Blog | Que parezca un accidente

No es rock and roll: es genocidio

Al final de Future legend —la homilía apocalíptica con la que da comienzo el disco de David Bowie Diamond dogs (1974)—, se escucha al músico gritar: "¡Esto no es rock and roll, esto es genocidio!". Una frase confusa cuyas posibles interpretaciones siempre han generado cierto debate. Tal vez Bowie se refiere a la muerte del género, a la desaparición de su esencia una vez ha sido absorbida por las masas. Pero yo sospecho que está hablando de sí mismo.

ESA NARRACIÓN tan extraña, incluso espeluznante, parece autorreferencial. Un guiño perverso a Rock ‘n’ roll suicide, el último corte del disco The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1972). No se trata de la muerte del rock and roll, sino de la parte que tiene que ver con Bowie. Se trata de la muerte de Ziggy Stardust. Es el fin de una era.

Se ha especulado sobre la influencia de La feria de las tinieblas de Ray Bradbury en el relato distópico que conforma Future legend. También se ha señalado la semejanza de algunas de sus descripciones con las de Los chicos salvajes de William Burroughs. Es muy posible que David Bowie escribiese esa introducción para el disco Diamond dogs tras conocer a Burroughs unos meses antes, en una charla organizada por la revista Rolling Stone que se publicaría en 1974 a modo de entrevista recíproca entre el escritor y el músico. En ese momento, ninguno de los dos sabía mucho sobre la obra del otro, pero durante la conversación se aprecia cómo a Bowie le impacta el discurso de Burroughs. Por momentos, incluso parece empequeñecerse ante su interlocutor. Como si le avergonzase no estar a su altura.

Burroughs: El arma de Los Chicos Salvajes es un cuchillo Bowie. ¿Lo sabías?
Bowie: No, no sabía que esa fuese su arma. El nombre Bowie apareció muy temprano en mi vida. Quería un tópico que me sirviese para cortar con las mentiras y todo eso.
Burroughs: Corta en ambas direcciones, ya sabes, doble filo al final.
Bowie: No sabía que cortaba en ambas direcciones… hasta ahora.


Sobre la charla planea de principio a fin la figura de Ziggy Stardust. Burroughs le pide al músico británico que le cuente de qué trata ese disco, y Bowie le explica que en él se contiene un relato cuyo inicio se sitúa cinco años antes de la destrucción del mundo. Ziggy Stardust es el protagonista de la historia. Él debe servir de enlace entre los seres humanos y los hombres de las estrellas, que viajan hacia el planeta Tierra para devorarlo. A modo de profeta, Ziggy decide inventarse al personaje de Starman para cantarles a los humanos sobre su futuro. Pero no les habla de exterminio, sino de salvación. Conoce el destino fatal de la Tierra porque lo ha visto en sus sueños, pero elige anunciar lo contrario. Canta sobre el hombre del cielo que ha venido a salvar al mundo. De un modo alegórico, Starman es una canción sobre las falsas esperanzas como forma piadosa de protección.

Ziggy Stardust and the Spiders from Mars es el álbum que catapultaría a David Bowie. A mediados de 1972, gracias a la primera gira en la carrera del músico, su disco Hunky Dory comenzó a despuntar en las listas de ventas del Reino Unido. Una gira que había comenzado en febrero de ese año y terminaría durando 18 meses. La popularidad de Bowie crecía con cada concierto, cada vez lo reclamaban para actuar en más ciudades. Incluso llegaría a tocar en Estados Unidos y en Japón. Esa gira, la primera en la que interpretaba las canciones del disco Ziggy Stardust’(Ziggy Stardust Tour), supondría un antes y un después para su trayectoria profesional. Cuando regresó al Reino Unido en el año 1973 ya era la celebridad que estaba llamado a ser. Ziggy Stardust había nacido durante aquella gira, incluso antes de la publicación del álbum, y se mantendría vivo durante dos discos más.

