Gabo solo y solitario

Gabriel García Márquez /AEP
Gabriel García Márquez /AEP
Me conozco las triquiñuelas de los editores. Desde manosear los textos como si ellos fueran los autores o ponerlo todo en lenguaje políticamente correcto para obedecer a los tiempos.

DESPRECIANDO al autor. Y fabricar libros con textos de los muertos para poder usar un nombre y vencer muchos ejemplares. 

Por eso desconfiaba de esta publicación de la novela póstuma de Gabo, En agosto nos vemos. Pero esta vez el propio hijo estaba de acuerdo. Y ponía una justificación convincente y emotiva al frente del libro. Pero sobre todo me convenció la calidad de la obra, el autor la descartó, pero está ahí, con sus mejores cualidades de siempre. Y es uno de los mejores libros de Gabo.

Una mujer solitaria va siempre en agosto a visitar la tumba de su madre en una isla. Está en crisis con su marido y se siente  sola. Y mendiga, a veces de manera patética, un encuentro fugaz en el hotel, una sonrisa en la calle. Se siente sola y a veces un roce, una conversación animada, el sabor de un vino, pueden reanimarla. Camus dijo que uno no se suicida por abstracciones, que te miren mal por la calle puede provocar un suicidio. 

Y se va siempre en el mes de agosto a ese encuentro que la ilusiona. Que nunca sabe cómo va a ocurrir, o siquiera si va a ocurrir. (Que los zurzan a los académicos que no quieren que hable del argumento, que solo quieren que haga diagramas y geometrías científicas).  Y al final descubre que su madre hacía lo mismo en los últimos tiempos, por eso iba siempre a la isla. Y se siente unida a su madre. 

Gabo también se sintió solo siempre y no es casual que su obra principal aluda a la soledad. En El otoño del patriarca habla de la soledad del patriarca desconectado de todos y proyecta la soledad de sí mismo. Son casi las mismas palabras con que se confiesa a su hermano Eligio en un libro de entrevistas.  Gabo siempre se sintió solo a pesar de su fama mundial, de las masas que lo leían , de la atención de los medios de comunicación del mundo entero. 

Y también era un solitario, es decir, era independiente y no clasificable, a pesar de sus estridentes manifestaciones ideológicas. Y de gilipolleces como decir un día que lo único que contaba era lo que salía en la Enciclopedia Soviética. A la hora de la verdad él no era así y no se dejaba encerrar. Era solo y también solitario. 

Gritaba ideología, pero sus libros eran mucho más que ideología. Y con su literatura escarbaba en todos los rincones del ser humano. Y presentaba infinidad de matices de la lluvia o de la melancolía. Si su obra fascinaba era porque estaba llena de vida. Y porque era solitaria, no se dejaba encerrar.

Y todo eso aparece de manera touchant en su libro póstumo. Este estilo sin pretensiones que de todos modos es mucho estilo, con la contundencia de cada adjetivo, con lo certero de cada palabra. Poniendo pólvora sin decir que la pone. Mezclando lo narrativo con lo poético, uniendo lo popular con lo culto sutil, acercando la realidad a la leyenda.  Porque la madre de esa mujer que va siempre en agosto a la isla es una leyenda y ella misma se vuelve una leyenda para nosotros.

De nuevo la eficacia de la literatura, nos golpea en la cara sin decir que nos golpea, nos tiñe los ojos y no pretende hacerlo. Tiene esa levedad y ese quedarse al mismo tiempo. Como los encuentros tan leves de la mujer, que le salvan la vida, y le muestran el vivir en los instantes.  Cada gota de vino que se toma con un desconocido elegante con elegancia es como cada palabra que Gabo nos dejó para después de su muerte. Y tal vez jugó a la coquetería con nosotros. Descartó esa novela, pero quiso que la encontráramos.

Gabo era solo y solitario, que no es lo mismo, no mezclen las cosas. Era mucho más que los titulares superficiales de prensa que salían a miles en miles de periódicos. Y era más que las consignas ideológicas que afirmó, pero que interiormente burlaba. Igual que Balzac se burlaba de sus declaraciones legitimistas y por eso nos dio “El lirio en el valle”.