Opinión

Sofocos

YA NO se sabe muy bien si es peor el sofoco en sí o que le recuerden a uno, e insistan una y mil veces, que sufrimos el peor jadeo desde aquel otro tan contumaz del Cuaternario. Es la matraca de cada canícula, como si el calor, lo mismo que las bicicletas, no fuese cosa del verano. Pues erre que erre. Los editores de los diferentes telediarios, no se sabe muy bien si por necesidad de rellenar espacio o porque realmente no se acuerdan de lo que el año pasado hicieron lo mismo, expanden mañana, tarde y noche que la ola de calor de estos días es la peor de todas las que soportó la humanidad desde que Adán deambulaba por el Paraíso con taparrabos. Para reafirmarlo, y certificar la veracidad de lo volcado en cada reporte canicular, participados por legiones de informadores, no se les ocurre nada más original que preguntar a un descompuesto cordobés o a una asfixiada dama de Sevilla cómo son capaces de sobrellevarlo, persuadidos de que jamás les apretó tanto el ahogo como en este, para ellos, ardoroso agosto. No lo constatarían si el escenario del interrogo tuviese el aderezo de nuestra brisa cantábrica. Pero no sirve para fines tremendistas.

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