Brillo en los huesos

Tino Casal. AEP
Tino Casal. AEP
A finales de 1991, un desconocido aspirante a modelo llamado Manuel se suicidó. Las causas se desconocen, aunque todo señala en una dirección. El 22 de septiembre de ese año había sufrido un accidente de tráfico junto a tres desconocidos. En aquella colisión había fallecido Tino Casal (Tudela Veguín, 1950-1991), un artista único en España.

En las múltiples revisiones de la Movida madrileña y movimientos adjuntos, realizadas nostálgicamente por prensa y población, el nombre de Tino Casal se cuela en menos ocasiones de las debidas y, en todo caso, es acompañado de aclaraciones. Pese a la coincidencia temporal, el cantante asturiano se desmarcaba por motivos que han quedado sepultados en su silencio, aunque se conocen por voces de otros.

Eso es algo frecuente en la presente recuperación de su trascendencia, como el desconocimiento de su vida anterior, la proyección de su posible futuro en caso de supervivencia o los enigmas que rodeaban su obra, es decir, el conjunto de todas sus habilidades: pintura, diseño de moda, escenografía y un largo etcétera. Sin embargo, es posible trazar un mapa a través de su legado, tan breve como satinado.

Casal nació en una población circundante a Oviedo, en un antiguo cinturón industrial que, a su vez, se vinculaba con la cuenca minera del Nalón. Pese al carácter obrero de su entorno y de su propia familia, el conservadurismo y la religión marcaban el paso dentro y fuera del hogar. Aunque no consta una mala relación respecto a sus padres, salvo algunas discrepancias profesionales, el vínculo más importante que el cantante forma en su infancia es con sus dos hermanas. Las tardes de niñez pasaban entre el estudio, el cielo gris y la diversión de travestir al hermano como una mujer.

“Desde muy pronto, pinté los techos de Sara Montiel, mientras los demás niños daban patadas a un balón", apuntó Casal en una entrevista televisiva. Comenzó a diferenciarse con sus propios intereses, materializados posteriormente con las enseñanzas que recibió en la Escuela de Artes y Oficios, en Oviedo. Allí, a la edad de 12 años, pasa a integrar con unos amigos el grupo de rock Zafiros Negros. Aquel gesto audaz, en pleno 1963, marcaba la avanzadilla de su carrera.

La adolescencia del cantante se revitalizó gracias al aperturismo del régimen franquista. Así, las guitarras eléctricas comenzaron a popularizarse y determinadas revistas extranjeras copaban los estantes por primera vez, junto a discos de rock’n’roll y pantalones vaqueros, una auténtica extravagancia en la época.

Más crecido y empoderado, Tino Casal aceptó la oferta de Chulo Juvacho para entrar en el grupo Los Archiduques sustituyendo al vocalista, que había caído enfermo. Aquel trámite necesitó de la aprobación materna por el hecho de abandonar un vínculo más de su pasado, su primera banda.

Integra el soul en Los Archiduques

El nuevo cantante de Los Archiduques apostó por integrar soul, elementos psicodélicos y parte del movimiento mod en esta etapa. Pese a las reticencias iniciales, la experimentación y la vanguardia se impusieron. Grabaron Lamento de gaitas, un himno para la Asturias del momento y el mayor éxito del grupo, así como un adelantado uso de instrumentos tradicionales con la última tendencia. Esta es la primera canción de rock español con gaita. La repercusión les permitió dar conciertos en Madrid, pero las críticas los despedazaron.

Casal sentía que se asfixiaba creativamente, por lo que decidió mudarse a Londres y abandonar toda vinculación musical. En la capital británica entró en contacto con un mundo paralelo al que conocía. Se dedicó al estudio del arte y la decoración, entregándose por completo al glam, que lideraba David Bowie con mano firme. En este periodo se forja la estética que encumbrará al cantante.

Regresa a España, en donde solo posee una familia y una pareja, Pepa Ojanguren, la única que constó como tal. Aunque la sexualidad de Tino Casal se convirtió en un tema frecuente, la posición respecto a ella no quedó clara, salvo por el caso de Pepa. Juntos compartieron más de una década e innumerables viajes a Londres y Alemania, donde ambos procuraban mantenerse a la moda. Ella se ocupó de refinar y elevar la estética de Casal, ya que se dedicaba al diseño de vestuario y destacó como tal en teatro y ópera.

