Opinión

Un piano de cola y ácido sulfúrico

Cada mañana de curso escolar entre 1973 y 1977 se escuchaba en los caminos de una comuna hippie en Breiðholt, pueblo islandés al sur de la capital, a alguien cantando. Era una niña. Björk (Reikiavik, 1965) lo hacía para calmarse, para ahuyentar el miedo de verse sola con 8 años rodeada de niebla, hielo y oscuridad mientras iba al colegio.
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AÑOS DESPUÉS, en una entrevista realizada en 1988, confesó otro de sus miedos infantiles: la televisión. Un poeta islandés exponía que el cerebro de las personas se saturaría con tantas imágenes, provocando incapacidad para distinguir lo bueno de lo malo. Björk tuvo pavor a la pequeña pantalla hasta que comprendió el funcionamiento verdadero de esa máquina.

Es paradójico que la naturaleza agreste y la tecnología  fuesen los primeros y más instintivos temores de alguien como Björk, la cantante y artista multidisciplinar que mejor ha sabido llevar al límite sus conceptos y voz en conjunto con las herramientas más vanguardistas y experimentales desde los 90 al presente. Alguien que es, de hecho, conocida como la artista folclórica digital del siglo XXI.

Aunque es sencillo perderse en su enrevesada lírica con alusiones a todo tipo de seres y paisajes, y verse apabullado por una amalgama de sonidos que puede por momentos desafiar a la inteligencia, Björk se ha convertido en un cimiento fundamental de la música contemporánea. La islandesa es la artista alternativa con más ventas de la historia con una cifra superior a los 40 millones de discos despachados en todo el planeta.

Fue aquel canto para ahuyentar el miedo el que dio inicio a una carrera que Björk ahora repasa en Sonic Symbolism, su propio podcast junto a amigos y expertos musicales que diseccionan su corpus artístico, y que será más extensa desde el próximo 30 de septiembre con el lanzamiento de Fossora, el décimo álbum de la islandesa. En esta ocasión se sirve de las raves holandesas, clarinetes y electrónica dura para hablar de un mundo subterráneo de hongos y diversión en el que rinde homenaje, por ejemplo, a su recién fallecida madre.

La cantante se crio en un ambiente cálido pese al divorcio de sus padres y la convivencia con su padrastro, un guitarrista


Precisamente a ella, a Hildur Rúna Hauksdóttir, a su madre; debe Björk su vocación y parte de ideología. Como reconocida activista por el ecologismo en Islandia puso a la naturaleza en el centro de la vida de su hija cuando nadie entendía aquello de cambio climático, pero también fue el oído que entendió rápido que lo que hacía la muchacha con sus cuerdas vocales era un don innato.

La cantante islandesa se crio en un ambiente cálido pese al divorcio de sus padres y la convivencia con otro hombre, su padrastro, un guitarrista conocido como el Eric Clapton del país nórdico. Se mudaron en conjunto de Reikiavik a una comuna hippie al sur e iniciaron una vida acorde a sus valores. Allí Björk combinó su pasión desmedida hacia Sonrisas y lágrimas, cuya banda sonora tararea desde los tres años, con los insectos, la física, la naturaleza y sus ídolos: Albert Einstein y el antropólogo David Attenborough.

Aunque fuese Julie Andrews la que la animó a usar su voz, su entorno la exponía más a Jimi Hendrix, Janis Joplin, Simon & Garfunkel, los clásicos del jazz y, por supuesto, música clásica. Con solo cinco años, ingresó en el conservatorio y una década después se graduaba como pianista, la primera en hacerlo en tan poco tiempo en la institución islandesa. Lo de aquella niña de pelo azabache y rasgos esquimales era inusual, rápido e inocente.

Durante una fiesta escolar, la profesora grabó a Björk cantando y envió el audio a una emisora de radio local. La única emisora de radio, realmente. Repitió entonces la actuación en sus estudios y esto atrajo a una discográfica. La madre negoció el contrato e hizo que la niña versionase en un estilo disco folk y en islandés a los Beatles o Stevie Wonder.

Su primer grupo era una versión  de la ideología Riot Grrl porque estaban "muy cansadas de las feministas negativas", afirma.


Tenía diez años, muy pocas ganas de hacerlo y soportó sesiones de grabación y fotografía que le "rompieron la magia que para un niño tendría todo aquello", según explica. Sin embargo, el disco fue un éxito de ventas con 7.000 copias vendidas en un país, por aquel entonces, de 250.000 habitantes. Se multiplicaron las ofertas para convertirla en estrella y la respuesta a todas fue la misma: no, ni hablar, nunca.

Björk sacó en esa ocasión su carácter, muy temperamental e intenso. Se cerró en banda a continuar una carrera musical e insistió con fuerza en llevar una vida normal. Invirtió lo ganado en comprarse un caro piano de cola con el que componer música con sus propias letras.

