Blog | Que parezca un accidente

La guerra de los mundos

En 1956, Frank Sinatra grabó su famosa versión del estándar de jazz I’ve Got You Under My Skin, incorporando los arreglos de Nelson Riddle inspirados en el Boléro de Maurice Ravel. La canción —que se convertiría en uno de sus temas insignia— constituye un auténtico ejercicio de estilo: su orquestación, la percusión de Irving Cottler, el solo de trombón de Milt Bernhart y la línea de voz se traducen, al ensamblarse, en un tratado sobre la elegancia, que es a lo que se dedicaba Sinatra. Su profesión era la música, pero los materiales con los que trabajaba eran el glamour, la clase y la distinción.
 
Frank Sinatra y Elvis Presley. EP
photo_camera Frank Sinatra y Elvis Presley. EP

ESE MISMO AÑO UN muchacho de 21 años nacido en Tupelo, Mississippi, comenzaba a poner patas arriba el panorama social y cultural estadounidense con sus actuaciones en el show de Milton Berle, el show de Steve Allen y el show de Ed Sullivan. Se llamaba Elvis Presley y sus canciones formaban parte de una revolución musical: en 1956, mientras Sinatra paseaba I’ve Got You Under My Skin por las emisoras del país, Elvis publicaba los singles Heartbreak Hotel, Don’t Be Cruel/Hound Dog, Love Me Tender y Blue Suede Shoes, entre otros. El nuevo género musical al que habían dado forma pioneros como Fats Domino, Bo Diddley, Bill Haley o Chuck Berry había encontrado a su rey. Unos meses más tarde, Sinatra diría: "El rock and roll huele a falso e impostado. Es compuesto y cantado por cretinos y matones. Es la música de guerra de cada delincuente con patillas que camina sobre la faz de la tierra. Es la forma de expresión más brutal, fea, desesperada y perversa que he tenido la desgracia de escuchar". El combate por el trono de las listas de éxitos estaba servido.

Los peinados perfectos, los trajes impecables, la precisión vocal y el virtuosismo instrumental de las big bands no tenían nada que ver con el rock and roll, pero tampoco con los nuevos tiempos de rebeldía y modernidad que estaban por llegar con la década de los 60. Sinatra se revolvía contra las grietas surgidas en los cimientos de su mundo, que había chocado contra el de Elvis, porque sabía que el relevo generacional era inevitable. Porque en su día, él también había sido el iceberg contra el Titanic. En 1942, Benny Goodman lo había invitado a cantar con él en el teatro Paramount de Nueva York, pero los gritos y aplausos que los asistentes le dedicaron a Sinatra indicaban que la verdadera estrella era él. Un año después, el 12 de octubre de 1943, Sinatra presentaba su propio show en el Paramount. Esa tarde, 40.000 personas, mayoritariamente chicas, colapsaron todas las calles que conducían al teatro. Protagonizaba portadas de revistas, ganaba millones de dólares, le ofrecían programas de radio y contratos cinematográficos. En los años cuarenta, el fenómeno fan orbitaba alrededor de Sinatra. Igual que, dos décadas más tarde, lo hacía alrededor de Elvis. Y revolverse contra eso suponía revolverse contra lo inevitable.

El coronel Tom Parker, mánager de Elvis, sabía qué carta tenía que jugar para imponerse en la batalla entre el swing y el rock: su chico debía encandilar a la generación Sinatra. Y para eso era necesario hacerse un nombre en Las Vegas, codearse con los más grandes, alcanzar el estatus de celebridad. El gran público, sin embargo, todavía veía a Elvis como un ídolo juvenil, el chaval que protagonizaba películas para jóvenes como El rock de la cárcel, por lo que Parker decidió mostrarle a Estados Unidos un Elvis más adulto, más maduro: lo envió a Alemania con el ejército de su país, consciente del valor que tendría la imagen de un buen chico concienciado con su patria que no aceptaba recibir un tratamiento especial por ser una estrella. Elvis se enroló en enero de 1958 y fue destinado a Alemania Occidental. Parker, mientras tanto, se encargaba de difundir imágenes sobre su vida cotidiana allí, como el corte de pelo que le hicieron nada más llegar, sus paseos en uniforme o sus prácticas con el Primer Batallón de Tanques. Para cuando volvió a casa, Elvis se había convertido en un mito.

