Opinión

Una reina con nombre de sopa

Podemos ver en España Drag Race, uno de los formatos audiovisuales más importantes y trascendentales de la cultura pop del siglo XXI que además ha dado forma y silueta a la representación de colectivos marginales en televisión.

A ADAPTACIÓN española del programa de telerrealidad y competición RuPaul’s Drag Race se suma a la inglesa, neerlandesa, chilena, australiana canadiense y tailandesa, haciendo aún más grande al fenómeno que ha sacado al transformismo de lo underground hasta convertirlo en popular, en el lugar donde todos quieren estar. Esto es así por obra y gracia de RuPaul, cuya sombra es alargada e inquebrantable.

Son pocas las personas que pueden hablar de sí mismas o que sean reconocidas entre el público utilizando solo su nombre o un mote, es un privilegio reservado tanto a las estrellas como a quien posee una extraña onomástica. Si logras además construir una franquicia e imperio de productos alrededor de ello, eres sinónimo de éxito. Algo tan concreto y complicado es lo que ha elevado a RuPaul Charles (1960, Estados Unidos) a la altura de icono cultural como la drag queen más importante de la Historia.

Es curioso cómo alguien que ha estado dentro del mundo del espectáculo desde hace más de 40 años mantiene con tanto recelo cualquier aspecto sobre su vida. El férreo control con el que maneja su imagen pública y los entresijos de su historia personal choca frontalmente con su facilidad para hablar de un pasado loco en los años 80, pero también de unos orígenes e infancia que lo persiguen hasta el día de hoy.

RuPaul se hizo gigante, más allá de sus casi dos metros de altura sin tacones, en la noche  de Nueva York, pero nació y creció en San Diego siendo un joven afroamericano, católico y homosexual en la década de los 60. Sus padres se divorciaron cuando tenía 7 años y entonces se mudó con sus tres hermanas mayores y su madre, Ernestine, que es el verdadero germen del icono que hoy es.

Las raíces maternales de RuPaul se prolongan hasta el estado de Louisiana, antigua colonia francesa y con una cultura afroamericana muy específica dentro de la geografía estadounidense. Ernestine quería que su hijo fuese una estrella sin olvidar su origen, por eso añadió al nombre de Paul el prefijo Ru, imitando el sonido de la palabra roux, una salsa que sirve de base para cocinar el gumbo, un famoso plato de gastronomía criolla.

El entorno en el que crece es un conjunto de referencias folclóricas con dibujos animados y una fuerza social que pedía cambios en todos los sentidos, un tiempo para la modernización y avance en derechos sociales. Esto ya existía en la casa de RuPaul, su madre jamás sufrió por cómo era su hijo y lo animaba a ser él mismo, mientras que sus hermanas lo vestían y paseaban con vestidos y tacones. La hostilidad del exterior no cabía en su hogar.

De niño siempre me disfrazaba de todo. Usaba cualquier cosa que tenía a mi alrededor para expresarme como ser humano. No había ninguna connotación sexual en ello. Bugs Bunny fue mi introducción al transformismo», confesó él mismo a The Hollywood Reporter.

Sin embargo, el mundo sí era un polvorín para aquellas personas que acumulaban diferencias a la norma. El resto de niños acosaba a RuPaul a todos los niveles, menguando su fortaleza e insistiendo en su diferencia a lo que se consideraba una persona. Eso generó en él un terrible sentimiento de desazón que le empujó a consumir de manera compulsiva alcohol y marihuana con solo 10 años.

Ante esta situación y su progresión durante cuatro años, la familia no puede seguir viendo como alguien tan joven se autodestruye y en 1975 su hermana Renetta lo presiona para que se mude a vivir con ella en Atlanta, en aquel entonces un hervidero cultural donde muchas normas sobre género y sexualidad se cuestionaban con mayor facilidad, además de ser cuna de grandes dinastías de drag queens.

Accede y comienza a estudiar artes escénicas intercalando escuela con trabajos de vendedor de coches y limpiador en el clásico Plaza Theatre, el cine en funcionamiento más antiguo del mundo. En palabras del propio RuPaul, allí encontró "a los irreverentes, a los míos, a los que no daban por sentada la norma" y sintió cómo le acababan de salvar la vida.

Antes de asentarse como drag queen, se sumó a la ola punk que inundaba la cultura del momento e hizo suyo un movimiento particular llamado gender bender, que consistía en romper con los roles de género. Se inició en el mundo del espectáculo con su propia banda, Wee Wee Pole, y comenzó a actuar en varios clubs de Atlanta, en los cuales también participaba como miembro del cuerpo de baile.

Su madre jamás sufrió por cómo era su hijo y lo animaba a ser él mismo, mientras que sus hermanas lo vestían y paseaban con vestidos y tacones. La hostilidad del exterior no cabía en su hogar.

Cuando aquel momento punk se sofocó, en RuPaul quedó el poso de que jugar con su feminidad y lo misterioso de su figura era realmente el medio de expresión artística que le interesaba. Durante los comienzos de la década de los 80 participó en el cine underground, en películas de bajo presupuesto, y destaca Star Booty por ser un proyecto que incluía también un disco que él mismo grabó, algo bastante inusual.

