"Fue horrible, no paraba de moverse el suelo"

Cientos de gallegos se recuperan del miedo tras el terremoto en México

La cifra oficial de residentes de la comunidad en el país azteca es de 3.239
Edificios derruidos en la colonia de Lindavista, en México DF, en donde vive una amplia comunidad de emigrantes de A Lama
photo_camera Edificios derruidos en la colonia de Lindavista, en México DF, en donde vive una amplia comunidad de emigrantes de A Lama

El miedo seguía presente en México la mañana después del terremoto que el martes sacudió la capital del país. Un seísmo de 7,1 grados en la escala Richter hizo temblar México y las imágenes de ese momento eran difíciles de borrar. Las escenas de tensión, los momentos de incertidumbre y la necesidad de contactar con los seres queridos en medio de una tragedia que colapsó las redes telefónicas hicieron que fuese difícil pasar la noche tras el desastre.

Según datos del Padrón de Residentes en el extranjero, en México hay censados 3.239 gallegos. Sin embargo, tal y como declaraba el miércoles el alcalde de A Lama, Jorge Canda, solo de su concello hay unas 800 personas emigradas en el país norteamericano, aunque no todas están censadas, ya sea porque pasan temporadas largas en Galicia o porque tienen ya la nacionalidad mexicana aunque su familia sea de A Lama.

"Hay moita xente da Lama tanto en Puebla como en Lindavista (colonia de México DF) e alí notaron moito o tremor, aínda que temos a sorte de que non hai ningunha vítima mortal do noso concello", explicaba Canda. El alcalde aprovechó para mostrar su solidaridad con el pueblo mexicano y con todos los gallegos allí residentes. Del mismo modo, explicó que la localidad de A Lama está pendiente de lo ocurrido en México y está dispuesta a prestar ayuda.

Así lo corroboró también Enrique Vaqueiro, portavoz del PSOE en el municipio y que tiene también familia en el Distrito Federal. "A noite do martes reunímonos varios veciños na Casa da Cultura de Pigarzos para seguir a actualidade do que acontecera a través da televisión", explica Vaqueiro. En la memoria de todos ellos estaba el 19 de septiembre de 1985, hace justo 32 años, cuando un terremoto de 8.1 grados en la escala Richter arrasó Ciudad de México. "Recordo que eu era neno e que a xente se reuniu na Casa do Pobo da Xesta. Por aquel entón só había un teléfono para chamar e a espera era máis angustiosa. Agora, nese sentido, foi máis fácil grazas aos móbiles e ás redes sociais", cuenta Vaqueiro.

Fueron muchos los que se pusieron en contacto con sus familiares al otro lado del Atlántico para comprobar que estaban bien. El propio Vaqueiro estuvo horas tratando de localizar a su padre. "Chamabámolo á empresa, á casa, ao móbil, e era imposible falar con el. Logo púxenme en contacto coa miña irmá, que vive en Veracruz, para ver se ela sabía algo del, pero nada", cuenta. Fue ya de madrugada cuando Vaqueiro pudo contactar con su padre. Del mismo modo, habló con otros familiares para saber cómo se encontraban. Así, pudo saber que en la Universidad en la que estudió murieron cuatro personas a causa de un derrumbamiento y que el muro del colegio de la colonia de Lindavista, en donde vive la mayor parte de la población natural de A Lama, se vino abajo.

ESTUDIANTES. Desde Pontevedra también estaban pendientes de lo ocurrido en México los estudiantes originarios del país que se forman en el campus de la ciudad mediante convenios bilaterales de movilidad. Todos ellos se mantenían en contacto con sus familias a través de las redes sociales, aunque era difícil establecer la comunicación. Alejandro García estudia en la Boa Vila pero es de San Pedro de Choula, Puebla. Pudo saber a través de sus padres que el terremoto tuvo lugar justo después de un simulacro que se realizó con motivo del aniversario del seísmo de 1985. "Mucha gente que escuchó la alarma creyó que era parte de simulacro hasta que se dio cuenta de que se trataba de un terremoto real", cuenta.

Fernando González es originario de Morelos, zona del epicentro del terremoto. González estuvo horas sin poder comunicarse con su familia. "El centro de la ciudad quedó prácticamente destruido y mucha gente se unió a ayudar a las personas atrapadas entre los escombros", explicaba González.

Carlos Brun, también mexicano en el Campus de Pontevedra, se puso en contacto con su familia al enterarse de lo ocurrido. Aunque fue fácil contactar con los más allegados, explica que "hubo personas que tardaron hasta 20 horas en aparecer porque decidieron ayudar en los rescates".

Por otra parte, la familia de Carlos, de Xalapa, a 400 kilómetros de la capital mexicana, sintió el temblor. "Un amigo mío que estudia en el Distrito Federal me dijo que fue muy difícil para él salir corriendo del edificio en el que estaba y ver las caras de personas desesperadas sufriendo por amigos y familiares que habían sido lastimados o que incluso se quedaron atrapados", explica.

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