Lo que esconde el vertedero nuclear del Atlántico: hasta 30 bidones por kilómetro cuadrado

La misión científica que comanda el CNRS galo ha detectado ya 1.800 barriles con un robot a 600 kilómetros de Fisterra. La operación, bajo cuyo paraguas se mapea el fondo marino para localizar los bidones que contienen material radiactivo y se recogen muestras de agua, sedimentos, peces y anfípodos, concluirá el 8 de julio. En la siguiente fase podría bajar el submarino tripulado que selló las grietas del Prestige para ver el estado de los recipientes
Ingenieros de la misión preparan el robot para una inmersión. Granaderos atrapados como muestras para su investigación.CNRS
Ingenieros de la misión preparan el robot para una inmersión. Granaderos atrapados como muestras para su investigación.CNRS

Inmersos en una campaña "puramente científica", capitaneada por dos expertos del Centre National de Recherche Scientifique (CNRS) de Francia, algo así como el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) español, la expedición del proyecto Nodssum prosigue con su periplo. La meta de esta misión aprobada en 2021 es elaborar mapas de alta resolución que permiten identificar los barriles que entre los años 40 y 80 del siglo pasado fueron arrojados al Atlántico noreste con residuos nucleares, al tiempo que recogen muestras de agua, sedimentos, peces y anfípodos para determinar la cantidad de "radionucleidos" que puedan estar presentes. 

El 8 de julio tocará replegar velas y regresar a Brest, de donde zarparon el 15 de junio rumbo al punto en el que se encuentran ahora, ubicado a unas 350 millas al noroeste de Fisterra, algo menos de 600 kilómetros. Utilizada como 'vertedero' por Gran Bretaña, Bélgica y por la propia Francia, entre otros países europeos, la situación de la fosa atlántica centra la atención de este equipo, que hasta el pasado sábado había logrado detectar la presencia de más de 1.800 bidones tras las inmersiones diarias del robot autónomo Ulyx, el encargado de cartografiar estos residuos mediante un sonar.

Con capacidad para bajar hasta 6.000 metros, en este caso el vehículo se emplea para mapear zonas de entre 10 y 20 kilómetros cuadrados en cada 'zambullida'. La tarea se desarrolla en una de las zonas más profundas del Atlántico, en la llanura abisal, lo que implica trabajar con profundidades de entre 4.000 y 5.000 metros. 

Así lo explica el oscense Javier Escartín, un geólogo experto en investigación y exploración marina que trabaja para el CNRS en el laboratorio de geología de l'Ecole Normale Supérieure de Paris. Él y el ingeniero en metrología nuclear del CNRS Patrick Chardon pilotan la operación en l'Atalante, un buque científico de 85 metros de eslora que pertenece a la Flotte Océanographique Française.

A bordo viajan 21 expertos de varias instituciones, entre ellas la ASNR, la autoridad francesa de seguridad nuclear y radiación, así como investigadores de la Universidad Memorial de Canadá; del Instituto Johann Heinrich von Thünen, de Alemania, y de la universidad noruega de Bergen. Desde tierra, por parte de España, la Univesidad de Gerona participará en el análisis de datos.

Entre las primeras conclusiones que han podido extraer tras las diez inmersiones del submarino, con las que han logrado cubrir unas cinco áreas, figura que "la densidad es de entre 15 y 30 barriles por kilómetro cuadrado". Y la zona afectada "es enorme", pues se estima que supera los 10.000 kilómetros cuadrados, en los que se da por descontado que se 'almacenan' más de 200.000 barriles. 

¿Cuál es el contenido de los barriles?

"Principalmente material relacionado con el inicio de la industria nuclear. Desde material de laboratorio hasta material de oficina. Todo lo que pudiese ser susceptible de estar en contacto con la radiactividad, pero a niveles bajos y medios. Es lo que ahora se mete en repositorios radiactivos en tierra. En aquella época se consideró que la solución era arrojar esos residuos al mar al tener la hipótesis de que esta era una zona geológicamente muerta, lejos de las dorsales oceánicas y volcánicas y de las zonas de pesca", expone Escartín. 

L'Atalante, a 600 kilómetros de Fisterra.CNRS
L'Atalante, a 600 kilómetros de Fisterra.CNRS

El estudioso -que incide en que el cometido del proyecto Nodssum no es "evaluar lo que se hizo entonces bajo los auspicios de la Agencia Atómica Internacional" y en base a los conocimientos científicos de la época sino que la intención es "estudiar y conocer mejor el océano profundo"- explica que la tripulación de l'Atlante cuenta con un equipo de radioprotección a bordo. Aunque los países declararon que los residuos arrojados al agua eran "de baja y media radiactividad" no existe una certitud al 100%, por lo que toca ser cautos. "Hasta ahora, no hemos tenido ninguna situación fuera de lo esperado. Las muestras que hemos tomado se han podido tratar como sedimentos normales", refiere el experto en una conversación telefónica desde la embarcación. 

En los últimos días, el Ulyx bajó a una zona visitada en 1983 por el submarino Épaulard, el primer vehículo robótico capaz de tomar imágenes a esas profundidades. 

Si "el apogeo" de los vertidos en la zona se dio en los 70, en los siguientes años dio resultado la acción de Greenpeace y de expediciones como la que emprendió el palangrero Xurelo en septiembre de 1981, en una iniciativa de Esquerda Galega.

Entre los frutos de la presión está la Convención de Londres para la prevención de la contaminación marina, firmada en 1975 y que vetó este tipo de prácticas, además de comprometer a los países firmantes a realizar campañas científicas regulares para controlar estos residuos, un punto que solo se cumplió mínimamente.

Javier Escartín señala un punto en un mapa con Patrick Chardon --primero por la izquierda-- y otros miembros del equipo.CNRS
Javier Escartín señala un punto en un mapa con Patrick Chardon --primero por la izquierda-- y otros miembros del equipo.CNRS

Los estudios ejecutados en los 80 detectaron "evidencia de fuga de radioisótopos en concentraciones bajas", aunque se llevaron a cabo sin tener idea de dónde estaban los barriles, un déficit al que ahora el equipo de Nodssum quiere poner remedio.  

La siguiente fase: Inmersión tripulada para ver el estado de los bidones a bordo del Nautile, que selló las grietas del Prestige

Una vez completada esta primera fase de mapeo y toma de muestras, la siguiente campaña, que se desarrollará entre 2026 y 2027 con la aprobación de la Flotte Océanographique Française, se ejecutará con un submarino tripulado para ver el estado de los barriles, posiblemente el Nautile, según Escartín. Se trata del batiscafo que el Gobierno español contrató para tapar las grietas por las que salía fuel del Prestige entre 2002 y 2003 y que, previamente, se empleó para rastrear los restos del Titanic en Terranova.

De descartarse una misión tripulada, se optaría por el robot Victor 6000, que participó en la búsqueda del Titan, el batiscafo con turistas adinerados que desapareció en 2023 en una inmersión en la zona del naufragio del Titanic. 

Aunque Escartín incide en que el proyecto no está "mandatado" por ninguna agencia europea de seguridad nuclear, sino que es una misión científica, los ecos llegan a la UE. Los eurodiputados del PPdeG, Francisco Millán Mon y Adrián Vázquez preguntaron a la Comisión Europea si los residuos han podido elevar la radiactividad de las aguas y el socialista Nicolás González Casares insta a la CE a aclarar si seguirá los resultados.

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