Opinión

IU, de espantada

LOS VIEJOS del lugar, los de la militancia comunista desde la Transición, nunca vieron con buenos ojos la sumisión de sus siglas al poder de Pablo Iglesias. Ahora reclaman recuperar su senda en solitario, con la disciplinada estructura de partido que mantienen, y dejar que Podemos logre un armisticio en la guerra fratricida que les enfrenta. Curiosamente, Alberto Garzón, el dirigente que impuso la "unidad de acción con Podemos" y acabó caminando por los pasillos del Congreso a la zaga de Iglesias, confundido con su guardia pretoriana, es ahora el que se desgañita pidiendo un acuerdo con Ahora Madrid de Carmena y Errejón para no presentar dos o tres candidaturas en Madrid.

Y es curioso porque fue precisamente Errejón el más crítico con la incorporación de las siglas que amparan al viejo PCE. La entonces mano derecha de Pablo Iglesias consideraba que los comunistas eran una rémora para un movimiento asambleario y juvenil: "La nueva política". Como castigo, tras derrotarle en Vistalegre II, Iglesias no solo le desplazó de su vera en el escaño del Congreso, sino que le sentó junto a Alberto Garzón, sabiendo de sus malas relaciones. La salida de Ramón Espinar ha evidenciado la gravedad de la crisis en el seno de la formación morada y ha supuesto un toque de alerta a IU para buscarse la vida en solitario, ante el riesgo de que las urnas les dejen, otra vez, por debajo del cinco por ciento y sin escaños en la Comunidad de Madrid. Ya les pasó con el poeta Luis García Montero, pese a ser un magnífico candidato.

A cuatro meses de las elecciones, con la izquierda desarbolada y sin candidatos, es más que posible un batacazo electoral que conduciría a una crisis, también en Izquierda Unida, donde el liderazgo de Garzón sigue muy ligado a su apuesta por el ‘hermanamiento’ con Podemos.

Esta inédita situación preelectoral, lejos de animar a Gabilondo, ha sembrado también el pánico escénico en el PSOE madrileño porque las expectativas de recuperar Madrid se desvanecen sin el apoyo de Unidos Podemos. Además de que siguen deshojando la margarita sobre el Ayuntamiento, donde Causapie no va a ser candidata ni puede seguir de palmera de Carmena. resulta llamativo que el encono personal de dos personajes políticos, creados al amparo de las televisiones, como son Pablo Iglesias y Errejón, que hicieron de la amistad y su exhibición parte del márketing de Podemos, hayan creado ahora, con su divorcio, una crisis política que amenaza, incluso, con la llegada de la extrema derecha (a través de Vox) a las instituciones madrileñas.

Quizá Pablo Iglesias debería suspender temporalmente su baja de paternidad, dejar de lado sus rencores personales e intentar poner coto a la debacle de unas siglas que han aportado frescura, proximidad a la calle y que, en su momento, fueron un soplo de aire fresco en la política española.
 

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