba!’ el orquestado por proetarras vascos y separatistas catalanes para rentabilizar a su medida el apoyo a los presupuestos del Estado? Dicen que cuarenta mil millones del ala (de momento), con ofensiva solfilla de vítores y aplausos a tan avispados patriotas, que lo único que les urge es que el Estado se vaya al garete ya para campar a sus anchas en sus pretendidas repúblicas. Si antes era España la que les robaba, ahora la toman cómodamente por asalto. Y para más inri se les ensalza como valedores de la democracia. Son, eso sí, los menos culpables del saqueo, porque aun siendo deshonesto, se aprovechan de la fragilidad moral de los pardillos que les abren la caja fuerte, los que tanto lamentan el gasto de cien millones que la Comunidad de Madrid invirtió en un hospital para atender a los enfermos de la pandemia.

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