Opinión

La Ilíada de Kallifatides

El asedio de Troya del griego Theodor Kallifatides revisiona el texto clásico de la Ilíada para, desde el valor del mito, hacer de la guerra un asunto de humanos más que de dioses, en el que las preguntas sobre su sentido cobran hoy en día una inesperada urgencia
Theodor Kallifatides. EP
photo_camera Theodor Kallifatides. EP

En la semana en la que Theodor Kallifatides se mueve por Galicia entre Betanzos y A Coruña, entre su admirada figura y mi persona el destino ha querido levantar unas murallas tan altas y firmes como las que guarecieron al rey Príamo y a su pueblo de Troya del ataque de los aqueos, motivado por el despecho del espartano Menelao tras el abandono de su esposa, la bella Helena, junto al hijo del rey troyano, Paris. Y ha sido en esos días de desconcierto en los que he buscado refugio en uno de sus últimos libros, El asedio de Troya (Galaxia Gutenberg), aplacando el desasosiego mediante la manera que tenemos los lectores de estar más próximos a un autor, como es adentrándonos en sus propios textos.

Quizá algo de esto también haya hecho el creador de Otra vida por vivir, al buscar amparo en uno de esos textos fundacionales de su cultura griega, y del resto de la Literatura occidental, como es la Ilíada de Homero, para sitúar, de manera humilde, ante todos nosotros, aquella historia que, en esta ocasión, y como suele ser habitual en su escritura, vincula con acontecimientos de su propia vida, como es la ocupación nazi de su tierra durante la Segunda Guerra Mundial, relatando cómo una joven maestra lee a sus alumnos el texto clásico mientras el horror nazi condiciona la vida de una pequeña comunidad.

Theodor Kallifatides califica la Ilíada como "uno de los más firmes poemas antibelicistas jamás escritos", siendo, a partir de esa consideración, desde la que nos propone una nueva lectura, más anclada con nuestro tiempo, aliviándose de ciertas cargas que, a buen seguro, alejan el libro de quien lo entiende de antemano como un texto demasiado denso o de carácter erudito. Unido a esto, el intercalar cada uno de los fragmentos más vinculados a la Ilíada con la historia de la profesora que, bajo la ocupación nazi, narra a sus alumnos esta historia, se produce, por un lado, una manera de enfrentarse al mítico texto muy cómoda, pero sin evitar ninguno de los pasajes fundamentales que escribiera Homero, al tiempo que se establece un paralelismo bélico entre dos tiempos separados por miles de años, pero en los que la muerte, la insensatez de cualquier guerra y el horror que se muestra en todo enfrentamiento entre ejércitos define como en pocas situaciones al ser humano.

Mujeres, por lo tanto, entendidas como víctimas, pero también como dueñas de las decisiones que toman en su vida

Un ser humano atemporal y sobre el que Theodor Kallifatides pone todo el foco de su narración, alejándose del papel que toman los dioses en la antigua escritura y destacando, en ese tono antibelicista, las dudas, incertidumbres y miserias que aparecen con el paso de los días, el fluir de la sangre, y la pérdida de amigos y familiares, surgiendo constantes preguntas sobre el sentido de esas acciones que convocan la muerte.

Otro elemento nteresante es el tratamiento de la condición femenina. Si Helena y su decisión son el origen de la llegada de las naves aqueas a las costas de Troya para asaltar la inexpugnable fortaleza, sus monólogos sobre su relación con Menelao ofrecen nuevas perspectivas de la decisión tomada, y lo que esta acarrea para tantas personas; como también los sacrificios humanos que los aqueos rinden a los dioses para favorecer sus intereses bélicos tienen a las mujeres como víctimas, junto a los animales, con lo que el escritor deja una de esas frases para la reflexión con independencia del momento histórico al que haga referencia: "Pase lo que pase, al final, siempre muere una mujer".

Mujeres, por lo tanto, entendidas como víctimas, pero también como dueñas de las decisiones que toman en su vida, y que Theodor Kallifatides desarrolla también en el que sí es su último libro traducido al español, Timandra, sobre una prostituta en la Atenas de Pericles, en otro de esos libros que este autor, que comienza a popularizarse en nuestro país, nos ofrece como un cruce de cronologías y de culturas, de exilios y pensamientos que se anclan en nuestro interior y que el tiempo se encarga de hacer brotar para activar nuestras emociones a través sus palabras y que, en el caso de El asedio de Troya, nos colocan junto a Héctor y Aquiles, junto a Patrocolo y Ajax, junto a Helena y Briseida, para hacernos las mismas preguntas que ellos se hicieron hace miles de años ante el dolor que provoca una guerra.

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