Regresó a comienzos de 1960, con veinticinco años, aclamado por las multitudes. Parker había ganado la batalla del relato y a Sinatra le tocaba mover ficha. Podía seguir resistiéndose a ser destronado, despreciando al rock and roll y a su rey, o asumir que, si no era capaz de vencerlos, su mejor baza era unirse a ellos. Sobre los desaires de Sinatra, Elvis comentó: "Tiene derecho a opinar, pero no entiendo que lo haga sin una buena razón. Lo admiro como intérprete y como actor, pero creo que está muy equivocado con respeto a esto. Si no recuerdo mal, él también formaba parte de una moda. No entiendo cómo puede llamar a la juventud de hoy inmoral y delincuente". La hija de Frank, Nancy, tenía cinco años menos que Elvis y lo admiraba como ídolo musical. Ella sabía que la peor estrategia posible para su padre era la de colocar al público en su contra por una rivalidad con un cantante veinte años más joven que tenía todo el futuro por delante. Así que le aconsejó que capitulase. Que le demostrase al mundo que Sinatra y Elvis eran compatibles, que no era necesario elegir bando. Y la mejor forma de demostrarlo era invitándolo a compartir protagonismo en el programa que Sinatra presentaba en la cadena ABC, The Frank Sinatra Timex Show. Un episodio que sería conocido como Welcome Home, Elvis. A Sinatra no le hacía gracia rebajarse y hacerle a Elvis un hueco a su lado, pero se tragó su orgullo y aceptó.

Citó a Elvis el 26 de marzo de 1960 en el hotel Fontainebleau de Miami para grabar el show. A Sinatra le preguntaron si aquel gesto significaba un cambio de opinión con respecto a Elvis y el rock and roll, pero el cantante despejó la cuestión con una respuesta vacía: «Bah, el chico ha estado fuera dos años y tengo la sensación de que realmente cree en lo que está haciendo». Elvis apareció por uno de los laterales del escenario con su uniforme del ejército, se unió a los invitados del programa, incluida Nancy Sinatra, y todos cantaron una parte de It’s Nice To Go Trav’ling, uno de los éxitos de Frank, contenido en su álbum Come Fly with Me. Sinatra continuó con el show y de allí a unos instantes dio la bienvenida a Elvis, comentando que esos dos años que había estado fuera no se había perdido gran cosa y que la única diferencia apreciable era que sus patillas —aquellas propias de delincuentes— ya no estaban. Resultaba evidente que Sinatra estaba dispuesto a perder la guerra, pero al menos, en lo dialéctico, iba a pelear la última batalla.

Elvis cantó Fame and Fortune y, a continuación, Stuck on You. Fue entonces cuando Sinatra regresó al escenario para simbolizar la reconciliación entre La Voz y El Rey, como una metáfora de la unión de ambos mundos: iban a cantar juntos una pieza formada por Love me Tender de Elvis y Witchcraft de Sinatra, pero invirtiendo los papeles. Los comentarios resentidos de Frank, casi siempre con doble sentido, continuaron durante la presentación. En un momento dado, se dirige a Elvis con instrucciones: "Bien, tú cantas Witchcraft y yo canto… una cualquiera de las otras". Como si el material de Elvis fuese irrelevante y él ignorase el título de la canción, que sin embargo había sido perfectamente ensayada. Nada más comenzar a sonar la música, Sinatra insiste: "Trabajamos de la misma forma, pero en áreas distintas". No era capaz de tratar a Elvis como un igual. Tenía que señalar sutilmente los matices que los diferenciaban. Por suerte, el show prosiguió con normalidad, pero todo el mundo fue consciente de que aquellos comentarios con doble lectura eran la forma de Frank de asumir la realidad y, al mismo tiempo, lo más cerca que había estado jamás de pedir disculpas.

Sinatra no volvió a tener jamás una relación directa con el rock and roll. A lo sumo, se atrevió a cantar alguna balada de los Beatles, como Something. El nuevo género musical desterró al swing de las listas de éxitos y acabó arrasando su imperio. Con el tiempo, los nuevos ídolos musicales serían artistas como Robert Plant, Janis Joplin, Freddie Mercury o David Bowie. Quién sabe lo que pensaría Sinatra sobre su estilo de vida o su aspecto… Sin embargo, supo encontrar el modo de aprovechar aquella ola. Fundó un sello discográfico llamado Reprise Records y publicó los discos de artistas como The Kinks, Jimi Hendrix, Neil Young, Frank Zappa, T. Rex y Jethro Tull, entre muchos otros. Porque tal vez a Frank Sinatra nunca le hiciese gracia el rock and roll, pero idiota, precisamente, no era.

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