Opinión

Baronesa y vagabunda

La cantante Marianne Faihtfull, una de las figuras indiscutibles del rock británico, vuelve a publicar un disco a sus 74 años, tras superar el coronavirus y asumir que su ya quebrada voz por una laringitis en los años 70 difícilmente podría volver a sonar de alguna forma. Por eso ahora se introduce en lo que llaman palabra hablada, esa disciplina artística que consiste en recitar con musicalidad e interpretación
Marianne Faithfull.
photo_camera Marianne Faithfull.

EN ESTA ocasión, Faithfull no toma las riendas de la escritura y se entrega por completo a los poemas de Lord Byron, John Keats, Percy Shelley o William Wordsworth, y las composiciones de Brian Eno y la banda de Nick Cave. Probablemente sea el último trabajo de Marianne porque su epitafio musical Negative capability ya fue publicado hace unos años, al estilo Leonard Cohen, y ha declarado no tener más que comentar o explicar de su vida.

Aunque su figura como cantante se hace grande al lado de los Rolling Stones y como una de las mujeres principales del movimiento musical que supuso la Invasión Británica, esa respuesta musical de Reino Unido a Estados Unidos para competir por el liderazgo mundial, Marianne Faithfull es la mujer de las cien vidas y que, desgraciadamente, debe arrastrar los adjetivos de drogadicta, ninfómana o aprovechada que la prensa le puso en su día.

Antes de huir del internado católico en el que estudiaba y unirse a la revolución cultural del Swinging London con 17 años, Faithfull se había criado en el barrio de Hampstead como hija de un profesor de literatura italiana y una bailarina austríaca del teatro de Bertolt Brecht. Tras el divorcio de estos, vivió con su madre mientras la veía agonizar por su alcoholismo y sus ganas de escapar de un ambiente cargado de dolor y tuberculosis.

Con el tiempo descubrió que en sus antepasados se encontraba el escritor Leopold von Sacher-Masoch, autor de ‘La venus de las pieles’ e inspirador del masoquismo, y por tanto es heredera del título nobiliario familiar, en concreto en calidad de baronesa. Sin embargo, es algo que llegó tarde y todavía continúa sin utilizar o sentir como propio.

Contrariamente a lo que se dice, las drogas en la relación entre Mick Jagger y Marianne, ocasionalmente también incluyendo a Keith Richards, las trajo ella

Tras dejar la vida que buenamente había podido llevar, Marianne se dedicaba a tocar en la calle o en cafés londinenses como tantos otros artistas en los años 60, hasta que conoció en una fiesta a Mick Jagger, Keith Richards y su productor, con quienes estrenaría su primera canción. De ese encuentro y los posteriores surge el tándem que une de manera innegable los inicios de Faithfull con los Rolling Stones.

Pero más allá de lo artístico, lo que realmente supone la unión de estos es la vorágine vital y polémica en la que se encerraron. Contrariamente a lo que se dice, las drogas en la relación entre Mick Jagger y Marianne, ocasionalmente también incluyendo a Keith Richards, las trajo ella. Empezaron con marihuana, pero la degeneración llegó de mano de barbitúricos, cocaína, ácidos, alcohol de todo tipo y, finalmente, heroína.

La seductora manera en la que desde fuera se veía a Marianne y las drogas, siempre como alguien que coqueteaba con ellas y las trataba como un juego, hizo que se ignorase la realidad latente: el abuso que se producía hasta rozar la muerte en muchas ocasiones. Pero ese aire de persona maldita y aura de musa que la rodeaba impedía a los artistas que la admiraban siquiera intervenir entre las drogas y ella, quizás por propio egoísmo.

Faithfull quiso desarrollar una cierta carrera como actriz al mismo tiempo que lidiaba con la música y su adquirida personalidad de celebridad rock, convirtiéndose en la primera persona en decir ‘fuck’ (‘joder’) en una película destinada al gran público.

Aquello que fue recibido como una bofetada por la élite cultural a ella solamente la alimentaba, pero esa palabra era casi premonitoria de todo lo que se venía encima. Solo un año después, en 1968, la decadencia de Faithfull junto a Mick Jagger tocaba techo al sufrir un aborto estando de siete meses e intentando suicidarse con barbitúricos mientras acompañaba a la banda por Australia. Tenía 22 años y estuvo en coma seis días.

Aquel incidente abrió los ojos al vocalista de los Rolling Stones, que decidió terminar con la relación. Marianne entonces se sumió en una depresión y los cinco discos publicados entre 1965 y 1967 serían la antesala de un largo silencio. A las puerta de la década de los 70 Faithfull era considerada alguien extinta y era un alma errante expulsada de la órbita del rock.