El sistema creativo de Bowie se manifiesta especialmente en ese trabajo. Él creía en la inmediatez de la imagen y le concedía una importancia superior como herramienta narrativa. Defendía que «las cosas tienen que golpear de inmediato». Le interesaba la escritura como experimento formal y de ahí que, más adelante, sintiese fascinación por la técnica del cut-up desarrollada por Burroughs. Por eso las letras de sus canciones se construían de un modo semejante a una secuencia de viñetas. No se trataba de elaborar un relato lineal, sino de disponer pequeños bloques de información que adquiriesen coherencia al ser considerados en su conjunto. Pero eran los demás quienes debían interpretar el sentido de esas letras. "Escribo lo que mi público dice que escribo", afirmaba.

Burroughs era un pensador, un teórico del lenguaje. Concebía la experimentación literaria como un canal para la reflexión. Quizá le extrañase la perspectiva superficial y vacía desde la que David Bowie eligió contar la historia de Ziggy Stardust y los hombres de las estrellas. El relato está salpicado de datos frívolos o triviales que lo aligeran, que le restan profundidad y gravedad. Abundan los detalles intrascendentes, como el hecho de que los viajeros interestelares aterricen en el barrio de Greenwich Village, que uno se parezca a Marlon Brando o que otro tenga el aspecto de un «negro neoyorquino». Llama la atención que esa sea la forma elegida por el artista, cuando en el fondo se halla toda una fábula sobre la bondad y la compasión.

Sin embargo, tratándose de Bowie, puede que todo se redujese a una estrategia comercial. Como si se esforzase por no dejar jamás a la vista su faceta más profunda. Uno termina sospechando que al cantante le interesa que no lo tomen por esa clase de artista. No quiere que su obra sea elogiada por una minoría erudita. 

Él elige al gran público. Elige el aplauso. Elige el éxito rotundo. Y sabe que eso es terreno vedado para un artista de culto, aunque al mismo tiempo le moleste ser tratado con menosprecio por cualquier intelectual. En un momento dado de la charla, William Burroughs comenta: "El nivel de exigencia del pop normalmente es cero, como eso de: Power to the people". En contraposición, Bowie venía de manifestar que sus letras son de clase media porque él es de clase media. A continuación, Burroughs le pregunta si su inspiración para escribir es literaria, a lo que Bowie contesta con un escueto: "No creo". El escritor insiste, le comenta lo mucho que le recuerda la letra de Eight line poem a T.S. Eliot, y David Bowie le responde que jamás ha leído nada del poeta

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Son respuestas a la defensiva que llaman la atención, especialmente si tenemos en cuenta que el propio Bowie había reconocido, por ejemplo, que había encontrado la inspiración para la letra de Rock ‘n’ Roll Suicide en Baudelaire. Una canción cuyo verso inicial —«Time takes a cigarette…»— parece querer evocar, además, el poema Tonás y livianas de Manuel Machado. Pero a William Burroughs le niega el placer de identificar en él a un semejante. No quiere que se le vean las costuras, sobre todo para que el gran público, quizá, tampoco se las vea. Porque su objetivo nunca fue otro que abrirse paso, aunque fuese a contracorriente.


Y tal vez por eso mató a Ziggy Stardust al año siguiente, tal y como había anunciado al final de Future legend. Porque había llegado el momento de volver a dar otro golpe de timón y apartarse de esa corriente principal y arrolladora que era Ziggy. Un personaje que siguió vivo en el disco Aladdin Sane (1973) y cuya esencia todavía se apreciaba en Diamond dogs, aunque el personaje ahora fuese Halloween Jack. David Bowie mató a Ziggy Stardust en el álbum Young americans. No dejó ni rastro de él a nivel estético, musical o estilístico. Para el artista era importante alejarse a tiempo de un personaje tan omnipresente, pero, por si acaso, decidió pegarle con una pala en la cabeza, excavó un agujero y lo enterró allí para siempre. No quería correr el riesgo de verlo reaparecer en el momento menos oportuno.


Y con su muerte terminó una era. Una etapa histórica que arrastró a toda una generación. Murió Ziggy y murieron todos los que alguna vez tuvieron algo que ver con él. Quizá por eso Bowie siempre tuvo razón: aquello que anunciaba Future Legend no era rock and roll, era genocidio.

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