Pero Atlanta se moría, la revolución se apagaba y los derechos del colectivo LGBT ya se conquistaban en otras ciudades. Su objetivo era mudarse a Nueva York e intentar ser famoso, aquello para lo que su madre lo había criado y que arrastraba. Ya no le bastaba con presentarse con ciertos rasgos femeninos en algunos círculos, debía construirse un personaje que le abriese puertas. Y entonces RuPaul creó a RuPaul.

Pero como explican todas las grandes estrellas de la época, a las que él mismo admiraba, la fama y los sueños tienen una cara oscura que suele obviarse en el relato que anima a perseguirlos. Cuando finalmente decidió mudarse en 1984, tras años de idas y venidas mensuales a la gran ciudad, comenzó su travesía por el desierto. Durante meses llegaba a fin de mes con suerte y su vida se complicó hasta el punto de dormir en sillones o muebles de amigos.
Su vida se centraba en trabajos sin importancia para poder salir noche a noche, formar parte de la nueva cultura que se fraguaba en torno a la fiesta. Era lo único para lo que existía: la fiesta. Su nombre, de hecho, se hace muy famoso y con rapidez en el mundo de la noche. Pero sin haber superado todavía sus adicciones infantiles, la marcha atrajo pastillas, cocaína, ácidos y otras sustancias en el peor de los momentos.

En un tiempo de choque personal radical, la persona nocturna y exitosa era opuesta al trabajador diurno. Al límite de esta situación, RuPaul se encontró con la decisión de suicidarse, algo que sopesó con profundidad. Pero todavía debía cumplir con el destino que su madre le había encomendado.

RuPaul nunca define su éxito como un golpe de suerte, porque así parece de hecho, sino como el fruto explosivo de muchos años de trabajo y espera

Su presencia junto a los club kids (una tribu urbana de la contracultura centrada en la vida nocturna y característica por su potente estética) hizo que lo contratasen como figurante en las fiestas, especialmente en las que Susanne Bartsch hacía. En esas era donde se movían las posibilidades. Su indiferencia hacia el género lo hizo tremendamente atractivo para determinados medios y su imagen masculina resultaba tan interesante como su drag queen.

RuPaul nunca define su éxito como un golpe de suerte, porque así parece de hecho, sino como el fruto explosivo de muchos años de trabajo y espera. Gracias a sus cada vez más numerosas apariciones mediáticas y la fama social, logra llegar hasta la MTV, la mayor plataforma y fuente de cultura popular en los años 90. Prácticamente lo había conseguido, habÍa llegado de manera silenciosa donde muchos no pudieron. Había descifrado el código.

"Lo que hice yo que no hicieron ellos fue eliminar el sexo. Mi personaje era sexy, pero no sexual y eso marcó la diferencia, especialmente con los americanos. Los americanos temen al sexo", comentó en una entrevista para la Rolling Stone preguntado sobre cómo llegó a dónde ni Divine ni Boy George soñaron llegar.

A medida que avanzaban los años 90, RuPaul se volvía más exitoso. Su cara era una constante. Fue la primera drag queen rostro mundial de cosméticos y, cuando le concedieron su propio programa y con su nombre, se convirtió en el primer presentador abiertamente homosexual de la televisión estadounidense. En él recibió tanto a Nirvana como a Duran Duran, una retahíla de estrellas, y se debatían temas sobre feminismo, derechos sociales o empoderamiento, mucho antes que en cualquier otro medio.

Paralelamente su carrera musical despegaba con la canción Supermodel of the World y la colaboración junto a Elton John del éxito Don’t Go Breaking My Heart. RuPaul lo tenía todo, incluso sobriedad al haber abandonado sus adicciones. Pero con el cambio de milenio y la llegada de George Bush, desapareció. Su país y el mundo del espectáculo lo habían traicionado
Tardó años en aparecer en actos públicos, siempre alegaba que lo conservador había vuelto y de él solo se esperaba el comportamiento de un hombre gay o de una mujer afroamericana. Estaba limitado y se sentía clandestino, pero sobre todo esclavo de la percepción heterosexual.

Tras más de 13 temporadas y un imperio tanto mediático como industrial a su alrededor, RuPaul se considera de nuevo el revolucionario de la representación LGBT en televisión

Sin embargo, en 2009 decidió hacer un tímido regreso bajo el formato RuPaul’s Drag Race, un reality de competición que buscaba a la mejor drag queen del país. Los inicios del programa no pronosticaron el impacto social y cultural que se avecinaba. Ahora, tras más de 13 temporadas y un imperio tanto mediático como industrial a su alrededor, RuPaul se considera de nuevo el revolucionario de la representación LGBT en televisión.

Por su programa han desfilado desde nombres de la música como Blondie, Shania Twain o Natalie Cole, pasando por figuras de la cultura pop como Twiggy o Courtney Love, o de la literatura como David Sedaris, hasta la actual congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez. Todo el mundo quiere estar en su escaparate.

Tras haber completado un círculo al ser presentador invitado en Saturday Night Live, un rito sagrado en la televisión, ha sido bienvenido de nuevo al Olimpo y cumple con la comanda que su madre le hizo al bautizarlo. Aunque reconoce ya solo travestirse por dinero y no pasión, mantiene su lema vital con la misma fuerza: "Todos nacemos desnudos, el resto es drag".

Comentarios