En 1975, cuando el punk se vislumbraba en Londres y apenas se encontraba restos del hippismo anterior, Tino se instala definitivamente en España. Para él no había pasado desapercibida una de las grandes tragedias de la música patria: el fallecimiento de Nino Bravo. La discográfica Philips se interesó por Casal y su increíble capacidad vocal, con idea de que suplantase a Bravo. La oferta parecía interesante para ambas partes. La empresa le proporcionaba la canción Emborráchate y también le entregaba un marco ideal: el Festival de Benidorm. Casal, a cambio de todo, debía esforzarse por enamorar al público. El cantante hizo lo propio y el jurado lo colocó en tercer lugar, pero se había encendido en la audiencia una adicción por el muchacho.

Al no ser capaz de lanzar una carrera acorde a su visión, Tino Casal rompió su contrato con Philips y pasó a centrarse en la pintura y la escultura, sus otras pasiones. El desencanto condujo su vida durante aquella época. Poco después, conoció a Luis Cobos y Julián Ruiz, quienes lo llevarían a introducirse en el mundo madrileño del momento. Se prestó a hacer los coros para Antonio Flores y estuvo detrás de la producción de los dos primeros discos de Obús. Así, la discográfica EMI puso su ojo en él y le dio libertad.

Podria ser encajado como nuevo romántico

Sus viajes a Londres le permitieron entender cuál sería su gran apuesta. Pese a que procedía del glam, a Tino Casal podría encajarlo como un new romantic, quizás el único en el panorama español. Extravagancia y teatralidad, provocación, sexualidad difusa y rompedora, maquillaje, plataformas, voces y composiciones arriesgadas. El asturiano se movía en la misma frecuencia que Boy George y recaía en la misma cursilería que Spandau Ballet o Duran Duran. En cierto, Casal proponía un refinamiento muy por encima del travestismo de la época, representado por McNamara.

En 1981, debuta bajo sus propios términos con Neocasal, un disco que no entusiasma a la crítica pero consigue un fuerte impacto en el público. Gracias a la canción Champú de huevo alcanzó el número 1 y su apuesta quedó probada. Por edad y sabiduría, la Movida y movimientos adyacentes no lo consideraron parte de ellos mismos, sino un precursor y para muchos de ellos, un maestro.

Champú de huevo podía leerse como un homenaje cariñoso a Fabio McNamara, amigo íntimo del cantante. Sin embargo, estaba secretamente dedicada a Pedro Almodóvar. Al cineasta y a Tino los separaba una fuerte enemistad. Pese a que Casal ayudó a financiar Pepi, Luci, Bom… y prestó incluso parte de su vestuario, no lo hizo por caridad. Quería una cultura así de atrevida y valiente para la España del momento. 

Dos años después, aparece en el mercado Etiqueta negra, el segundo disco de Casal y el considerado como más redondo de su trayectoria. El equilibrio entre forma y contenido permite disfrutar de un artista cuyo personaje está absolutamente consolidado y canta no solo a su época, sino a un futuro. El clásico Embrujada es la pista más reconocible del repertorio y lograron grabar una versión en inglés con el productor de Phil Collins y Sting, pero Tino apenas se defendía con el idioma, por lo que no pudo realizarse. Pese a ello, el álbum logra buenas ventas y se reeedita con nuevas canciones.

En 1983, tres sucesos ocurren en paralelo y transforman su vida. Por una parte, su relación con Pepa llega a su fin por culpa de la fama. Aunque en el ámbito personal Tino dejase la extravagancia de lado y fuese un asturiano católico, amante de la fabada y paisano recatado durante las visitas a su pueblo, todo suponía demasiado para Pepa. Por otro lado, saca el disco Hielo rojo y consigue que Pánico en el Edén se convierta en la canción de la Vuelta iclista a España. La enorme repercusión se suma a la previa y el resultado es una larga gira de presentación, muy exigente para Tino Casal.

