Opinión

Bendito VAR

EL AÚN receloso videoarbitraje (VAR), o árbitro asistente, facilitó a la selección española una carambola que ni un milagro de Lourdes hubiera brindado. Permitió el gol de Aspas y el empate iraní ante Portugal, todo a la vez, cuando todo eso se daba por perdido. Más que casualidad, que también, es fruto de la cordura y de la lógica bien aplicada. El ojo humano, con todas sus virtudes, es incapaz de precisar lo que una grabación de vídeo precisa, por mucho que se trate de argumentar la desautorización del árbitro. Lo ocurrido el lunes, con ser importante (no es lo mismo vérselas con Rusia que con Uruguay), no lo es tanto como cuando una duda conduce, por ejemplo, a la pérdida de categoría de un equipo, con muchos intereses y emociones en juego. Por eso no se entiende que existan todavía reparos hacia la modalidad técnica que resuelve la inseguridad antes de que produzca efectos irreparables y sin que se debilite para nada la autoridad del colegido, obligado a tomar decisiones en décimas de segundo, o instantes antes de rebobinar en su fuero interno, sin que asuma la marcha atrás, defendiendo su criterio asentado en la duda o a sabiendas de que es equivocado. Bendito VAR.

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