Opinión

Manía persecutoria y victimismo

DESDE ESTADOS Unidos, donde Pedro Sánchez se había preparado para un baño de contactos e imagen internacional, el presidente ha pasado más horas colgado del teléfono en comunicación con su equipo de Moncloa que puliendo su discurso ante la Onu. Y no es para menos, porque el Ejecutivo ha vivido peligrosamente su semana más negra desde la llegada al poder. Superadas las acusaciones de plagio de la tesis doctoral del propio Sánchez, les ha tocado el turno a dos ministros. Y no puede decirse que la filtración de audios por parte de Villarejo sea una novedad cuando que hace unos meses hizo tambalear a la propia Casa Real y todavía siguen apareciendo conversaciones con la amiga intima del Rey emérito. Que el policía corrupto (utilizado por cierto por los gobiernos de PP y PSOE) quiera chantajear al Estado para salir de la prisión no es tampoco ninguna novedad. Sus compañeros de celda han dado cuenta de sus bravatas sobre una supuesta "traca final" antes de Navidades. Y ahora se ha sabido que existen tres copias en el extranjero de sus grabaciones a políticos, magistrados, empresarios y periodistas, cuyas claves el juzgado no es capaz de descifrar.

Por tanto, es difícilmente sostenible que la ministra portavoz Isabel Celaá denuncie que se encuentran bajo el "ataque y la cacería" de la derecha, en una estrategia de victimismo tras la pésima gestión de una de las afectadas: la ministra Dolores Delgado. Es absolutamente lógico que la oposición pida su cese, tras las versiones contradictorias que dio sobre su relación con el comisario encarcelado. El PSOE habría hecho exactamente lo mismo de haberse conocido tan vergonzosas conversaciones de un ministro del PP. Resulta también paradójico que la vicepresidenta Carmen Calvo reclame ahora la necesidad de "auto regulación" o incluso de "regulación" de los medios de comunicación, precisamente cuando las filtraciones indeseadas afectan a miembros de su Gobierno. Las explicaciones veraces, detalladas, y documentadas cuantas veces haga falta son el mejor antídoto frente a las noticias falsas. La guerra contra las "fake news", cuando afecta a los propios, no añade prestigio democrático ni tranquiliza a una ciudadanía muy suspicaz tras la estela de casos de corrupción vividos recientemente con el PP. La diferencia entre la ministra Delgado y el ministro Duque es que la primera mintió y el segundo no sabía de qué estaba hablando. Pero hablar de cacería es caer en el victimismo, recurso que ya se sabe lo poco que vende. Si la consigna del presidente Sánchez a su equipo es apretar los dientes y seguir adelante, más le vale a los ministros aprender a explicarse con mayor rigor, sin gritos y sin aspavientos.

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