Un gin tonic para una buena tertulia

Un buen gin tonic para tomar en compañía
photo_camera Un buen gin tonic para tomar en compañía

LA DECORACIÓN refleja o puede ser un espejo de los ciclos económicos, de la realidad económica y social de una sociedad. Esta que algunos llaman ahora «vintage»,- no acabo de saber porqué- que aprovecha restos, casi escombros, desechos y lo que quedaba en el desván de los trastos, es la expresión de la crisis. Está de moda como reflejo del tiempo presente.

El local en el que tomamos unos gin tonic para la tertulia de la tarde del sábado en el animado barrio madrileño de Malasaña era la viva expresión de una España en decadencia, que aprovecha todo lo que sea aprovechable, aunque sea por moda. Es una tendencia, sí, pero es un reflejo de una sociedad en crisis.

Fue Edgar Morin, creo recordar, quien en un libro, ‘Les stars’, relacionó las tendencias, como moda prevalente, de los pechos grandes o pequeños de las actrices con la situación de la economía. Como las faldas, curiosamente, se recortan o alargan también con la opulencia o la carencia. Si el análisis sociológico de Edgar Morin permitía esa relación entre pecho de actriz y ciclo económico, vamos a estirar la idea hasta la decoración de locales públicos y la afición por hacer mesas y sofás en base a palets que sirven para apilar mercancía en un transporte.

Este fin de semana, después de dar cuenta de unas becadas en la noche del viernes en el Campos de Lugo -extraordinaria y variada elaboración: un arroz superior- cumplimos la promesa de pasar por A Penela, en Velázquez (Madrid), en un almuerzo de calma y familiaridad. Habíamos comentado aquí una sentada reciente, a mesa y mantel, en la originaria casa de Betanzos. Le puedo decir al lector, si es que resistió este desorden, que ni la carne ni las patatas guisadas saben igual fuera de su propio territorio.

Eché de menos en Madrid los sabores originarios de Betanzos a pesar de la optimista jornada primaveral en la capital.

Comimos muy bien y a buen precio. Tomamos, como nos habíamos comprometido también aquí con el lector imagianrio, un tinto de la Ribeira Sacra. No hay abundancia de tintos gallegos en aquella carta madrileña de A Penela. Es ampliable y debería ser una exigencia para los restaurantes gallegos en el exterior potenciar la presencia de buenos vinos del país. Ni diría yo que estén los mejores tintos gallegos en aquella carta. El que elegimos, permítame el lector que calle la marca, estaba sobrado de acidez y sin personalidad.

Mucho mejor vino gallego el que por la noche, también primaveral, se podía tomar con apetitosas tapas en Cuenllas, en el bar de amplias referencias de vino y buen tapeo, que mantienen el nombre y la calidad de aquel restaurante del mismo nombre, en Ferraz, y con una excelente tienda gastronómica al lado. Era Lalama, un vino de la Ribeira Sacra en el que atrae el color, el sabor y su riqueza. Es un vino elegante que habla de una Galicia creativa y que apuesta por la calidad. Fuimos de las excelente becadas del Campos a un par de gin tonic, con ginebras diferentes.

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