Galardón a la cocina de toda la vida

La historia de la Casa Descalzo de Taboada es similar a la de muchas casas de comidas de Galicia, lugares que forjaron su fama a base de la cocina casera, lugares en los que la única publicidad es el boca a boca y unos clientes llegan por las referencias de otros.

La Casa Descalzo es un sitio pequeño y toda su riqueza llega a través del paladar, simplemente a través del sabor, sin grandes comedores, ni grandes decoraciones pero con una cocina de leña que para los que la conocen es el secreto de todos sus éxitos. Este negocio puede pasar desapercibido a primera vista en Taboada pero lleva desde el año 1935 cautivando a sus clientes, especialmente a aquellos que disfrutan de la comida hecha con las recetas de toda la vida.



María Luz Otero (en la foto de Toño Parga) es la propietaria actual de Casa Descalzo, la encargada de la cocina y de todo el trabajo. Heredó el negocio de sus padres que lo fundaron en 1935, un año después de casarse, y que se lo traspasaron a su hija cuando cayeron enfermos.

María Luz Otero trabajó codo a codo con sus progenitores, ya fallecidos, en su primera juventud. Sin embargo, decidió abandonar la hostelería y estudiar en Santiago. Allí la sorprendió una enfermedad y regresó a casa. «Después una cosa trajo la otra, me fui quedando y aquí estoy», afirma.

La vida quiso que cuando esta taboadesa comenzaba a recuperarse, enfermase su padre y poco a poco se viese «enganchada a la casa de comidas. Ahora ya casi no puedo decir si me gusta la hostelería o si me acostumbré tanto que el tiempo hizo que me gustase», reflexiona.

La especialidad de María Luz Otero es la cocina de temporada, en invierno los cocidos, pero especialmente la caza, y en temporada de verano las carnes más convencionales. Además, es una auténtica experta en el plato más típico de Taboada, el caldo de ósos, muy propio de estas fechas.

El próximo viernes, Otero recibirá en Lalín un reconocimiento a su trayectoria en el marco de la gala de los premios Gastronomía de Galicia que entrega el Ayuntamiento de Lalín, la Secretaría Xeral de Turismo y varias asociaciones gastronómicas gallegas.

María Luz Otero recibe el galardón con cierto sabor agridulce. «Me da cierta pena que llegue ahora cuando la casa no pasa por uno de sus mejores momentos. Desde que comenzaron mis padres, todo fue crecer, cada vez venía más gente porque la había. Pasaron los años de la guerra que fueron duros, pero siempre se fue a mejor. Ahora queda muy poca gente en las aldeas, yo también voy mayor y la casa lleva mucho trote encima. Son tiempos difíciles», apunta.

De todas formas, María Luz Otero lucha por mantenerse hasta que le toque jubilarse y pone a sus platos el mismo cariño que al principio. Creció entre los fogones y el comedor y aunque a veces las circunstancias no acompañan se resiste a dejar de cocinar. «A veces pienso en jubilarme porque los tiempos no son los mejores, pero por ahora sigo en activo», concluye.

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