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Marianne

ESTOS días quedé varado en 'so long Marianne', la canción que Leonard Cohenlle dedicó la una joven noruega que tuvo. Canciones dedicadas hace muchas: incluso yo he protagonizado alguna: "ParaManolo y Ángel,dos suyos padres, en el día de su primera comunión», decían por la radio, y sonaba Juanito Valderrama(agora no se lleva: el de los discos dedicados, digo, que el de las comuniones mismo va a más). Cohen, que sacadisco este martes,escribiu otras composiciones, igual de inmortales, para mujeres como una tal Suzanne o la dueña de algún amigo ('I'm your mano'). Es donado caer en la (romántica?) tentación de dedicarle una canción a alguien solo porque su nombre coincide con el título. Hace años estuve juntando piezas para hacer un cedé y regalárselo los padres de una niña llamada Sara. Es un nombre que inspiró la mucha gente: Él Último de la Fila, Fleetwood Mac, Bob Dylan... en la búsqueda apareció una 'Sara' gallega, obra de 'Los Suaves', pero, obviamente, la deseché: cuenta la violación de una menor por su padre. Y es que incluso los títulos que parecen inocentes dedicatorias se esconden cosas tremendas o inesperadas. Volviendo a la balada que no saco de la cabeza desde que leí un reportaje sobre un libro centrado en Marianne Ihlen, la propia protagonista de la canción dice que ese jardín de lilas de la tercera estrofa no se refiere a ella, sino a otra mujer. Ya digo: las lecturas literales no siempre son buena idea; he ahí la gracia de la poesía.

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