Opinión

Una garra negra y venérea

En 1920, una mujer ingresó en un hospital de la caridad en Ucrania por fuertes dolores que resultaron en un parto. Ella sabía de su estado, había sido buscado. Tiempo antes había sido violada y fruto de ello era el contagio de sífilis que sufría. Los remedios populares indicaban que un parto podría cortar la infección. Así nació la escritora Clarice Lispector (Ucrania, 1920-1977), una de las más grandes en lengua portuguesa.
A escritora Clarice Lispector. EP
photo_camera A escritora Clarice Lispector. EP

ESE A QUE Clarice Lispector es un icono de las letras brasileñas, una de sus escritoras más reverenciadas y de la que dicen que hasta los taxistas hablan porque sus libros se venden en máquinas expendedoras, sus orígenes se remontan al viejo continente. Antes de ser la gran olvidada del Boom latinoamericano y alzarse como un icono de la experimentación con el lenguaje y la forma literaria en el siglo pasado, Lispector fue un bebé concebido no como humano sino como remedio. Por tanto su vida tenía un objetivo.

Tras la Revolución rusa y la guerra civil que se produjo en diferentes partes del país, comenzaron a aparecer ajusticiamientos y masacres por varias ciudades de los actuales estados que componían aquella Rusia. Los pogromos, ese tipo de matanza en el que el ser judío es motivo de muerte, se estaban sucediendo con velocidad en muchas urbes de Ucrania. La familia Lispector era ultraortodoxa en algunas ramas y practicante rasa en otras, pero judía.

Tras el asesinato del abuelo materno, un pequeño burgués y comerciante de una ciudad eminentemente judía desde su fundación siglos atrás por desterrados de otros países, y la violación de la madre de Lispector a manos de militares rusos, la familia se fugó hacia Rumanía con sus otras dos hijas y una Clarice aún bebé, ajena a todo esto. Allí falsificaron su documentación, con la cual pudieron vagar por Europa hasta caer en un barco destino a Brasil, donde vivía una hermana de la madre.

Los Lispector habían sopesado la opción de mudarse a Estados Unidos, pero un veto a la migración de Europa del Este truncó sus planes. Sería a Brasil, a Maceió, y al llegar tuvieron claro que para librarse de la documentación y su historia de vida falsas, debían iniciar una nueva en América aunque con el recuerdo de Europa. Así, Pinkhas, el padre, pasó a llamarse Pedro; Mania, la madre, se convirtió en Marieta y Chaya, la menor de las hijas, renació como Clarice.

Con siete años, Clarice aprende a leer y a escribir. Nada será igual para ella después de esto. Un par de años más tarde, escribe su primera obra de teatro, una función infantil

Allí se asentaron y pero no lograron paliar la pobreza que arrastraban desde su antiguo hogar. Para poder emprender, Pedro se llevó a su familia hasta Recife, una ciudad mayor, y Clarice cambió de centro escolar con cuatro años. Sin saberlo, había realizado uno de los muchos viajes de su vida por intereses de otras personas.

En 1928, con siete años, Clarice aprende a leer y a escribir. Nada será igual para ella después de esto. Un par de años más tarde, escribe su primera obra de teatro, una función infantil. En la escuela mostraba grandes signos de poseer una mente matemática y metafísica, por ello comenzó a trabajar con 12 años dando clase a los hijos de los vecinos. Enviaba cuentos epistolares a un periódico local, pero todos eran rechazados porque parecían experimentos.

En esa época, Clarice aprende hebreo y yiddish, aunque su lengua materna siempre sería el portugués para disgusto de su familia. La madre empeora, la sífilis no remite de ningún modo y tras varias complicaciones, muere. Lispector confesaría años después que sintió en ese momento el peso de la decepción por no haber salvado a su madre, el propósito de su vida y del cual era muy consciente ya entonces. Compuso su primera obra a piano para honrarla y, poco tiempo después, deciden nacionalizarse legalmente por completo.

