Opinión

Eterno asfalto

Hace unas semanas se hicieron públicas las nominaciones a los premios Oscar y se pudo observar que estamos viviendo un momento de revolución y novedad. Dos mujeres directoras o casi un 50% de intérpretes racializados son algunas de las novedades positivas y los relatos, por mucho que insistan, no se han visto perjudicados por la diversidad.
Frances McDormand
photo_camera Frances McDormand

UNA DE LAS películas con más candidaturas y que ha roto algunos techos todavía intactos es Nomadland, que llegó a las salas de cine en los pasados días. Chloé Zhao, su directora, es la sexta mujer y primera de descendencia u origen asiático en lograr la nominación, además de ser una de las pocas personas que suma también candidaturas como productora, guionista y dirección de fotografía por una misma obra. Forma parte ya de un selecto club histórico.

Zhao es una de las nuevas voces más destacadas del cine alternativo estadounidense gracias a su visión nada edulcorada de realidades e historias a menudo silenciadas, o ignoradas en el mejor de los casos. Tras llamar la atención con The Rider y poner el foco en los rodeos, cowboys y un tipo de vida muy específico, la directora estudia y da voz a aquellos que vieron truncadas sus esperanzas tras la crisis de 2008.

En Nomadland somos testigos del derrumbe industrial, el fin de un ciclo capitalista, y cómo arrastra a cientos de vidas a una espiral de sacrificio y supervivencia, pero sobre todo silencio. Al estallido de la burbuja en la que se vivía por encima de las posibilidades, muchas fueron las casas que se vieron sin habitantes y tantos coches o caravanas se convirtieron en hogares. Del famoso repliegue económico surgen estos nómadas.

La nueva película de Zhao nos presenta a Fern, una viuda que tras perder su casa -propiedad de la empresa para la que trabajaba su marido- debe abandonar su pueblo, de origen artificial y creado alrededor de la fábrica, y todo aquello a lo que llama su vida. Entonces la carretera y su furgoneta se convierten en su hogar, adoptando forzosamente el nomadismo, y comienza a vivir en el asfalto pero sin el romanticismo de Jack Kerouac y cía.

El lugar de destino es el mismo para todos ellos: la paz. Muchos adoptaron el nomadismo por supervivencia o porque tras la crisis sus jubilaciones podían desaparecer

La Navidad y Año nuevo en Amazon, la temporada de recogida de remolacha, los veranos sirviendo y gestionando lugares de acampada. El calendario para Fern y los otros como ella carece de sentido, no existen meses ni semanas sino momentos de trabajo. Viven al día con cada céntimo y logran encontrar lo místico en sus rutinas, sintiendo una especie de libertad por carecer de ataduras pero recorriendo kilómetros con un yugo puesto.

El lugar de destino es el mismo para todos ellos: la paz. Muchos adoptaron el nomadismo por supervivencia o porque tras la crisis sus jubilaciones podían desaparecer, los menos del grupo son personas que abandonan sus vidas previas para encontrar algo que no conocen. Pero todos adoptan una filosofía, la de cruzarse en el camino, la del perpetuo peregrinaje sin meta. Sin embargo, la compañía más habitual es la soledad y el vacío.

Chloé Zhao es la autora del redescubrimiento rural, del cambio de óptica hacia las llanuras y montañas rocosas que ya no esconden indios y vaqueros, ni tampoco fábricas o explotaciones. Mirando a un inmenso vacío es capaz de contener el aliento del público gracias al simple ejercicio de la observación, exhibiendo un viaje tanto interno como externo al que asistimos como una liturgia. Su cámara no adoctrina, critica o conduce; solo muestra.

Gracias al uso de actores no profesionales e historias auténticas, Nomadland logra trasladar vivencias y no ficciones. En el cruce de caminos Fern encuentra a abuelas que resisten a algo como descansar, enfermos terminales que rechazan el hospital como final o inadaptados a un estilo de vida sedentario. Pero entre las risas y los cuentos, hay unos silencios cómplices que también relatan el sufrimiento.

Los personajes de Nomadland se encuentran en cierto momento en una cita anual similar a una reunión de piratas, anarquistas del sistema que les ha dañado,

Parte del mérito de Zhao es filmar introduciendo al paisaje como interlocutor y significado. La belleza de Nomadland reside en la inmensidad, es inabarcable por las palabras o las imágenes. Los largos planos que muestran imponentes montañas o desiertos sobrecogen sin emocionar, te colocan en el espacio y aportan escala de cómo de importante eres. El sentimentalismo no tiene cabida, solo son rocas, valles, acantilados, cactus.

Sin embargo, sí hay emociones constantes que fluyen entre Fern, los nómadas y la persona que observa. La melancolía hacia lo ya destruido, esos lugares y momentos que no se pueden recuperar, y la decepción con la realidad son omnipresentes, tanto como una rara forma de rabia hacia aquellos que sobrevivieron con sus rutinas a la crisis del 2008 y los miran como si el nomadismo fuese una la opción hippie para sobrevivir.

Los personajes de Nomadland se encuentran en cierto momento en una cita anual similar a una reunión de piratas, anarquistas del sistema que les ha dañado, y en esas semanas se emocionan por estar vivos. Se despiden, como en cada cruce de caminos, sabiendo que en la carretera se volverán a encontrar. Y continúan sus peregrinaciones, de trabajo en trabajo, sobre el eterno asfalto.