Trabajó en una tienda de discos, donde debatía sobre bandas con los clientes; también en una tienda de antigüedades, una librería, una planta de embotellamiento de Coca-Cola como encargada de limpieza y en una factoría de pescado, aunque solo durante las vacaciones de Pascua. Se dejó arrastrar por The Cure y Siouxsie and The Banshees, y, como todo adolescente en aquellos años, se hizo punk.

Su primer grupo era una versión algo independiente de la ideología Riot Grrl porque estaban "muy cansadas de las feministas negativas que siempre se estaban compadeciendo", afirma. Después inició un ciclo de fundación y refundación de bandas junto a un guitarrista con el que salía y del que se quedó embarazada.

Todo ello culminó en Kukl, un grupo que se fue de gira por Europa en una furgoneta sin ducha, vivía de pan, dormía en casas okupas y cuyo mayor éxito fue provocarle un infarto a una anciana que vio su actuación en la televisión islandesa, en la que aparecía Björk rapada y acariciando su enorme panza de embarazada. Fue demasiado y Kukl, como el resto, murió para que naciese The Sugarcubes y, al mismo tiempo, el hijo de la vocalista.

¿Quién era aquella chica de aspecto infantil que cantaba como sorprendiéndose de todo?

Reino Unido y Estados Unidos, a mayores de Islandia, acogieron con brazos abiertos a The Sugarcubes y sus letras surrealistas atrapadas en un sonido extravagante. El efecto novedad fue breve y pronto Björk empieza a coquetear con otros proyectos, aunque la banda logra generar un núcleo duro de seguidores que no les fallaban. La tensión entre sus miembros aumenta por una lucha de egos y se separan momentáneamente.

En 1992 se reúnen en Nueva York, publican Stick around for joy, su álbum más famoso y Björk logra situarse en la escena musical británica. Sin embargo, más presiones y peleas derivaron en la disolución de la banda. Y tras ello, la islandesa se mudó a Londres con su hijo. Lo que ella necesitaba crear tendría que hacerse donde estaban los mejores y las herramientas más precisas y modernas. Como efecto colateral, se introdujo en una ciudad que vibraba en una de sus mejores décadas artísticas.

Al año siguiente, Björk lanzó al mercado Debut, un nuevo inicio que no era su primer disco en solitario pero que espiritualmente sí cumplía esa función. Rápidamente se convirtió en un éxito de ventas mundial y uno de los fetiches de la crítica. ¿Quién era aquella chica de aspecto infantil que cantaba como sorprendiéndose de todo, llena de asombro y originalidad, pero con algo perturbador al tiempo que hipnótica?

Todo el mundo quería un poco de ella, unos versos para sus canciones, unos ritmos, un consejo. Comienza a recibir premios que la certifican como una próxima estrella y en 1994, frente a 12 millones de telespectadores, presenta una versión de Satisfaction con PJ Harvey. Tenía carta blanca, podía traer a quien quisiera. Rechazó, de hecho, a grandes nombres. Serían ellas dos versionando un clásico de ellos. Y su fama se disparó aún más.

Ella ya es el referente y quiere lanzar un mensaje a Islandia, una carta de amor

Como buena artista de los años 90, Björk se expande a través de la MTV y sus sesiones unplugged, las acústicas. Comienza a modelar para Gaultier, aparece en la película Prêt-à-Porter y realiza, entre otras, la canción Bed time story para Madonna a distancia, pues rechaza conocerla en múltiples ocasiones.

Su segundo disco, Post, se publicó en 1995 y mejoró incluso las cifras y críticas del anterior. La fusión del jazz con el house o las músicas urbanas se hizo mucho más profunda y chocante en este disco, en el que demuestra una mayor independencia al no querer parecerse a nadie. Ella ya es el referente y quiere lanzar un mensaje a Islandia, una carta de amor. Pero es también aquí donde terminó la Björk accesible, libre de conceptos opacos que reclaman un esfuerzo intelectual para entenderla.

Su estatus de estrella internacional la puso frente a un foco mediático que no le interesaba. La prensa buscaba investigar y saber más de ella, abordarla para intentar entender su rareza y traspasaba líneas rojas. En más de una ocasión, Björk ha agredido físicamente a periodistas y el ejemplo más conocido es la pelea a arañazos que protagonizó en el aeropuerto de Bangkok.

Esa excesiva exposición provocó uno de los episodios más duros de su vida y que marcó hondamente su relación con el público.

En septiembre de 1996, el uruguayo Ricardo López de 21 años se filmó en veinte vídeos. En ellos se muestra la construcción de una bomba de ácido sulfúrico con la que quiere matar a Björk por no haber obtenido respuesta a sus cartas y porque era insoportable verla salir con un hombre negro. Introdujo el artefacto en un paquete en el que supuestamente iría el guion de una película para ofrecerle. Scotland Yard logró interceptar el envío a tiempo y el ataque se evitó.