Clarice Lispector
Clarice Lispector

Es admitida en el que a día de hoy es el centro de enseñanza en activo más antiguo de Brasil y allí descubre su voluntad de ser escritora. Lo hace en privado, desde lo íntimo, y de vez en cuando envía cuentos a revistas que jamás la entienden. De nuevo, una mudanza paraliza su crecimiento. El padre decide llevarse a sus hijas a Río de Janeiro, donde espera encontrar buenos jóvenes cariocas y judíos para ellas. Allí, las hermanas de Clarice consiguen trabajo como funcionarias gracias a la corrupción y la amistad de su padre con un ministro.

Clarice termina la enseñanza media con buenas notas y en 1937 entra en una escuela preparatoria para poder entrar en la universidad de Río de Janeiro a estudiar Derecho. Esta decisión fue controvertida en su época. Una mujer ajena a la élite de la ciudad. Género y clase social contra lo establecido. Lispector se justificó con una sola frase: "Lo que vi en Recife me hizo prometer que no dejaría que aquello continuase". La escritora quería cambiar el sistema penitenciario brasileño desde el Derecho.

Lispector entra en contacto con la obra de dos autores indispensables para su obra: Franz Kafka y Baruch de Espinoza

Con 19 años, Clarice logra publicar su primer cuento en una revista que públicamente apoyaba regímenes dictatoriales. En aquel contexto, Brasil y la Alemania nazi habían reforzado sus relaciones y la vida de Lispector volvía a complicarse. Pero eso no la perturbaba. Sí lo hizo la prematura muerte de su padre ese mismo año por una complicación con la vesícula.

La recién estrenada escritora pasó a vivir en el cuarto de la criada en casa de una de sus hermanas. Agotada de ser secretaria, decidió que quería ser periodista y encontró un hueco en el periódico literario Vamos Ler, uno de los pocos tolerados por la censura. Allí entregó un cuento. Un secretario del Estado la interrogó para saber a qué hombre había copiado aquel texto. Lispector fue sincera y se reafirmó como su escritora. Así consiguió trabajo.

En un ascenso social rápido, Clarice pasa a ser contratada como reportera para la agencia de noticias del gobierno y conoce a escritores que, fascinados con su espíritu, la introducen en el mundo de la literatura. Gracias a estas relaciones, Lispector entra en contacto con la obra de dos autores indispensables para su obra: Franz Kafka y Baruch de Espinoza.

En 1942, Clarice cambia de medio otra vez y ahonda en el amor que profesa hacia un joven abogado, como ella, que parece entenderla a la perfección. En marzo, comienza a trabajar en su primera novela Cerca del corazón salvaje, título extraído del libro Retrato del artista adolescente de James Joyce.

Tras ganar uno de los galardones más prestigiosos de Brasil con su primera novela en la distancia, Clarice comienza a manifestar sentimiento de saudade por su tierra

El texto fue publicado al año siguiente, tras casarse, y fue recibido con entusiasmo y las comparaciones con el autor dublinés y Virginia Woolf no tardaron en llegar. Aunque ella las rechazase en vida, se convirtieron en una constante. El trabajo de Lispector causaba furor entre la crítica, tanto que enseguida comenzó a correr el rumor de que esa escritora era, en realidad, un hombre.

Como esposa de un miembro del Ministerio de Exteriores brasileño, Clarice comenzó a viajar y a perpetuar su estado de desempleada. Gracias a ello entró en contacto con la obra de Sarte, Rilke y Proust, grandes inspiraciones. El primer gran destino a dónde Lispector se mudó forzosamente fue Nápoles, un mes después del final de la Segunda Guerra Mundial. Aburrida y apenada por la situación, se ofrece voluntaria para redactar y leer cartas a soldados heridos en un hospital estadounidense.

