Opinión

Días de pasta y trajes blancos

Hay gente que muere un tiempo antes de fallecer. Morir en alguno de los aspectos posible. Tony Bennett padece desde hace unos años un alzhéimer, agravado en los últimos meses y ya reconocido. Él no sabe que lo sufre, el resto del mundo sí y debemos asumir que en las miradas perdidas pervive la otra voz de EE.UU. El crooner Tony Bennett, probablemente el último de su estirpe, es una de esas figuras extrañas que ha planeado durante décadas entre la más absoluta fama y el personaje de culto. Todos lo conocemos pero sin saber exactamente de qué, los adeptos más jóvenes probablemente por sus duetos y los más antiguos por su rivalidad con Sinatra

TONY BENNET (Nueva York, 1926), pese a su enfermedad, grabó un documental y un concierto de su nuevo disco a dúo con Lady Gaga I get a kick out of you, con el que ha conseguido seis nominaciones a los Grammy con 95 años. Como bien reconocen la familia y amigos, Tony casi no pudo completar este trabajo. El Alzheimer estaba siendo voraz con su mente y cada día era una guerra de trincheras. Pero al entrar en el estudio y escuchar a la banda, no falló ni una letra. Algo en él seguía intacto.

Cuando el crooner no sumaba más de 10 años, pudo actuar cantando O sole mío junto al alcalde de Nueva York Fiorello La Guardia durante la inauguración del puente Triborough. Ese fue su primer trabajo remunerado como cantante, pues en los domingos de pasta en familia cantaba pero sin ver un centavo, y Bennett presume cada vez que puede de que lleva ochenta años ejerciendo como artista. Aquel niño no era una estrella, era Anthony Dominick Benedetto, hijo de inmigrantes y rozaba la pobreza.

Sus padres eran ambos de Calabria, aunque a su madre le gustaba decir que nacida en Estados Unidos y no en la península itálica. Sus cuatro abuelos eran calabreses. El padre de Bennett ejercía como tendero y su mujer esporádicamente trabajaba fuera de la casa. En el décimo año de vida de Tony, su padre fallece inesperadamente y la viuda decide trabajar como costurera, sacar a su hijo de la escuela y aprovechar que sabe cantar para beneficiarse de ello.

Fue uno de los soldados que liberó el campo de concentración de Landsberg, del que solo se sabe el mínimo de muertos, unos 6.500, pero no la cifra real

Uno de los tíos del joven era bailarín profesional de tap, lo que nosotros conocemos como claqué, en espectáculos de vodevil. Fue el encargado de introducir a Bennett en el mundo del show, del que quedó prendado. Es por ello que con esfuerzo y ahorros familiares logra entrar en un instituto de artes, en el que entra en contacto con otras disciplinas y de donde surge su faceta como pintor, el artista plástico Benedetto, casi renacentista por el nombre.

El dinero se acaba antes de poder completar los estudios y Tony debe volver al trabajo, pero las lecciones aprendidas las mantendría el resto de su vida. Al cumplir los 18 años fue reclamado por el Ejército para combatir contra Alemania durante la II Guerra Mundial, en concreto en la 63ª división de Infantería. Fue uno de los soldados que liberó el campo de concentración de Landsberg, del que solo se sabe el mínimo de muertos, unos 6.500, pero no la cifra real. Bennett decidió quedarse más tiempo en el país cantando con una banda que animaba a los soldados, así podría dedicarse a algo fuera de su casa.

Los horrores de la guerra que presenció lo convirtió en un pacifista absoluto que dejaba clara su postura ante cualquiera, como hizo contra Bush y la invasión de Irak. Era amigo de Martin Luther King y otros pensadores pacifistas, además de socialistas de los años 60.

Sobre ello dijo: "La lucha es la más baja expresión del comportamiento humano. Me resulta increíble que, con todos los grandes maestros de literatura y arte y con todos los aportes que se han hecho en este tan precioso planeta, aún no hayamos evolucionado hacia una manera más humana de resolver nuestros conflictos".

