Opinión

Unha hipérbole con buenas piernas

Desde que a Dickens se le ocurrió escribir su Cuento de Navidad, los estudios y productoras de todo el planeta se empeñan en representar y adaptar un clásico que revive sistemáticamente en la semana de la festividad. Pero esta semana la originalidad hizo acto de presencia en una versión de la historieta que horrorizaría al propio Dickens. O quizás no.

LA CANTANTE y performer Samantha Hudson es una de esas personalidades que aflora en el ecosistema cultural cada cierto tiempo y que, de haber buena recepción, puede formar su propio universo. En esta ocasión, vive su propio cuento de los tres fantasmas de Dickens en el especial Una Navidad con Samantha Hudson (Atresplayer), imitando formatos de cine B y a los especiales de famosos que se autoparodian. Hudson recurre a figuras clásicas de la cultura trash como Paco Clavel o Manuela Trasobares, discípula de Dalí, para elaborar un viaje del héroe —heroína, en este caso— en el que reflexiona sobre su propio apogeo, pasando de ser una figura de los márgenes de la sociedad a uno de los juguetes favoritos del mainstream. Y, al mismo tiempo, pone a sus compañeras de transformismo callejero ante las pantallas para mostrar su dualidad, el debate entre origen y presente.

Lejos de reducirla a un producto fagocitado por la maquinaria cultural, que encuentra filón con un personaje y no teme en desgastarlo, Samantha ha encontrado la manera de construir una fama sin olvidar quién la mira para qué: los que la odian, los que la admiran y los que no la conoce, que es la amplia mayoría pero que en breve tiempo se posiciona en un bando.

La estela ascendente de Hudson incluye, además de un programa especial que ha guionizado y construido, su paso por otros shows de talentos, ser la cara visible de un podcast en Netflix, dos discos en el mercado, una gira nacional, su propio documental, el espectáculo de vodevil trash ‘Eutanasia Deluxe’ en el Teatro Lara, por el que pasaron figuras de primer nivel como Ada Colau y miembros del Gobierno de la nación, múltiples campañas de moda o poner voz a Corinna Larsen en el podcast X-Rey II.

Pero las facetas que hacen grande una figura como la de Samantha son dos, incluso por encima de la cultural o la mediática.

Hudson es una habitual en las campañas de partidos como Más País, una de las caras visibles en contra del fascismo y neofascismo en manifestaciones y eventos. Se ha hecho un hueco en el debate a través del colectivo LGTB+ y sus causas, pero además recupera el obrerismo y comunismo en su discurso para añadir una capa de clase a la cuestión. Para ella, son luchas que van de la mano y se actualizan por necesidad.

Los comunistas más retrógrados ven en ella una distracción capitalista mientras que la envían a la fábrica, la única forma de movimiento obrero que pueden concebir

Sin embargo, en su guerra contra la ultraderecha y el catolicismo se ha encontrado con otros frentes. Los comunistas más retrógrados ven en ella una distracción capitalista mientras que la envían a la fábrica, la única forma de movimiento obrero que pueden concebir, y un conjunto de cuestiones de género que van en contra de los principios comunistas. Otro de los frentes que ha abierto es con las feministas transexcluyentes que, incapaces de comprender su existencia y su performance, cada una en su sitio vital correspondiente; optan por desacreditarla como ser vivo. La otra faceta es su constante presencia en redes sociales, donde elabora discursos políticos de alto nivel que alterna con contenido de baja calidad artística pero de gran entretenimiento, desdoblando aún más su personalidad y creando personajes del día a día de la generación Z.

Lo cierto es que Samantha Hudson es una criatura extraña, representante de una generación rara vez representada, pues con 22 años ha accedido a círculos de influencia restrictivos para sus coetáneos. Pero, ¿de dónde nace esta personalidad desdoblada del joven llamado Iván y criado en Magaluf? En la Navidad de hace seis años, Iván aún como menor de edad decidió grabar una canción, Soy maricón, para una asignatura del instituto. En un principio no hubo mayor trascendencia, pero el caso llegó al oído del obispado de Palma de Mallorca, luego de que unas monjas la expulsasen de la misa de la catedral.

La atención que la Iglesia puso sobre aquella protoSamantha fue el origen, pues llevó a que periódicos y asociaciones de ultraderecha pidiesen, entre cosas como convertirla en un "escupidero público", su excomunión. Entonces solo hubo titulares y revuelo institucional, porque la parte B de la historia la conoció la propia Hudson años después comiendo churros de madrugada con un cura exorcista fan de ella.

Tras este espaldarazo inesperado a su carrera, se hizo un hueco en la escena local para su performance y, poco a poco, fue creciendo a escenarios de Barcelona y Madrid, no faltando a ninguna fiesta donde pudiese ensanchar su carrera, llegando a tirarse desde un primer piso como punto álgido de la noche.

Como ella bien se define: "Solamente soy una hipérbole con unas piernas de escándalo"

Samantha es una de esas llamadas personalidades de Internet que comienza a tocar otros ecosistemas mediáticos, de momento con éxito, y que adaptó su carrera musical gracias a un gran sentido de la estética, donde aúna sus reivindicaciones de género con humor y una posición firme contra el fascismo. Como ella bien se define: "Solamente soy una hipérbole con unas piernas de escándalo".

Recientemente, Samantha Hudson volvía a los titulares por culpa del videoclip de Por España, una canción estrenada el 12 de octubre con motivo del Día de la Hispanidad. En él lucha desde lo folclórico castizo contra el fascismo, llegando a volarle la cabeza a un doble de Franco con una escopeta, algo que provocó la crispación de ciertos sectores políticos.

Reconoce que su existencia está plagada de debates internos y que cada día convive con ellos, a mayores de las críticas externas y la obligación de sobrevivir. Se mueve siguiendo un instinto, sin sentirse un icono, consciente de que para la gente de los márgenes la estabilidad no es algo que exista, y sin atribuir un significado académico a su obra, "eso ya lo hacen otros por mí".

Cuando elimina el ornamento, la estridencia y el humor cáustico, su discurso se afila y muestra clarividencia en materias que otros solo pueden convertir en titulares de escándalo. Es difícil prever su camino, pero Samantha Hudson tiene claro que seguirá su instinto porque "la provocación sirve para poner en evidencia todo el camino que queda por recorrer".