Tras ganar uno de los galardones más prestigiosos de Brasil con su primera novela en la distancia, Clarice comienza a manifestar sentimiento de saudade por su tierra. En las cartas que envía en aquellos años habla claramente de la inquietud que le genera la vida junto a su marido, vagando por el mundo. Tras ser destinado en Suiza, Lispector decide viajar a Egipto y frente a la esfinge de Gizé formula una de sus famosas frases: "No he conseguido descifrar a la esfinge, pero ella a mí tampoco".

Harta de infidelidades, de cubrir matrículas de escuela cada vez que se mudaban, Lispector pone fin al matrimonio y regresa a Rio de Janeiro con sus hijos

Clarice no pasaba desapercibida en ningún lugar ni círculo social. Su ánimo cándido y espíritu calmado contrastaba con una belleza felina de ojos rasgados, pómulos altos y labios abullonados que mantenía pintados de carmín.

En Berna, Lispector da a luz a su primer hijo, concebido en los pocos ratos junto a su marido y gestado en largas tardes de paseos, salas de cine y lectura de Sartre, Simone de Beauvoir e Ibsen. En el inmenso aburrimiento que es su vida, la autora deja de escribir. Se entrega a la maternidad y a ser buena esposa, pero nada literario. Se muda en 1953 a Washington siguiendo de nuevo a su marido y allí diagnostican a su hijo mayor de esquizofrenia. Lispector se culpa.

La situación en el hogar se vuelve insostenible por la extrema agresividad del niño, la ausencia del padre y la parálisis vital de Clarice. Harta de infidelidades, de cubrir matrículas de escuela cada vez que se mudaban, Lispector pone fin al matrimonio y regresa a Rio de Janeiro con sus hijos. Comienza a trabajar como escritora de columnas femeninas, con consejos de belleza, amor y hogar, así como de modelo ocasional.

Gracias a los periplos por los que su marido la había hecho pasar, Clarice pudo aprender y entrar en contacto con muchos idiomas, aprenderlos al modo nativo. Así consiguió trabajar también como traductora de novela policial. A veces como Teresa Quadros, a veces como Helen Palmer, Lispector publicaba y vivía de ello. Sus textos literarios, sin embargo, estaban malditos. Nadie la quería.

El giro drástico se produce en 1960, con la publicación del libro de relatos ‘Lazos de familia’, cuyo éxito se mantiene durante semanas como un superventas. La enigmática figura y el recelo que despertaba en las entrevistas, las cuales llegó a completar utilizando solo monosílabos, alimentaron una leyenda viva que la catapultó al éxito absoluto. Recuperan sus novelas publicadas hasta entonces y ‘La manzana en la oscuridad’ la consagra. Milton Nascimento, Chico Buarque o Caetano Veloso caen rendidos ante ella. Se convierte así en la gran dama de Río de Janeiro.

Su mano derecha, con la que escribía, se había reducido hasta tener la forma de una garra animal pero negruzca, como la madera quemada

Escribió incansablemente durante meses para afrontar el que ella definía como el peor de sus momentos personales y de todo ello fue fruto 1964 La pasión según G.H., considerada su obra maestra y con la cual se catapultó al reconocimiento internacional. Esta existencial y metafísica reflexión sobre la vida de una mujer convertida en insecto, al estilo kafkiano, rompió todos los moldes de lenguaje y estilo que había en el momento. Cortázar guardaba varios ejemplares del libro en su biblioteca; quiso alguno firmado, pero Lispector siempre se negó a recibirlo.

Su obra comenzó así a ser traducida en el ámbito internacional por personalidades como la laureada poeta Elizabeth Bishop, a la cual también se negó a conocer. Y Clarice, simultáneamente, quiso traducir la obra de otros, como Agatha Christie, Borges, Julio Verne, Anne Rice, Jonathan Swift o Allan Poe. Gozaba ahora de una comodidad desconocida y propia, no marital, que coordinó con sus artículos y muchas conferencias.