A su regreso de la guerra, en Estados Unidos no le quedaba nada salvo una familia y una vocación que no sabía profesionalizar. Se dejó ver en algunos espectáculos por salas y garitos, alternando públicos y calidades, sin topar con mucha suerte. Se piensa popularmente que fue Bob Hope quien lo descubrió, pero fue la actriz Pearl Bailey quien lo hizo, pues al escucharlo cantar se quedó intrigada y le ofreció ser telonero de su espectáculo en Greenwich Village.

Sinatra siempre lo elogió, dejando patente una amistad tras los intentos de enfrentamiento

Fue entonces cuando Bob Hope entra en escena, en el Village, y decide que lo va a llevar con él de gira. Fijan para 1950 su lanzamiento profesional a la música tras lograr un contrato con la CBS. Allí conoce al que será su productor durante toda la vida, Percy Faith, y sin mayor magia que una reunión, nace Tony Bennett. En el transcurso de ese año, logra su primer número uno con Because of you, al que no tardaron en seguirle más.

Este comienzo en la música más absolutamente comercial no deprimía Bennett, que había recibido varios soplos de que Sinatra estaba en una situación complicada tras dejar Columbia Records y podría ser su momento si es capaz de comerle su trozo de pastel pero sin imitarlo.

Durante la década de los 50 trabaja incansablemente para forjarse una carrera, logrando otros números uno con Cold, cold heart o Stranger in Paradise, entre otros. Simultáneamente, en la calle la fiebre hacia Bennett crecía y el fenómeno fan adolescente parecía inevitable. Las jóvenes veían en él a un chico introvertido, maduro, elegante y con un deje mediterráneo inusual en la época.

La industria, la Academia y sus compañeros de profesión le reconocían el talento y mérito de una carrera que alternaba teatros de adultos con conciertos de jóvenes. Sinatra siempre lo elogió, dejando patente una amistad tras los intentos de enfrentamiento, y reconoció que aunque él llevase la fama, la auténtica voz de Estados Unidos es Bennett.

Tras refinar su técnica vocal y sumergirse de pleno en el jazz, su carrera se vio elevada a una velocidad e intensidad difícil de comparar con la de otro. Logró hacerse universal gracias a su versión de I left my heart in San Francisco, por la que obtuvo sus dos primeros Grammy de 19 que tiene. Anticipándose a Sinatra en una jugada maestra, Tony logró convertirse en el primer cantante popular que colaboró con el genio Count Basie y su orquesta, con quien grabó el clásico Chicago.

Con la llegada de los Beatles y la deriva rock de la sociedad  la carrera de Bennett entró en barbecho forzosamente

En esta década su vida toca techo, llegando a ofrecer siete conciertos al día desde las 10.30 de la mañana hasta las 3 de la madrugada en el Paramount Theatre de Nueva York. La histeria colectiva hacia él era incesante. Tras hacerse muy popular su versión de Blue Velvet, las jóvenes solo acudían vestidas de terciopelo azul a sus conciertos y cuando se hizo pública su relación sentimental con una fan, el resto del público radical acudía de luto a sus conciertos.

En 1962 ofreció un recordado concierto, que muchos citan casi de recital, en el legendario Carnegie Hall. Allí grabó las mejores versiones de sus canciones y I left my heart in San Francisco se sitúa como una de las 100 mejores de la Historia para la revista Rolling Stone gracias a ese concierto.

Pero si la década había empezado bien, estaba destinada a acabar mal. Con la llegada de los Beatles y la deriva rock de la sociedad, así como la mudanza de sus fans a ese estilo, la carrera de Bennett entró en barbecho forzosamente. Su caché descendía más rápido de lo acordado y el declive era real, viéndose cada vez más relegado a teatros pequeños, con problemas económicos y una adicción galopante a la cocaína.

Fue presionado por su discográfica para renovarse a la corriente rock, como le hicieron a Barbra Streisand, pero no pudo hacerlo por principios y tampoco pudo adaptarse a la televisión o el cine como el resto de compañeros. Quedó en un terreno en el que no convencía a nadie. En 1972 se queda sin discográfica y mánager tras haber abandonado dos de las grandes. Decidió fundar su propio sello pero fracasó.

Herido de gravedad en el honor, a Bennett solo le quedaba asumirse como vieja gloria y retirarse como los leones ancianos de la manada en los casinos de Las Vegas. Se mudó a Reino Unido luchando contra lo evidente en un intento desesperado, pero de nuevo otro fracaso. A finales de los 70, su segunda esposa lo abandona, está en bancarrota y casi muere de sobredosis de cocaína al caer inconsciente contra una bañera. Los embargos habían comenzado.

