Opinión

Nidos de víbora

UNOS MÁS que otros, los partidos políticos son, en su esencia, nidos de víbora, con luchas intestinas que inhabilitan todo intento que permita ejercer el espíritu democrático que se les demanda. Cada vez más, y lo tenemos bien a mano estos días. A los más herméticos y disciplinados, los que mejor suelen funcionar, se les tacha de totalitarios, y los muy dispersos, donde cada uno es hijo de su madre, se diluyen en su incapacidad de organización, para acabar en una escombrera. En realidad pelean por acaparar cuotas de poder cuyo reparto no alcanza para contentar a todos los aspirantes al momio.

Su comportamiento, casi siempre infantiloide en el planteamiento, retrata una democracia inmadura e incapaz de servir a la comunidad, que tampoco tiene muy claro lo que quiere. Visto el panorama, hay que preguntarse cómo es posible que algunos de estas agrupaciones, odiándose tanto unos a otros, que se baten acuciadas por el fuego amigo (es un decir), como es posible, digo, que aspiren a conllevar tareas de gobierno con otras que no les son afines. Llegado el momento, si se produce, asistiremos a verdaderos debacles, en los que siempre se impone el sálvese quien pueda.

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