Lispector había desarrollado una adicción hacia los calmantes y somníferos, así como un amor hacia el tabaco. La noche del 14 de septiembre de 1966, se durmió en el sofá mientras fumaba. El mueble ardió rápidamente y el fuego se propagó abrasador por toda la casa. Clarice fue hospitalizada prácticamente muerta y quemada. Durante tres días transitó entre la vida y la muerte.

Su mano derecha, con la que escribía, se había reducido hasta tener la forma de una garra animal pero negruzca, como la madera quemada. Una de sus hermanas había suplicado a los doctores que no se la amputaran, que ella moriría al despertar y no tener mano. Decidieron conservarla y durante dos meses se recuperó de unas heridas que la marcarían para siempre. Su espectacular físico ahora eran jirones en su propia piel, cicatrices que ocultó con tesón y que la hicieron aún más huidiza.

Continúa publicando novelas como Un aprendizaje o el libro de los placeres o Agua viva mientras trabaja también en literatura infantil, poesía, relatos y algún ensayo. Todo ello bajo la etiqueta de no estilo que había decidido aplicar a su obra tras las ingentes comparaciones con otros autores y las ganas de enmarcarla en algún grupo creativo.

A menudo incluía a su perro Ulisses como personaje, al cual daba de beber y fumar, y como pareja se convirtieron en celebridades de Rio de Janeiro

El no estilo de Lispector busca provocar una inestabilidad gramatical con un lenguaje complejo que impide leer con velocidad sus textos. El significado verdadero, de haberlo, se oculta en su texto tras capas de misticismo heredado de los textos judíos, la meditación poética y un recorrido laberíntico en su propia mente, introvertida hasta el exceso. Así narraba cuestiones cotidianas, pensamientos y angustias vitales casi siempre con voz de mujer que adquirieron dimensiones metafísicas, como en un diálogo con el Universo.

Pero lo críptico de su obra se compensaba con un perfil público y extremadamente popular en una columna de opinión en el Jornal do Brasil. En ese espacio, Lispector hablaba de su vida privada y comunicaba con claridad aquello que le preocupaba. A menudo incluía a su perro Ulisses como personaje, al cual daba de beber y fumar, y como pareja se convirtieron en celebridades de Rio de Janeiro.

En 1977, Clarice publica La hora de la estrella, una de sus pocas novelas estructuradas al estilo clásico y a la que fue dando forma con anotaciones en cajetillas de tabaco y anversos de cheques. Es otra de sus obras maestras. Sobre su publicación, solo explicó: "Si todavía escribo es porque nada más tengo que hacer en el mundo mientras espero a la muerte".

De camino, en el taxi, Clarice se quiebra y dice: "Finjamos que no vamos al hospital, que no estoy enferma, y que nos vamos a París"

Aquejada de muchos dolores, Lispector fue acompañada al hospital por su amiga Olga Borelli, quien escribía lo que la literata dictaba para poder publicar novelas aún prácticamente manca. De camino, en el taxi, Clarice se quiebra y dice: "Finjamos que no vamos al hospital, que no estoy enferma, y que nos vamos a París". Tras hacerle pruebas, es ingresada por un inoperable cáncer de ovarios con metástasis por todo el cuerpo.

Consciente de que su fin se acercaba, una mañana se levantó de la cama para enfrentarse con una enfermera. La miró a los ojos y desesperada le gritó: "¡Déjeme marchar, mi personaje se está muriendo!". Dictó a su amiga, eso sí, durante todo ese proceso un libro que fue publicado póstumo.

La escritora murió en el hospital el día antes de su 57º cumpleaños, el 9 de diciembre de 1977, y al ser la familia judía y el fallecimiento coincidir en viernes, no pudo ser enterrada hasta el domingo. Fue velada y sepultada con los ritos ultraortodoxos mientras el país y el mundo intelectual lloraban su pérdida. Sobre su lápida no figuraba nada, salvo el texto en hebreo Chaya Bat Pinkhas.La hija de Pinkhas descansa ahí.

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