Su fórmula de éxito era mantener la vigencia de Billie Holiday, Sinatra, Duke Ellington o Louis Armstrong pero con versiones progresivas

Pero en un momento de lucidez y valentía, Bennett suplica ayuda a sus hijos, quienes no dudan de él y comienzan un lento e incesante proceso de rehabilitación en todos los sentidos. En 1979, Bennett apareció en la celebración de los 40 años de Sinatra en la música y el público recordó por qué lo amaba tanto. Pero antes de volver, debía sanear su situación económica y estabilizar su salud. Saldó sus deudas y poco a poco se dejó ver por locales de Nueva York, viendo si la huella sucia de retirado en Las Vegas había desaparecido. En 1986, Bennett firma con Columbia Records y sin quitarse su clásico atuendo de traje, decide no cambiar nada de su estilo. Y, contra todo pronóstico, a la gente joven le encanta.

Su fórmula de éxito era mantener la vigencia de Billie Holiday, Sinatra, Duke Ellington o Louis Armstrong pero con versiones progresivas en el tiempo sin despojarlos de su esencia. Con esto logró vender más de 50 millones de discos en el mundo. Bennett, consciente de la posibilidad de recuperar el status, decide hacer apuestas arriesgadas y dejarse ver en formatos tan dispares como Los Teleñecos, el late night de David Letterman o Los Simpson. Según sus propias palabras, los jóvenes desconocían la tradición melódica de principios de siglo XX y a compositores como Gershwin, y su trabajo radicaba en mantenerlos.

Con él comenzó la tradición de llamada música easy listening, composiciones estándar que no suponían un esfuerzo para el público y fáciles de acoplar a la vida diaria, y se recuperaron las grandes bandas de jazz. Artistas como Michael Bublé o Amy Winehouse, quien cantó con Bennett su última canción antes de morir, Body and Soul, no podrían entenderse sin Tony.

Preguntado por este inusual éxito, Bennett se rió y dijo: "¿Acústico? Lo que no saben es que yo siempre he actuado así"

En la década de los 90 lleva a cabo varios hitos que podrían haber vuelto a arruinar su carrera. El primero fue entregarse a la MTV en el momento de su apogeo. Un hombre de 67 años en el enclave adolescente por excelencia ofreció un concierto en acústico, los famosos MTV Unplugged. Con esta grabación logró el disco de diamante y un Grammy a lo mejor del año. Preguntado por este inusual éxito, Bennett se rió y dijo: "¿Acústico? Lo que no saben es que yo siempre he actuado así".

En 1999 fue uno de los nombres principales en el festival Glastonbury, cita ineludible para amantes del rock, el folk y de la segunda ola hippie. El clima era desolador, en medio de unas intensas lluvias que habían hecho del lugar un auténtico barrizal sobre el que una masa enorme de personas esperaban empapadas. Apareció vestido de blanco impoluto de pies a cabeza. Había mandado construir una pasarela con alpacas de heno para poder acercarse al público.

Preguntado por este inusual éxito, Bennett se rió y dijo: "¿Acústico? Lo que no saben es que yo siempre he actuado así".

Aquella imagen inmaculada que estaban observando decidió en cierto momento desconectar la electricidad, deshacerse de la tecnología y soltar el micrófono. Se entregó a un público que sufría como solo sabía hacer desde hace décadas. E igual que hizo por primera vez con 10 años, cantó a pleno pulmón y sin orquesta un inolvidable Fly me to the moon. El público se quebró en una ovación sin precedentes.

En las siguientes décadas, alternó su faceta de pintor como Benedetto, vendiendo cuadros por casi 100 mil dólares y formando parte de grandes museos, con la de revisor del jazz a través de duetos, destacando su especial relación con Lady Gaga.

Ahora que quedan los recuerdos para los demás y que ni él conserva eso, la banda debería tocar más alto cuando no se acuerde de la letra y callar cuando a pleno pulmón pueda soltar una estrofa. Pero su jubilación es imparable y el eterno hombre en traje, Tony Bennett, descansará tras casi nueve décadas.

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