Solo Marianne, que lo confesó hace unos años, sabía que la persona tras la muerte accidental de Jim Morrison había sido el traficante Jean de Breiteu

Durante los años siguientes fue una vagabunda del Soho, perdiendo incluso el techo bajo el que dormía en su momento más intento de adicción a la heroína. En esos momentos recibía la ayuda de antiguos compañeros y admiradores, como el pintor Francis Bacon, que de vez en cuando la acogían unos días y la alimentaban, pues al grave estado de salud mental se le sumaba una fuerte anorexia. Pero nada parecía surtir efecto para ayudarla.

En 1971 ocurre un episodio ahora de dominio público, pero que durante décadas fue alimento para bulos: la muerte de Jim Morrison. Aunque es sabido que la causa del fallecimiento del líder de The Doors fue una sobredosis, solo Marianne, que lo confesó hace unos años, sabía que la persona tras la muerte accidental había sido el traficante Jean de Breiteuil, su novio entonces y camello de muchas estrellas, famoso por sus fuertes drogas.

El declive vital de Marianne era alarmante. En unos años había pasado de ser la belleza exuberante y la musa del rock a la mendiga más famosa de Londres. No quedaba ni rastro de la chica que se abrió camino hasta codearse con los Beatles, David Bowie, Allen Ginsberg o William Borroughs ni de la sensualidad que atrajo a Jimi Hendrix y una retahíla de hombres. Pero una mano amiga la rescató y plantó en un estudio en 1976 para volver a la música.

Gracias a la publicación de un disco una década después pudo retornar a la palestra, aunque fuese con un mínimo impacto de público y crítica. Marianne, que siempre tuvo una enorme alma de cantante folk y perdición por la guitarra acústica, se había visto casi desde el inicio arrastrada al rock de su entorno y ahora que los gustos apuntaban hacia el punk, ella debía mostrar que su vida era lo que los otros predicaban.

Lo hizo a su manera, sin excesos de ruido ni suciedad y recuperando versos de poetas, y como pudo, pues su voz afectada por una grave laringitis pagaba ahora los excesos con las drogas. Su tono se había quebrado y en cada intento no podía esconder que había llevado eso a lo que llaman mala vida. Pero en lugar de esconderlo, decidió abrazarlo y hacerse un nombre a partir de su historia.

Broken english, una obra que fue ampliamente reconocida en su momento, pero que ha ganado fama y repercusión con el paso del tiempo

En ningún momento decidió desintoxicarse y lo que había conseguido era mantener a raya las consecuencias de sus adicciones. En 1979 publica el disco de culto y fundamental del rock inglés Broken english, una obra que fue ampliamente reconocida en su momento, pero que ha ganado fama y repercusión con el paso del tiempo, especialmente las canciones The ballad of Lucy Jordan y Working class hero, versionando a John Lennon.

Ha sido catalogado por la propia Faithfull como su trabajo favorito y una obra maestra tanto por su composición musical como por la lírica, aunque en lo que ahora son sus años más maduros también reivindica su disco epitafio como la contraparte a los excesos verbales y vitales de aquella época.

En los años 80 su vida personal no mejoró mucho y a las muchas relaciones fracasadas, comenzaron a sumársele matrimonios. Ni siquiera los amantes le duraban, incluso alguno como Howard Tose se suicidó tirándose por la ventana. No era culpa de ella, era el momento vital y las consecuencias psíquicas de las adicciones de muchos de ellos.

De la fuerte sobriedad y el dolor de la curación fue capaz de extraer siete discos más hasta 2008 y multitud de giras

Durante esa década su actividad musical se reactive y comienza a ganarse la fama de icono rock, vestigio de otra época, y con la publicación en 1987 de Strange weather, un disco muy influenciado por el jazz y el soul, se consolidó como superviviente de una época demente, pero que además estaba dispuesta a envejecer dignamente.

Tras asumir que su problema con las drogas y las relaciones turbulentas suponían un problema de salud que también afectaba a su actividad artística, Marianne decide desintoxicarse de todos los malos vicios que la afectaban. De la fuerte sobriedad y el dolor de la curación fue capaz de extraer siete discos más hasta 2008 y multitud de giras, además de colaborar con Metallica, Jarvis Cocker o Pink Floyd.

Poco a poco se ha curado de los fantasmas que la perseguían y labrado una personalidad propia que la separa del mal envejecimiento de otras leyendas coetáneas. Su gran habilidad ha sido la reinvención y saber lo que correspondía a cada época. De hecho, su figura ahora tan reverenciada se mantiene gracias a su actualización intelectual y sus amistades, que la influyen en lo musical, con Nick Cave, PJ Harvey, Sean Lennon o Anna Calvi.

La increíble vida de Marianne Faithfull ha progresado de lo pomposo y sinuoso hasta la brutal honestidad, al mismo tiempo que lo hacía su obra, y próximamente quedará plasmada en una película biográfica que ya está grabando Netflix. Como consecuencia del coronavirus ha sufrido pérdidas de memoria y ya comienza a recuperarla, pero cuando el mundo la mira sabe reconocer que está ante una superviviente de otra época.

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