Opinión

Ensimismamiento

EL PARTIDO Socialista lleva demasiados años enfrascado en sus disputas internas, luchas de poder, el reparto territorial, y los modelos de organización. Desde el "no es no", con el que se pretendía cerrar el paso de Mariano Rajoy a la Moncloa, hasta hoy, la ausencia de propuestas para el país es palmaria.

Este fin de semana, los socialistas vuelven a reunirse en un Comité Federal para darle una nueva vuelta de tuerca al modelo de partido, con el claro objetivo de reforzar la figura del secretario general y hacerlo intocable; sea cual sea su resultado electoral, salvo mejor opinión de las bases. Resulta curioso el camino inverso que las dos fuerzas de centro izquierda han seguido en sus procesos organizativos. Mientras Podemos, que nació como un movimiento asambleario heredero del 15M, recupera la verticalidad, el orden jerárquico y un fuerte liderazgo, el PSOE deja en manos de la militancia la cabeza de su Secretario General. Pedro Sánchez, a quien esa misma militancia salvo del ostracismo, debe saber que las adhesiones inquebrantables solo se han sostenido en la época de la dictadura franquista, cuando cualquier discrepancia te costaba la cárcel. Y que competir por los votos con Pablo Iglesias no significa copiar a destiempo los entusiasmos iniciales de una formación que encontró su hueco en el peor momento de la crisis económica y una clase política adormecida ante el empobrecimiento y el dolor de la ciudadanía.

Puede que en este Comité Federal se apruebe, por fin, el nuevo modelo de partido y comience la etapa de propuestas de futuro para un Estado que no pasa por su mejor momento a nivel territorial y de corrección de las desigualdades sociales, consecuencia de una legislación laboral, aprobada en la etapa de mayoría absoluta del PP, que precarizó el empleo y devaluó los salarios.

La ausencia de Susana Díaz, Ximo Puig, Javier Fernández, o Francina Armengol (una de las pocas dirigentes regionales que apoyó a Pedro Sánchez en las primarias) no son un buen síntoma. Es verdad que en la propuesta de recentralización del partido de Sánchez pierden poder, pero su ausencia refleja más el enconamiento en las malas relaciones personales que se intenta tapar con declaraciones de disciplina, excesivamente grandilocuentes.

Mientras, la falta de presupuestos hace peligrar la legislatura y las encuestas de CIS adelantan un panorama de resultados electorales tan fragmentado como el de 2015 y 2016. Aún así, solo el conflicto catalán ha permitido que Rajoy y Sánchez volvieran a dirigirse la palabra e incluso que mantuvieran discretas reuniones en Moncloa, pese al interés común por recuperar el bipartidismo que les permitió alternarse en el poder desde la Transición.

Si el PSOE quiere recuperar el peso político que ha tenido en los últimos decenios no basta con competir con Podemos, tiene que ofrecer un proyecto de futuro ilusionante y demostrar que sus propuestas tienen consistencia y no son meros eslóganes. Pero, sobre todo, dejar de mirarse el ombligo.

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