A Coruña

Tras subir al atrio por unas escaleras, la fachada. Y como es su iglesia, Santiago cabalga airoso y guerrero sobre la puerta, en caballo blanco o no
Parque escultórico de A Coruña. VIAMAGICAE
photo_camera Parque escultórico de A Coruña. VIAMAGICAE

Recorriendo el centro de la ciudad, el viajero recorre el territorio de su infancia. Todo empezó para él, pues allí nació, en la calle Emilia Pardo Bazán, entre el Palacio de Justicia y la plaza de Vigo. Las playas de Riazor y el Orzán, los Cantones, la calle Real, la Marina y sus emblemáticas galerías, el muelle, la plaza de María Pita, la Ciudad Vieja. Sus pasos de ahora sólo son desdibujados ecos de aquellos pasos leves y siempre ilusionados de hace tanto tiempo. Pero como es consciente de su morbosa tendencia a la nostalgia, se sienta en una terraza de la Marina para ver pasar chicas y olvidar los recuerdos, pues bien sabe que el amable y paciente lector de estas crónicas lo agradecerá. 

La Ciudad Vieja tiene mucho interés, empezando por la iglesia de Santiago y la colegiata de Santa María. ¿Cuál de las dos le gusta más? Quizá opte por la colegiata y su preciosa portada, sin que la de Santiago desmerezca un ápice. Además, enfrente de Santa María está la barroca casona de los Cornide, y los palacios barrocos son una de sus debilidades, siempre quiso vivir en uno, pero se conformaría con esta casita. Pasa por la recoleta plazuela de las Bárbaras y llega al jardín de San Carlos, el más romántico de la ciudad, aunque ha perdido algo de magia porqué, asomándose a su balconada, ya no queda abajo la playa del Parrote, sino unas pistas de tenis, habiéndose alejado el mar con los rellenos. En el centro del jardín, la tumba de Sir John Moore, general británico abatido en la batalla de Elviña luchando contra las tropas napoleónicas. Unos versos de Rosalía de Castro le rinden homenaje.

Tras comer unos perfectos calamares "de la ría", se acerca, cómo no, a la Torre de Hércules, la Torre simplemente para los herculinos. Un faro que llegó a nosotros desde los romanos no se ve en todas partes, hasta cree que es caso único en el mundo. De todas formas, la impresionante construcción que ahora admiramos es básicamente del siglo XVIII, si no recuerda mal. Cerca de la Torre, en verde y amplio espacio sobre el mar bravío, se ha instalado una especie de parque escultórico, del que destaca un conjunto de menhires

De regreso, se detiene en Elviña para echar un vistazo a la casa de “El Lagar”, que perteneció a sus abuelos y en la que tantas temporadas pasó de niño. Tras varias vicisitudes y algo mutilada, ahora pertenece a la Universidad. Justo enfrente, a pocos metros, un monolito recuerda donde cayó Sir John Moore.
 

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