Opinión

"¿Qué pasa, Manu?"

Algunos políticos españoles ningunean al jefe del Estado, cuestionan sus funciones y hasta le deniegan una sede para celebrar un acto institucional

HACE pocos días, el presidente de Francia caminaba entre el público después de presidir la conmemoración del 78 aniversario de la Resistencia a la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial. De pronto, un joven empezó a cantar La Internacional y cuando el Presidente estaba a su altura se dirigió a él en plan colega con un «¿Qué pasa, Manu?».

En ese momento "Manu" se detuvo, asumió el papel de Jefe del Estado y recriminó al muchacho: «A mí me llamas señor Presidente de la República o señor, estás en una ceremonia oficial, así que te comportas como debe ser. Puedes hacer el imbécil, pero hoy hay que cantar La Marsellesa y el Canto de los Partisanos». Después de la bronca y en tono más distendido, hizo unas recomendaciones al chico, entre ellas que no deje los estudios e intente ser un ejemplo de excelencia, que le contestó respetuosamente «sí, señor Presidente».

Decía El Gallo que «hay gente pa tó» y unos estarán de acuerdo con la familiaridad del joven que trata al Presidente como coleguilla y otros compartirán la severidad del mandatario al reprenderle dejándole claro que el "ofendido" no era Emmanuel Macron, sino el Presidente de la República, que es sagrada y está por encima de todos.

La pequeña frivolidad del muchacho francés es una anécdota comparada con el proceder de algunos políticos españoles que ningunean al Jefe del Estado, cuestionan sus funciones, rompen relaciones con él, rompen su fotografía en sede parlamentaria, organizan actos intimidatorios de presión y hasta le deniegan una sede para celebrar un acto institucional.

Esos políticos desprecian la nación, violan la Constitución que la sustenta, difaman la democracia y perdonan la vida al resto de los españoles solo por ser españoles. Así es la "progresía política" instalada en el nacionalismo excluyente y cerril y en el populismo radical y antisistema que no acepta o tolera mal la legalidad que nos dimos, pero vive confortablemente por cuenta del Estado que quieren destruir.

«Allá no es como acá», diría un indiano. En la Francia de Macron a veces aparece un joven "díscolo" pero políticos y ciudadanos respetan al Jefe del Estado aún en la discrepancia, los diputados de la Asamblea arroparon al presidente Hollande cantando la Marsellesa después de los atentados, la gente canta o escucha su himno con devoción patriótica y todos respetan la bandera, el escudo y demás símbolos y valores de la República y a la República misma. Sana envidia.

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