Opinión

Gripe con Marie Kondo

LA GRIPE que ha tumbado a media España ha entrado en mi casa. Primero fue Marcial. Luego caí yo, evidentemente contagiada por mi marido (aunque él lo niega). Soy un saco de gérmenes y mocos que yace desmadejada en el sillón, con una tos tan fuerte que tengo agujetas y el estómago del revés a consecuencia de un cóctel de paracetamol, ibuprofeno y codeína, caramelos de menta, té con miel y caldo de pollo. Tengo prohibidas las visitas (esto es contagiosísimo, diga lo que diga Marcial), y los ojos me lloran tanto que no puedo leer. De hecho, escribir este artículo me está costando la vida. El único consuelo que me queda es ver la tele. Y aquí estoy, en pijama, con el pelo aplastado y la voz de ultratumba, agradeciendo la inacabable oferta de narcóticos que ofrece el panorama audiovisual (qué terribles tenían que ser las gripes cuando sólo había dos cadenas). Fue así como descubrí la serie de Marie Kondo, una joven japonesa que explica a la gente como tiene que ordenar su casa. La adorable Marie recorre hogares ajenos enseñando a la peña a ser más organizada, y lo hace con una sonrisa angelical y gestos de geisha. Sospecho que detrás de su aspecto dulcísimo y sus maneras delicadas se esconde un ser implacable que va por el mundo animándonos a deshacernos de aquello que nos sobra, es decir, prácticamente de todo. La serie de Marie Kondo cuenta con audiencias millonarias y ella se ha hecho rica diciendo que doblar la ropa de los niños es como contarles un cuento antes de dormir, que uno sólo debe tener en el armario las prendas que le hagan sentirse feliz, y que es innecesario guardar más de treinta libros. En ese punto, he dejado de confiar en Marie Kondo y su habilidad para llevar armonía a los hogares. Quiero que me baje la fiebre para poder volver al libro que estoy leyendo y que me mira desde la mesa compartida con pañuelos de papel, los analgésicos, el termómetro y el jarabe para la tos. ¿Cómo será la casa de Marie Kondo cuando tiene gripe?

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