Opinión

La consulta de En Marea

LA CONSULTA, no vinculante, para conocer el criterio de los inscritos de En Marea acerca de la continuidad en el escaño parlamentario de la diputada de esa formación política en la Cámara gallega Paula Quinteiro Araújo, se resolvió contundentemente: de los casi 2.400 inscritos votaron 928. 790, el 40% aproximadamente, se pronunciaron a favor de que dimitiera, por invocar su condición de miembro del Legislativo gallego con ocasión de una incidencia particular.

De modo que los ‘inscritos’ de En Marea, le indicaron claramente a Paula Quinteiro la puerta de salida. Ella sin embargo, con actitud arrogante se ha negado a dejar su asiento en el Parlamento, formulando retos y buscando excusas a lo que no las tiene.

Es verdad que el mandato de los parlamentarios no es imperativo, de modo que mal puede hablarse, ni siquiera como hipótesis, de un proceso revocatorio. Y también es cierto que el incidente con la Policía Municipal de Santiago en el que se vio involucrada, fue lo que fue, y acaso no tuvo, al menos a mi juicio, trascendencia política de suficiente entidad como para inhabilitarla, habida cuenta además, que en las intervenciones de agentes de la autoridad en las circunstancias en las que se produjo con ocasión de los hechos en los que participó, siempre hay situaciones de cierto conflicto, que en parte son consecuencia necesaria de la legítima imposición de la voluntad de aquellos, y también, en parte, obedecen a que la síntesis de la narración suele estar orientada por quienes redactan el atestado, a fortalecer la imagen de corrección, proporcionalidad etc. de la actividad desplegada por los miembros del Cuerpo policial. En cualquier caso, la parlamentaria no debió olvidar entonces, ni ha debido dejar de ponderar ahora que, como escribió Edward Moore Kennedy, "en política sucede como en las matemáticas: todo lo que no es totalmente correcto, está mal", y en consecuencia, que le fue exigible entonces otra manera de proceder y ahora otra medida de autocensura.

No voy a decir, que además dada la formación en la que milita se debe a sus militantes con mayor intensidad, ni que sus actos deban ser medidos con más rigor que los que pudieran protagonizar sus compañeros de escaño. Afirmo, eso sí, que un líder social, y un diputado de una asamblea legislativa, al menos formalmente, lo es, debe tener presente que en la pedagogía social el ejemplo no es que sea un buen camino, es que es el único camino, y que por tanto, debe su conducta pública poder superar siempre un cierto estándar de ejemplaridad, sobre todo en las que podríamos llamar situaciones de conflicto.

Finalmente, no deja de sorprenderme la ligereza con la que la afectada se pronuncia respecto del pronunciamiento explícito de la militancia de la agrupación política de la que forma parte y en cuya candidatura obtuvo su elección. No le vendría mal una actitud menos subjetiva. Entre otras cosas porque la política es esencialmente asociativa. En fin, ella sabrá, porque lo que está claro es que nadie la puede obligar a dimitir. Podría ser expulsada del Grupo Parlamentario de En Marea, pero del escaño hasta el fin de la legislatura solo ella puede disponer.

Y tampoco vendría mal que quien decidió plantear la consulta le diera una vuelta a lo sucedido, porque, visto el desenlace, no parece que fuera un acierto.
 

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