Necrosis de caderas

En 1985, durante una actuación en la discoteca Pachá, el cantante sufrió un grave esguince por culpa de las plataformas con las que actuaba. Desoyó las indicaciones de reposo y continuó actuando. Massiel le entregó calmantes fortísimos que provenían de Estados Unidos. El abuso de aquel medicamento provocó que, dos meses después, Casal tuviese que ser trasladado de urgencia a Madrid con una necrosis en ambas caderas.

El diagnóstico es grave, con inclinación hacia la fatalidad. Además de la necrosis, durante el ingreso descubren que el tratamiento con corticoide también le había generado una hepatitis y una insuficiencia renal. Un miembro de la banda tuvo que firmar el consentimiento familiar para proceder a quirófano y para cuando una de las hermanas llegó al hospital, le aconsejaron que buscase un sacerdote para la extremaunción.

La consecuencia de aquello se manifestó en un parón de tres años: dos de ellos encamado y otro en silla de ruedas. Los rumores en prensa, fruto del contexto, disparaban constantemente la alarma del sida. El ánimo de Casal se derrumbó y muchas amistades lo abandonaron. "Qué poco originales. El sida hay que merecérselo", le contestó rindiendo homenaje a sus amigos fallecidos por la enfermedad.

Tino Casal quería dar un golpe en la mesa y volver con garra. Se volcó con su equipo en la elaboración de su siguiente disco, Lágrimas de cocodrilo, que debía ser un paso firme al frente para sobreponerse. Después del lanzamiento, los primeros resultados le daban la espalda. Ventas tímidas y repercusión media. Todo ello cambió a raíz de la radio, donde su versión de Eloise comenzó a distribuirse. Pocas semanas después, la canción alcanzó el número 1 y a final de 1988, el disco de Casal resultó el segundo más vendido, detrás de Mecano.

Eloise fue la canción que lo encumbró

Eloise ha perdurado en la memoria colectiva como un himno de exceso y libertad, la canción con la que Tino Casal trazó su inmortalidad. Apostaron fuerte por esa versión de Barry Ryan, que había sido un éxito global incluso con las versiones previas de otros artistas. Casal quiso grabarla en Abbey Road. Para los dramáticos cambios de altura y ritmo, así para una orquestación de primer nivel, el asturiano eligió contar con la London Philarmonic Orchestra.

Después de ese descomunal éxito, se dedicó a la pintura y se refugió en sus amistades cercanas. El lanzamiento de Histeria fue el último que el cantante realizó en vida y el primer trabajo con el que no alcanzó el número 1. Se encontraba agotado, se le terminaba el ciclo. Además de las artes plásticas, Casal estaba a punto de recibir el papel protagonista para el musical El fantasma de la ópera y de firmar un contrato musical internacional para marcharse a Tokio, donde grabaría.

A primera hora del 22 de septiembre de 1991, Tino Casal salía de uno de los clubs del momento en Madrid, acompañado por su íntimo amigo, el pintor Villa-Toro, su mánager y un aspirante a modelo que se les había pegado. Llovía y la visibilidad dentro del Opel Corsa era mínima. Una montaña de barro ocupaba la carretera de Castilla y al intentar evitarlo, chocaron con una farola. Tino Casal no se había puesto el cinturón de seguridad, por lo que salió despedido del vehículo. Por causa del impacto, sufrió múltiples lesiones, una de ellas, letal. Parte del hueso de una costilla le había atravesado el corazón. El equipo sanitario acudió de urgencia para reanimarlo e incluso movilizaron un helicóptero. Lo evacuaron por medio aéreo, pero falleció mientras sobrevolaba la ciudad. Al día siguiente, su disco de grandes éxitos salió al mercado.

Unos meses atrás, el cantante había manifestado irónicamente que moriría con un pico de tortilla española en la vena y dentro de un baúl de dacha morada. Varias décadas después, una discográfica brasileña contactó con un joven español y le ofreció un disco perdido de Tino Casal, editado en 1977 para una compañía italiana. Él nunca lo había mencionado.

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