Comida campestre a la sombra

Xábrega
Fonte dos Muíños do Xábrega, en Anllo, Sober (Foto: TOÑO PARGA / El Progreso)

Creo que hay que reivindicar la merienda campestre en las fiestas de Galicia, con la música de la gaita a la hora del café y los licores como expresión festiva en el aire. Reclamo el mantel de cuadros rojos sobre la hierba, desprecie usted si quiere la bota de vino, y unas mantas para sentarse alrededor. Es probable que además del feísmo arquitectónico, los destrozos en el paisaje y la veneración por la bollería industrial, estemos borrando del escenario vital auténticas expresiones festivas de lo que somos. Piense en esa comida campestre a la sombra de unos castaños y carballos y con el frescor que transmite el sonido del río. Piense en esa imagen bucólica de una romántica película inglesa con picnic en la campiña. No hay contraposición entre progreso y mantenimiento de buenas y arraigadas costumbres.

Un clarete frío, llámele usted rosado si quiere, y que sea de calidad como el Tres Obispos que produce en el Bierzo la bodega de José María Fonseca, una tortilla de patatas y unos bistés empanados, bajo la sombra de una carballeira y al lado de un río, es todo un festín para estos días de verano. Hay usos y costumbres que no deberían perderse, que conviene recuperar. Este de la merienda campestre, gaiteiro incluido, debería formar parte de la identidad del país, como esas canastas de mimbre y los utensilios adecuados para el picnic.

Aquellas meriendas que llevaban una ensaladilla rusa, que hoy con el transporte en frío y sin exposición solar tampoco debe suponer un riesgo sanitario, la tortilla, los bistecs empanados para que la carne se presente blanda a la hora de la comida; la tortilla de patatas que admite todos los añadidos que imaginarse uno pueda, desde un algo de chorizo a unas fibras de un buen bacalao. Un postre con bizcocho, unas rosquillas o melindres y una botella de un Porto que siempre endulza la boca y ayuda a hacer la digestión.

Opto por una merienda que se transporte de casa en cesta y nevera, antes que por cualquier otra alternativa de fuego para churrasco o para las sardinas asadas. Está en contra el riesgo del fuego, está el trabajo de unos pocos en plena jornada festiva y, habrá que decirlo, está el ambiente que no necesita contaminaciones olorosas de humos y asados. Para esto hay otras ocasiones y otros espacios.

Cualquier menú puede ser válido para una merienda, siempre que su servicio en frío o a temperatura ambiente no suponga un problema sanitario en la calidad. Claro que siempre queda la alternativa de que un cátering nos sirva en el lugar que deseemos. Hay hoy en Galicia excelentes ofertas y a buen precio. Esta alternativa sería para una cita numerosa; en un encuentro reducido familiar o de amigos parece más lógico transportar y servirse de la comida que se elaboró en casa, de esas tortillas que se prepararon la noche anterior. Es cuestión, además de economía.

Si la crisis obliga a ciertos cambios vacacionales para las sufridas clases medias, quizás esta vuelta a la merienda campestre en la fiesta, que vuelva a ser así romería, puede ser arma de felicidad colectiva. Pruebe.

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