Dejó a su novio negro, al que acusó de insensible, comenzó a trabajar y a curarse de lo sucedido


La cantante islandesa permaneció ajena a esta realidad hasta el final, cuando se confirmó que no habría atentado. El joven también había grabado su suicidio frente a cámara con un revólver del calibre 38. Björk envió flores a la familia y, horrorizada por lo sucedido, decidió exiliarse en Málaga. Dejó a su novio negro, al que acusó de insensible, comenzó a trabajar y a curarse de lo sucedido. Compuso para ello la canción So broken junto al innovador del flamenco Raimundo Amador, con quien mantuvo un romance.

Al año siguiente, la islandesa publicó Homogenic, el inicio de su carrera multidisciplinar tal y como se conoce hasta hoy. Björk trató de reproducir el paisaje de su isla natal mediante cuerdas estridentes, crujidos electrónicos, pulsaciones experimentales y una composición lírica plenamente naturalista. “La protagonista de este disco es alguien a quien lanzaron a lo más profundo del océano”, explica la artista. Aquí comenzó su vínculo creativo con el diseñador Alexander McQueen, hasta el suicidio de este.

Al filo del nuevo milenio, Björk representó a su país en una ceremonia mundial de bienvenida al siglo XXI y la proyección que dio su país por todo el planeta hizo que el gobierno islandés quisiera regalarle una isla, aunque ella lo rechazó. Todo el mundo sabría dónde encontrarla, una pesadilla.

En 1999 llegó a sus manos un encargo envenenado por parte del director danés Lars Von Trier, niño mimado del cine europeo entonces. La propuesta inicialmente era para escribir y producir la banda sonora de Bailando en la oscuridad, un musical tétrico y trágico. Luego Björk recibió la solicitud de que, a mayores, protagonizase la cinta. Ella ya había actuado, su trabajo más recordado hasta esa fecha era Cuando fuimos brujas, pero esto era muy tentador como para negarse ante la insistencia.

Escupe al cineasta cada vez que lo ve y, años después, lo acusó de intento de abuso sexual. Filmó durante meses más de 12 horas al día, sin descanso, y mientras actuaba


Así comenzó uno de los rodajes más accidentados del cine reciente. El danés y la islandesa no se soportaban. Ella vivía en estado de ansiedad, huye de los rodajes ante las faltas de respeto del director y ataca al resto del equipo. Escupe al cineasta cada vez que lo ve y, años después, lo acusó de intento de abuso sexual. Filmó durante meses más de 12 horas al día, sin descanso, y mientras actuaba, los editores de sonido destrozaban su banda sonora.

El episodio más delirante fue durante una de sus huidas de un Von Trier alcoholizado. Björk terminó subida a una valla y arrancándose la ropa, la cual procedió a comerse como resultado de una crisis nerviosa severa. Y pese a todo, la película recibió la Palma de Oro en Cannes, así como el premio a la mejor actriz para la islandesa, quién también fue nominada a los Oscar por su banda sonora. Eso sí, juró que jamás actuaría de nuevo. "Fue como si Napoleón intentara dirigir a Pipi Calzaslargas", sentenció entonces.

Björk publicó en 2001 Vespertine, uno de sus trabajos conceptuales más honestos y aclamados, con base en cuerdas de arpa y clavicordios. A este siguió Medúlla, un álbum hecho únicamente con voz, y una serie de fracasos que la alejaron de su estatus. En 2007, lanza Volta, su sexto trabajo y que busca ser más abierto y comercial. Un intento de resurgimiento que funciona y la devuelve a la palestra.

Su ambición por vivir a la vanguardia la llevó en 2011 a crear Biophilia, su proyecto más complejo y completo. Creado gran parte en un iPad, este disco es considerado el primero en comercializarse en formato app. Se trata, de hecho, de una colección multimedia e interactiva de contenidos físicos y digitales con datos de la Nasa o imágenes de National Geographic que se convirtió en la primera aplicación en formar parte de la colección permanente del MoMa. Además, Biophilia fue utilizado como material educativo y lúdico de Ciencias Naturales en escuelas nórdicas.

Su trascendencia artística provocó una exposición a su carrera en el MoMa de Nueva York

Una inesperada ruptura sentimental y la lucha por la custodia de su segunda hija sumió a Björk en un pozo —"fue lo más doloroso que he experimentado en su vida"— y de ahí surgieron los discos Vulnicura, su mejor trabajo en diez años, y Utopia, la oscuridad y la luz de un proceso de sanación interna.

La islandesa es crítica con el streaming, con entregar los frutos de su trabajo de modo cuasi gratuito y su carácter la ha convertido en un personaje al que no molestar. Su trascendencia artística provocó una exposición a su carrera en el MoMa de Nueva York, lo que la sitúa a los niveles de Bowie por influencia; aunque todavía persiste el debate sobre si su obra es una gran broma o una genialidad contemporánea.

Björk, mientras tanto, continúa con inteligencia artificial de Microsoft y cámaras en tiempo real para que atardeceres, nubes, pájaros o lluvia produzcan variaciones en sus melodías y hagan versiones inéditas que se emiten solamente en el hotel Sister City.

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